Pages

vendredi, janvier 27, 2006

el lenguaje

Creo que no hay nada más frustrante que sentir que no podemos comunicar. Eso nos envía a nuestra condición más última: la soledad. Pasa siempre cuando decimos algo y creemos que nos han entendido, y no sucede así. Los malentendidos son trágicos. De alguna forma siempre he creído en el poder de las palabras y en su sugestión. Pensar que podemos modificar las cosas es ya una solución al problema. Hay una frase de Jean paulhan: si las palabras modificasen las palabras y el sentido a las palabras...
Todo es, en resumen, una cuestión de afecto, de ganas por comprender... Y querer.

jeudi, janvier 26, 2006

los editores

Cuando se piensa en un editor, se piensa que realmente es alguien muy cercano. Al entregar un libro se da algo muy íntimo y personal. Por eso las editoriales impersonales, las empresas editoriales, son desalentadoras, a mí, me abruman. Lo que hace que un libro sea un don, un regalo, es que se humanice justamente en su cadena de producción. Recuerdo que una vez fui a visitar a Jerôme Lindon, el editor de Becket, el que descubrió a Duras y a todos los del Nouveau roman en su minúsucula editorial de Minuit. Era una persona sencilla, amable y cálida. Sabía que sus apuestas eran arriesgadas, Robbe-Grillet, una de ellas, y sin embargo las asumía con entrega y pasión. Una anécdota divertida es que le dio un espacio a Robbe-Grillet para que se acomode en el local de la editorial (en ese entonces RG era lector), cerca del Boulevard Saint Germain. En su capharnaum, Robbe-Grillet había acomodado tantos libros que casi lo asfixiaban. Resulta que un día se casa y que él sueña con irse a vivir al campo. De acuerdo, pero no a cualquier lugar le dijo ella. Y resulta que otro día están por Normandía (la rima y todo!), visitando castillos. Uno de ellos, del siglo XVII, fascinó a la pareja de RG, cosa que era imposible para él, apenas una autor conocido, atacado por el stablishment y la crítica francesa. Entonces Jerôme Lindon ofreció: si deseas te compro ese castillo y me lo pagas con tus derechos de autor. RG contestó: imposible, vendo muy poco. JL compró el castillo en ruinas y se lo regaló. No le costó muy caro, pero era una forma de apoyar a RG y a su pareja... Hace poco leí que otro editor, Léo Scherr, ayudó a uno de sus autores Medhi Behan Kacem, a mudarse con otra escritora. La pregunta es: hasta qué punto un editor puede y debe comprometerse con la vida personal de un autor. Escribir no se trata de una profesión sino de resistir en un mundo que tiende a alienarnos. El dinero, es el principal elemento. El que escribe pensando en ello está perdido, el que no lo tiene, ídem. Resistir, siempre resistir. Algo termina por brillar al final, tal vez el triunfo de no traicionarse nunca.... never, jamais!

samedi, janvier 21, 2006

Vulnerabilidad


¿A pesar de sentirnos vulnerables, cómo somos capaces de seguir avanzando? Pienso que parte de nuestra humanidad está en ese saber Construir con muy pocas cosas, incluso en las situaciones más desesperadas. Al llegar a Lima, hay una cantidad de dramas humanos que nos confrontan con una realidad muy distinta de la que se vive allá, en Europa. Hay una sensación constante de rozar la parte más vulnerable de las personas (cercanas y menos cercanas), su parte más infantil también proque hay una cierta pureza para entregarse al peligro y sobrevivir con tan pocas seguridades. Socialmente, todavía hay situaciones que nos dejan perpleja, con el interior helado. Frente a tales situaciones siempre ha surgido una pregunta: ¿se puede producir un objeto estético cuando estamos tan cerca de esos dramas? Yo creo que sí. En una conferencia Imre kertész decía que incluso en las peores situaciones, había sabido sonreír, y le creo. Pero qué sucediço entonces con Marina Svetaeva, aislada en París, o con Primo-Levi, o con Chalamov, víctima del Goulag. Hago al comparación porque los dramas humanos siempre tienen ese lado fatídico y enigmático que los produce. Me gusta esa frase de Simone Weil en la cual dice que ella siempre ha deseado comprender el sentido del sufrimiento, al menos, darle un sentido espiritual es una forma de Construir.

