Pages

lundi, décembre 15, 2014

discurso de Patrick Modiano en la recepción del Nobel 2014.

Discurso de Patrick Modiano

Quisiera empezar diciendo que simplemente estoy feliz de estar con ustedes, conmovido por el honor que me han hecho al designarme el premio Nobel de literatura.
Es la primera vez que debo pronunciar un discurso ante una asamblea tan numerosa y siento una cierta aprensión. Siempre estamos tentados de creer que para los escritores, es natural y fácil librarse a este ejercicio. Pero un escritor, al menos un novelista, tiene muchas veces relaciones conflictivas con el lenguaje oral. Y si recordamos la diferencia escolar entre lo escrito y lo hablado, un novelista está más dotado para escribir que para hablar. Tiene la costumbre de callarse y si desea impregnarse de una atmósfera, debe fundirse en la muchedumbre. Escucha las conversaciones sin que parezca que lo hace, y si interviene, es siempre para hacer preguntas discretas con el fin de comprender mejor a los hombres y mujeres que lo rodean. Tiene una forma de hablar dubitativa, debido a la costumbre de corregir sus escritos. Por supuesto, después de muchas correcciones, su estilo puede parecer más límpido.  Sin embargo cuando habla en público, no puede corregir sus titubeos.
Además, pertenezco a una generación en la cual no se dejaba hablar a los niños, salvo raras ocasiones y si se pedía permiso, aunque nunca se les escuchaba y la mayoría de las veces se les interrumpía. He ahí la razón de la dificultad en la alocución de algunos de nosotros, a veces indecisa, otras, rápida, como si temiésemos ser interrumpidos en cualquier momento.  Sin duda de ahí el deseo de escribir que también sintieron otros a la salida de la infancia. Esperas que los adultos te lean. Así estarán obligados de escucharte sin interrupción y conocer de una vez por todas lo que tienes en el corazón.
El anuncio de este premio me ha parecido irreal y estaba ansioso por saber por qué me habían elegido. Creo que nunca antes he sentido como en ese día hasta qué punto un novelista es un ciego frente a sus propios libros y cómo los lectores saben tanto sobre lo que ha escrito. Un novelista jamás puede ser su lector, salvo cuando corrige su manuscrito, las faltas de sintaxis, repeticiones o suprimir un párrafo que está demás. Solo tiene una representación confusa y parcial de sus libros, como un pintor ocupado en hacer un fresco en el techo y que, echado sobre el suelo o el andamio, trabaja en los detalles, demasiado cerca, sin visión del conjunto.

Curiosa actividad solitaria aquella de escribir. Pasar por momentos de falta de motivación cuando empiezas un libro. Cada día se tiene la impresión de tomar un camino equivocado. Entonces la tentación de retroceder es grande para empezar de nuevo. No hay que ceder, hay que seguir la misma ruta. Es un poco como manejar de noche, en invierno y resbalar sobre el hielo, sin ninguna visibilidad. No tienes elección, no puedes retroceder, tienes que seguir avanzando mientras te dices que la ruta será más estable y que la bruma se despejará.

A punto de terminar un libro, sientes que este empieza a separarse de ti y que respira el aire de la libertad, como los niños, en la clase, antes de las vacaciones. Están distraídos y hacen mucho ruido y ya ni oyen a sus profesores. Incluso diría que cuando escribes los últimos párrafos, el libro te demuestra una cierta hostilidad y tiene prisa en deshacerse de ti. Te abandona apenas has escrito la última palabra. Se acabó, ya no te necesita, ya te olvidó. Serán los lectores quienes lo revelarán a sí mismo. En ese instante se siente un gran vacío y la sensación de haber sido abandonado. También una especie de insatisfacción…

Continuará…


Traducción de Patricia de Souza

discurso de Patrick Modiano en la recepción del Nobel 2014.

