Pages

lundi, avril 25, 2016

el libro, fiestas del libro, sant jordi

regresamos de Barcelona, recorrido lento desde un enclave sublime, la casa de unos amigos en pleno campo. No solo porque es una casa hospitalaria, camas cómodas, amplios espacios, vistas de la campiña y los Pirineos, tantas cosas qué describir y tan poco tiempo, tan pocas ganas de organizar todo lo que se nos acumula en la memoria, la pregunta endémica: ¿alguien leerá todo esto?
Pues no lo sé. Estuvimos en barcelona con la intención de estar en sant jordi, la verdad que ni sé si esa fue la idea motor, al principio sí, después fue más dispersa, ver amigos, salir de la rutina cotidiana, pero luego nos encontramos en ese tumulto enloquecido con una fecha, más que con los libros, que no sé si se vendían, una lógica de mercado aplicada a los libros, los escritores y las escritoras convertidas en profesionales de la promoción personal y de la imagen, la ciudad convertida en vitrina, de comida, de todo tipo de objeto de consumo, los turistas deambulando sin saber por qué están ahí. O sí, por la proppaganda, porque dicen que barcelona es "divertida", que se "la pasa bien", los slogans que resuenan en la cabeza mientras la muchedumbre avanza en procesión, la expresión ausente, buscando una marca que la identifique...
nosotros paseamos buscando algún lugar donde sentarnos e existir de verdad, un pueblo, otro pueblo, Vic, una plaza solitaria, de tierra asentada, gente en los cafés, tomando el sol, una ciudad rara, desconectada, nosotros también nos sentimos desconectados, consumimos, luego Olivier me dice, mejor regresar a casa de Fernando y Nonoy, el primero es hermano de José Tola, amigo mío y artista, la casa es pereciosa, es una masía, tiene cuadros de Cuevas, de Siqueiros, del mismo Tola, en los muros, son presencias tangibles, una bibioteca fenomenal... Fernando además nos cuenta del libro que escribe sobre Cristóbal Colón, entonces ese lugar es un refugio a la ausencia de las calles de barcelona, a ese andar corriendo sin saber por qué, buscándole un "alma" a la ciudad que está entregada al turismo masivo, las mismas calles y tiendas que en las aldeas globales, restaurantes de comida rápida, todo lo que ha expulsado al habitante de su medio, nadie vive donde está, vive virtualmente donde está.

Pensaba mientras veía todo esto, salir de la propaganda, ocupar su existencia, vivirla. esto no puede ser más que una pesadilla pasajera... decidida a regresar a ocupar mi espacio, hemos atravesado más colinas extensas, hermosas, y solitarias, donde nadie va, nadie. Mo hay tiendas sino pueblos pequeños a punto de desaparecer, el paisaje se va haciendo más melancólico hasta llegar a la frontera, en Formigal, y eocntrarse en Francia, donde la belleza es más sobria, más secreta, una vegetación vaporosa, casi evanescente, arbustos de tonos pasteles, como los cuadros impresionistas... las casas son silenciosas y vetustas, discretas, abrigan la presencia de sus habitantes que viven retirados del ruido humano de las ciudades, aunque las venas del país sean esas carreteras en asfalto que aceleran las vidas, sometiéndolas a la dictadura del tiempo. Es más o menos lo que quería decir, esas impresiones vagas, algunas en forma de malestar, de no tener un lugar en el mundo.