en la foto: Primo-Levi

mardi, janvier 17, 2006

El sensualismo en Lima


Una cosa curiosa sucede cuando se llega a Lima: la sensación de una languidez extrema. Nadie sabe lo que puede un cuerpo, escribió Spinoza. Y un cuerpo se nutre de alimentos y respira. Lima tiene ese clima envolvente y voluptoso (nunca cruel ni persistente de los países temperados) que hace que nos abandonemos un poco, que creamos que la vida siempre esa sí, suave y clara como la luz de la mañana. Ahora, el cuerpo es lo que come. Y en eso, esta ciudad se ha convertido en una especie de paraíso para los que desean comer bien. Nunca en mi vida he visto tantos restaurantes y tantas mezclas en las comidas, fusiones de comida asiática y peruana, andina y costeña... etc... Ayer, comíamos con una amiga en un rincón (el Bodegón) donde algunos artistas van y, con las crayolas que están en las mesas, dibujan algo (había un dibujo de Tola muy bonito), y comentábamos lo bien que nos servían. No he dejado de oír hablar de lugares alucinantes donde comer ceviche, o tal plato... !casi como en Francia¡ Comer bien es pensar bien, pero este hedonismo, me pregunto, es de un sensualismo !casi panteísta!
Mirando los altos bambús de la casa de mi amiga Tatiana, desde donde escribo este blog, me digo que tal vez Flora Tristán, Paul Gauguin sintieron lo mismo aquí y de ahí el Fauvismo de Gauguin y la pasión de Flora por la vida... la vida comprometida e intensa que llevó.

imagen: Puente de los suspiros en Barranco.

vendredi, janvier 13, 2006

avión


En general, tomar un avión, nunca me ha gustado. La pregunta que siempre me hice fue si se debía al hecho de ser de un país como el Perú, en el que los viajes de largo se hacen muy raros y cada vez más caros. Lo serán aún más si el petróleo sigue subiendo. Lo que me sucede en el avión, no sé si le sucederá a todo el mundo: pánico de su lado desafecto, anodino, como si entrase en una sala de operaciones. Nadie conoce a nadie y todo el mundo está de paso, con destinaciones desconocidas salvo porque conviven, durante las horas de vuelo, por el hecho de encontarse dentro del mismo aparato. Para mí, lo ideal sería que existan lugares en los que los pasajeros se encuentren para conocerse y saber quiénes son sus acompañantes, y sentirse de veras próximos. Eso, me quitaría un poco la fobia de los aviones. De todas formas, nadie lo hará, razón por la cual muchas personas piensan que estos medios de transporte se han deshumanizado. La mirada entre la gente no se detiene a observar, simplemente continúa como una línea recta, sin rozar a su objeto.

dimanche, janvier 08, 2006

Las flores de Tarbes


Siempre he querido saber si el azar existe, o si es como lo pensaban los surrealistas un azar objetivo, que sucede por cierta necesidad. Durante varios años he vivido entre Tarbes y París, yendo y viniendo y, muchas veces protestaba por el hecho de tener que hacerlo. Pero cuando llegaba a Tarbes (casi siempre pensaba en que André Gide había vivido entre Uzés y París, buscando la calma), reconocía que en Tarbes podía escribir con tranqulidad. Cada hecho que en París se me presentaba entre el tumulto y la promiscuidad de la ciudad, en Tarbes se me obligaba a verlo sin decorados, ni brillos fatuos, es decir, más cerca de lo que eran. El silencio de sus calles, sus grandes espacios, y la concentración de los principales servicios en un centro compacto, me dejaban tiempo para soñar y concentrarme en lo esencial. Ahora, ¿vine aquí por azar? Cuando llegué estaba dándole vueltas a la idea de hace runa tesis sobre Flora Tristán, después, por una conversación, pensé que podría incluir a Lautréamont. Y el conde de Lautréamont empezó a escribir sus Cantos de Maldororor, aquí, encerrado en el Liceo Imperial de Tarbes. Théophile Gauthier nació aquí, y tal vez debería leerlo porque según Jean Echenoz no es tan malo como se cree, Jules Laforgue, ídem, otro ilusre del sur-oeste. Hay un libro, interesantísimo, uno de los mejores en crítica literaria, Las flores de Tarbes, de Jean Paulhan. Es curioso porque este libro, Paulhan lo concibió mientras se fue a dar una vuelta por el Jardin Massey, uno de los jardines públicos más bonitos que he podido ver en Francia, y un día yo decidí escribir algo sobre este escritor a quien una mujer le había consagrado un libro, con la idea de hacerse querer por él. La historia es real, Pauline Réage, autora de la novela erótica Historia de O, y secretaria personal en la NRF de Jean Paulhan, decide escribir este libro porque se siente poco atractiva y duda que este escritor se fije en ella. El libro se convierte en un éxito fenomenal, todo el mundo reslata la sobriedad del estilo y la elegancia de su historia, todo el mundo piensa que es Paulhan quin lo ha escrito con un seudónimo femenino. Pasan los años y nos olvidamos del asunto, hasta que, un día, una anciana de 80 años revela al New Yorker que ella es la verdadera autora de esta novela, y la verdad sobre ella: era simplemente un gesto de amor.
Bueno, ahora, Historia de O, es un clásico. Leerla es entender un poco la relación entre las palabras dichas y oídas y su poder erótico, como que todo es lenguaje en nosotros, incluso los actos más carnales.