Discurso de Patrick Modiano

Quisiera empezar diciendo que simplemente estoy feliz de estar con ustedes, conmovido por el honor que me han hecho al designarme el premio Nobel de literatura.
Es la primera vez que debo pronunciar un discurso ante una asamblea tan numerosa y siento una cierta aprensión. Siempre estamos tentados de creer que para los escritores, es natural y fácil librarse a este ejercicio. Pero un escritor, al menos un novelista, tiene muchas veces relaciones conflictivas con el lenguaje oral. Y si recordamos la diferencia escolar entre lo escrito y lo hablado, un novelista está más dotado para escribir que para hablar. Tiene la costumbre de callarse y si desea impregnarse de una atmósfera, debe fundirse en la muchedumbre. Escucha las conversaciones sin que parezca que lo hace, y si interviene, es siempre para hacer preguntas discretas con el fin de comprender mejor a los hombres y mujeres que lo rodean. Tiene una forma de hablar dubitativa, debido a la costumbre de corregir sus escritos. Por supuesto, después de muchas correcciones, su estilo puede parecer más límpido.  Sin embargo cuando habla en público, no puede corregir sus titubeos.
Además, pertenezco a una generación en la cual no se dejaba hablar a los niños, salvo raras ocasiones y si se pedía permiso, aunque nunca se les escuchaba y la mayoría de las veces se les interrumpía. He ahí la razón de la dificultad en la alocución de algunos de nosotros, a veces indecisa, otras, rápida, como si temiésemos ser interrumpidos en cualquier momento.  Sin duda de ahí el deseo de escribir que también sintieron otros a la salida de la infancia. Esperas que los adultos te lean. Así estarán obligados de escucharte sin interrupción y conocer de una vez por todas lo que tienes en el corazón.
El anuncio de este premio me ha parecido irreal y estaba ansioso por saber por qué me habían elegido. Creo que nunca antes he sentido como en ese día hasta qué punto un novelista es un ciego frente a sus propios libros y cómo los lectores saben tanto sobre lo que ha escrito. Un novelista jamás puede ser su lector, salvo cuando corrige su manuscrito, las faltas de sintaxis, repeticiones o suprimir un párrafo que está demás. Solo tiene una representación confusa y parcial de sus libros, como un pintor ocupado en hacer un fresco en el techo y que, echado sobre el suelo o el andamio, trabaja en los detalles, demasiado cerca, sin visión del conjunto.

Curiosa actividad solitaria aquella de escribir. Pasar por momentos de falta de motivación cuando empiezas un libro. Cada día se tiene la impresión de tomar un camino equivocado. Entonces la tentación de retroceder es grande para empezar de nuevo. No hay que ceder, hay que seguir la misma ruta. Es un poco como manejar de noche, en invierno y resbalar sobre el hielo, sin ninguna visibilidad. No tienes elección, no puedes retroceder, tienes que seguir avanzando mientras te dices que la ruta será más estable y que la bruma se despejará.

A punto de terminar un libro, sientes que este empieza a separarse de ti y que respira el aire de la libertad, como los niños, en la clase, antes de las vacaciones. Están distraídos y hacen mucho ruido y ya ni oyen a sus profesores. Incluso diría que cuando escribes los últimos párrafos, el libro te demuestra una cierta hostilidad y tiene prisa en deshacerse de ti. Te abandona apenas has escrito la última palabra. Se acabó, ya no te necesita, ya te olvidó. Serán los lectores quienes lo revelarán a sí mismo. En ese instante se siente un gran vacío y la sensación de haber sido abandonado. También una especie de insatisfacción…

