A mí me gustan los días domingo, su lado abandonado, solitario. Su lado neutro, punto muerto. Me gusta sentarme en un café a mirar las pocas personas que pasan, sentir la ciudad vacía y adueñarme de ella. Me gusta caminar y ver cómo caen las hojas de los árboles o cómo atraviesa un carro por la esquina. Hay un lado "fiesta abandonada". O terminada, en los domingos, algo que se culmina y que anuncia un comienzo, una nueva semana. Estaba oyendo a Amalia Rodríguez, supongo que los fados son un poco mi temperamento, un estado melancólico, inquieto, pero no triste. Cuando era chica me gustaba vivir en Chaclacayo porque había muchas fiestas populares y era fácil cruzarse con algún hombre o mujer ebria saliendo de una fiesta en un canchón, alguien que arrastraba algún juguete sucio, de papel, polvoriento o que pateaba simplemente una piedrita para verla rodar. Y yo amaba observar y soñar con ellos, con sus pieles, con sus respiraciones y sus voces... Creo que yo oía una canción como esta: O meu primero amor, comprendiendo lo que es el pasado, el tiempo, consciente, oh, sí creo que he sido consciente. El domingo tiene algo de celebración y algo de duelo.
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