Continuará…


Traducción de Patricia de Souza

mardi, décembre 02, 2014

No quiero ser una aculturada, notas para una novela diversa

Anoche vi un reportaje que me ha dejado pensando en muchas cosas. Muchas. Una de ellas es el análisis de mi propia situación, de mi trabajo de escritora y de qué puedo estar buscando. La relectura de algunos libros que he escrito, traducciones y revisiones obligadas, también me llevan a hacerme otras preguntas. Hay algunas intuiciones. Una de ellas es ese estar literalmente "atravesada" por varias culturas, la Occidental es una de ellas, la que llegó con los españoles y  que fue un choque de "modos de civilización", por decirlo de otra manera, que solo con el tiempo estamos viendo desde otras perspectivas. Pero, hay otra, del "cómo" estas Marcas del pasado han atravesado el tiempo y han llegado hasta el presente, de cómo me han dividido (tengo que ir rápido para que no se me vaya la idea) y me han instalado en el desarraigo. Más allá de mi situación como mujer, que es vivida como una expulsión del paraíso, puede ser el de infancia, porque la entrada en el mundo adulto, significó tomar conciencia de mi cuerpo como mujer, es decir sexuado, está el cultural, mi herencia andina que nunca ha sabido dónde colocar. Me explico, creo que muchos de mis libros, si no son todos, salen de ese choque, de estar constantemente confrontando esas miradas para intentar instalar una coherencia, un nexo, para salir de ese encierro que no posee mirada que lo valore, de ahí que sin querer mi manera de mirar el mundo se acerque a esa cultura, la olvidada, la sometida.
Salvo José María Arguedas, un novelista que también era etnólogo ( y siempre me veo como cerca de todas esas formas de acercarse a la historia), ningún otro escritor ha establecido, con la pasión que él lo hizo, el vinculo entre el Perú de la mal llamada Modernidad, y el Perú mal llamado Arcaico (para usar el título de Vargas Llosa, La utopía arcaica que quiero releer), es decir, cómo se produce ese paso, y por qué la violencia. O es que no ha habido paso, y esta comunidad andina en las altas montañas del Cusco es la reafirmación de que el Perú sigue siendo el país de Los ríos profundos. Me impresiono mucho ver "mi país" como otro país, estar viéndolo con Olivier y ver esa realidad como alejada, aunque conozca algunos elementos, la manera de dormir (sobre pieles de carnero y cuyes debajo de lo que es una cama de piedra, recuerdo haber visto eso a mi llegada a la chacra de Coracora y haber sido sacudida por la impresión), los platos que se preparan la austeridad, las marcas del sol y el frío del rostro. No quiero, y eso me da mucho miedo, caer en la mirada materialista (o esteticista) que ve las cosas desde fuera y que engríe su mundo puro, indígena, como refugio para huir de un presente, no, quiero comprender cómo vivimos tan fragmentadoAs, cómo podemos tener ese país, con una civilización tan rica, tan diversa y vivir encerradas en la ciudad de Lima, sin contacto con toda esa riqueza. No es tampoco pensar, lo que sería absurdo, que esas culturas puedan mantenerse en estado autárquico, sería muy reaccionario, es más bien que mi mirada ha cambiado desde que he vivido en Veneuzela. El valor que le doy a todo eso, el cambio de perspectiva (recomiendo leer el diario de Paul Gauguin, quizás ahí haya elementos comunes, y sobre todo a José Carlos Mariátegui, esto,  a los europeos). No sé qué operación interior se ha producido que me ha llevado a comprender que busco otra manera de vida, una que me deje recorrer estados, movimientos, intuiciones, hasta ahora desconocidos. No soy clara, lo sé, porque no estoy clara para mí misma. Hay, en la cultura Occidental, en Francia, España, etc, un terremoto, hay crisis de representación, de paradigma de civilización, yo estoy en el centro de esa crisis con otro pasado, con otra carga simbólica. La crisis de civilización está ligada al goce (ya decía Espinoza que el valor supremo era el goce) a la alegría, a la joie. La cosa es qué lecciones podemos sacar de poblaciones que viven con lo mínimo, a las cuales el capitalismo y su noción egoísta de acumulación de riqueza no ha dañado (se vive del trueque), no ha destruído la relación con el tiempo y la naturaleza. En todo caso Bolivia ha entendido mejor algo que el Peru no ha asimilado, y que ha dejado en estado parasitario. en invernadero; su pluralidad cultural, su no pertenecer a la Modernidad completamente, su entrar en el mundo de ahora con un capital simbólico y cultural! Los universalismos, no lo sé.... siento que eso es cada vez más complicado porque tiene que ver con una clarísima historia de dominación, de colonialismo. Se entiende, el paradigma que hemos tenido de civilización es importado y ha sido, hasta cierto punto, impuesto a la fuerza.
Siempre pienso en el libro X de San Agustín, dónde se pregunta ¿qué es el tiempo?
Siempre volveremos a esas preguntas fundamentales, aunque las respuestas no sean las mismas. ¿qué es el tiempo para estos peruanos como yo? Pues es espacio, es naturaleza, es lentitud, es habla, compañía, tan simple, que claro, para alguien que quiere una vida contemplativa, hace fantasear...

Es extraño, ahora caigo que, una separación afectiva, me ha llevado a recorrer primero México, luego regresar a Lima interiormente para luego ir a Veneuzela, finalmente ese recorrido ha sido interior, por todas esos caminos cargados de sentido, de significados... es muy extraño, o es que simplemente somos ese manuscrito donde todo se inscribe. Mi Palincesto.

insisto, el nexo, tal como lo han creado algunos escritores en Francia, pienso en Rimbaud y su relación con la Comuna, en Víctor Hugo y la República, o en Chateaubriand (¿por qué su libro se llama Memorias de ultratumba, por qué se entierra en vida?),  Madame de Stael y Flora Tristán, Marcel Proust y el Affaire Dreyfus, no han dejado de crear esos nexos, esos lugares de paso (vasos comunicantes) en la memoria, nosotros, con Mariátegui, Vallejo, y Arguedas, hemos tratado de pasar por ahí, es decir, reconocer ese mundo andino, intenso como nuestro, traducirlo. Todo es traducción. Pero ese mundo, como todavía hay otros (los ashaninkas en nuestra selva, los yanomamis, en el Orinoco) existen. Tienen rostro. Yo quisiera cambiar la mirada, que no sean Levi-Strauss o los neo-darwinistas, ser yo la que se recorre en ellos. Lanzarme a atravesar de nuevo esos ríos, qué ganas!

La literatura de ahora, y la novela, representa mejor ese mundo que pasó de forma acelerada  del semifeudal al capitalismo acumulativo, especulativo y voraz que existe ahora en casi todas las ciudades del Perú. Es el mundo "chicha", mezcla de lo andino y de lo criollo (del mundo semifeudal , el gamonal, el cacique,  y el mundo del capital ilimitado que alimenta la imaginación del nuevo empresario) que una elite diseca en bares de moda, "a lo andino", o comida, a lo andino, pero sin poner en ningún momento en duda las categorías de superior, inferior, blanco-mestizo, todo me parece tan estereotipado... Es decir, todo lo que tiene color local es visto por los propios peruanoAs como exótico, como extranjero. La mirada exótica no es la mirada de la proximidad ni del encuentro, es la mirada alejada o la ausencia de mirada. Es así como somos vistas también las Mujeres, y de ahí que podríamos entender mejor lo que sucede. Y no, no garantiza nada hay que estar en condiciones de ver... la atención es importante.
Aquí, en Francia. no me sorprendo cuando escucho hablar de crisis de paradigma, ojo, no es solo crisis de sistema (del capitalista como depredación y destrucción del planeta), la depresión de Europa es crisis de modelo de civilización. Se oye hablar todavía de Modernidad y la nueva izquierda,  que parece de derechas, no pone en duda la idea de Modernidad como progreso  ilimitado que no abandona la visión judeocristiana, neo hegeliana de realización en la historia, una forma de absoluto de hecho. La pregunta que mucha gente se hace, es cómo sostener ese modelo y de dónde sacar materia para satisfacer un modo de vida sin contornos, es el deseo en sus estado más absoluto, sin límites, el marqués de Sade y su exceso, su casi nihilismo. Me digo, si destruimos todo, no seremos nada, pero queremos esa nada, es decir, fundirnos, desaparecer en ella.... buena pregunta...

claro, que es obvio que toda mi cultura está occidentalizada, lo que me gusta es que la experiencia me haya puesto en duda y que me ayude a pensar en contra de lo adquirido. Este paso es importante. es como un nuevo viaje. Viaje interior. Hay algo que se está trazando pero todavía no sé lo que es. Lo que más me acosa es la pregunta de si sería capaz de escribir sobre mi propio país, sin una mirada alejada, de si, como cientos de peruanos y peruanas formadas en el extranjero, no he pasado a engrosar las filas de las elites alienadas hasta las orejas con la misma doxa de hace siglos, si vamos a tener que esperar que alguien recorra la experiencia por nosotroas Y no es arrogancia, es deseo de existir, deseo vital.  Hay algo que tiene que ver con la muerte y es esa dejadez, esa abandono de la propia existencia en manos de los demás, que aparecía, ayer, en este reportaje banal del canal France 2, tan ausente en esta comunidad andina (de la que no se dio el nombre) porque no se sabía cómo nombrarla, existía y había que dejarla existir, abandonarla, pero no integrarla a la coherencia del pensamiento Occidental porque no la tiene, es su ruptura, su espacio en blanco.

¿habrá que escribir o quedarse callada? Esa es la pregunta. Lo que sí sé es que no quiero ser parasitaria,  una aculturada, que mi estar desmontando y remontando un pasado cercano desde un ahora alejado, me ha llevado a reconocer esas marcas del pasado, que están en forma de cicatrices en el idioma, en el sentido mismo de mi castellano y que ahora pueden trasladarse al francés, y que poseen una sintaxis que probablemente venga del quechua. De las experiencias de infancia en ese mundo tan reprimido por  la Modernidad llegada desde fuera como moneda de intercambio, el mundo que mi abuela paterna despreciaba por ser indígena, que yo también aprendí a ignorar o a despreciar, y que luego, con los años, surge, me habla, me interroga como mujer en la historia, como peruana y ausencia de historia. Es lo más importante.

lundi, décembre 01, 2014

algo está cambiando

ha sido importante ir a Barcelona, es importante alejarse de donde estás para poder ver mejor. Veo de otra manera mi relación con Francia, más apaciguada, sin tanta revancha por haber dejado Venezuela, donde el sueño, la capacidad de proyección de mi deseo, estaba en su punto más álgido. Una se construye un espacio que es aquella arca de la que ha hablado Magris en la reciente feria de Guadalajara, ahí donde puedes proteger cosas importantes, pero también navegar, irse a altamar a recorrer el mundo. Pero, Francia también entrega, y da mucho, solo que como todo en la vida, hay que estar preparada para recibir. En la vida hay que saber recibir para poder estar en condiciones de dar.
Hay instantes en que eso se bloquea, mi sensibilidad al espacio y el Cómo está organizado es importante. Hay arquitecturas "masculinas", y hay mucho de eso en las ciudades de ahora, volcadas al consumo y a la oferta, que clasifica inmediatamente en géneros y clases sociales (las mujeres son las víctimas más fáciles, solas, desorientadas y sometidas). Es detestable. Me veo conversando en el café de la Rambla de Barcelona con el crítico peruano Julio Ortega, hablando del Perú, tan lejano, tan hermético. Veo la casa de Miquel, su calidez, la cena con Manuel y su familia, veo a mi amigo Rubén, que me hace pensar en un personaje de Dostoievski, veo tantas cosas. veo también esa noche de mi intervención en el Laboratorio, en Gracia. Escucho las voces de Jordi y Leonardo, la joven japonesa de una delicadeza poética, sus preguntas, su mirada. Una imagen me impactó: la de un hombre muy mayor vendiendo castañas asadas y camotes, tenía colgadas una sartén y un abanico de paja en su tienda de una tela oscura, medio roída. Me hizo pensar en esos espacios populares de mi continente, nada pretenciosos, tan entregados al contacto, solo que este hombre tenía la marca de la exclusión y de la humillación del mundo occidental y capitalista. Al mismo tiempo pensé, si no hubiésemos estigmatizado una sola forma de vida, la artificial y aseptisada de Occidente, si no viésemos como exclusión trabajar con las manos, la ausencia de lujo, volveríamos a formas de vida más simples. Yo sí encuentro una felicidad enorme en la austeridad, en esos objetos sin sofisticación. Justamente el gran engaño de ahora es que te hacen pasar por sofisticado cualquier cosa. En Barcelonas abundan las tiendas de quimeras, de objetos que son baratos pero imitan a grandes marcas, jugando con el deseo de las personas, perdiéndolo. Miento, no solo en Barcelona, en París, en Lima, en México, d.F. La belleza no es el lujo, es otra cosa muy distinta, es más un estado que una condición material. De eso estoy segura. Si las marcas de lujo practicasen el trueque todo sería distinto, pero también hay una jerarquía en esa noción de lujo, una quiere ser superior a la otra, y, a veces, la vida necesita estar desnuda, despojada para poder existir.
En Francia siento que los espacios se ordenan de acuerdo a prioridades espirituales que ahora la población ignora ahogada en la propaganda de la sociedad consumista: las mediatecas, las librerías, los cafés. Cualquier lugar de Francia tiene una mediateca, una biblioteca, donde los jóvenes, los ancianos, las mujeres, y las que escribimos, podemos encontrar un refugio...
Luego he vuelto a mis lecturas con una gran alegría, con ganas de estar aquí, entera, trabajando para dar, para entregar, con ganas de ir a París y, pronto, a mis lugares queridos. Si el mundo fuese más pequeño, solo si fuese un poquito más pequeño... pero, igual, lo importante es lo que tenemos en el corazón y en la cabeza, los dos conectados...

Siento que algo está cambiando también en Europa, que es como esa historia del Maestro ignorante que confía en sus estudiantes porque no se siente superior. Toda persona a la que se le da la mano, piensa, y piensa bien.