En la imagen, el Jardin Massey.

jeudi, janvier 05, 2006

El viaje

Ayer llegaba a Francia y me decía que es durante el viaje, cuando nos exponemos al cambio y a la ausencia de referentes que nos convertimos verdaderamente en humanos. La distancia y el desarraigo, nos ayudan a comprender lo que significa la vulnerabilidad de una persona, su parte más absoluta: su fragilidad. Siempre me he preguntado por qué ciertas personas buscamos esa forma de sentirnos extranjeros, como si forzáramos la mirada de los demás a reconocernos en esa inmensidad de la despersonalización (a veces pensamos que esa mirada se puede parecer al de la madre o la del hermano, ser completamente afectiva). Somos vulnerables (y extranjeros) cuando no nos reconocen como estamos acostumbrados a hacerlo, cuando nuestra voz, nuestras frases, nuestras infexiones y hasta nuestra senmántica está envueltas en el “ahora” indeiferente del otro y nos la devuelve distinta, quiero decir, rodeada de su propia experiencia. Atreverse a caminar por tierras desconocidas es tal vez una forma de curiosidad, y podría ser entendido como un acto valiente (todos esos extranjeros que se alejan de sus familias, de su historia personal en busca de otra vida) y provocar cierta emoción, sin lo cual, como lo decía un filósofo entrevistado en la radio fracesa, no hay proximidad. Sólo así se logran pactos de solidaridad, sólo cuando nos vemos a nosotros mismos en la piel del otro y comprobamos que somos iguales, aún siendo diferentes.
En medio del tumulto, del de una fiesta de fin de año, por ejemplo, existimos de forma fragmentada, nos confrontamos a nuestra propia vulnerabilidad y nos despersonalizamos hasta quedarnos con un mínimo de identidad quemando entre los dedos. Es en esa soledad, irrigada de alguna presencia mágica y dionisiaca, en mi caso, un hombre, que asistimos a los instantes de mayor lucidez sobre los otros, y luego, por metástasis, con nosotro(a)s mismas. Esa es la apuesta que asumimos los que nos encontramos fuera: hacer surgir un sujeto y no la prótesis de un grupo. Esa es la batalla, pensaba, hacer surgir lo mejor que podamos algo de nosotros mismos. Autorizarse a ser una misma, podría ser autorizarse a ser mejor.

ps: me gusta lo que dice Iván Thays en su blog sobre el amor: si alguien pudiese protegernos de nosotras mismos, aie!

dimanche, janvier 01, 2006

2005


Anoche, año viejo, o nuevo. Un año que se termina, que se va para siempre. La noción del tiempo me ha parecido tan abstracta, tan lejos de nuestra capacidad de adaptación. San Agustin, en el libro XI de sus Confesiones, se pregunta: Dios mío: ¿qué es el tiempo?. El año 2005 se fue con sus rostros, sus anécdotas, sus instantes de intensidad y de falta de sentido. Yo, en mi caso, pienso en nombres, en personas que me han dado tanto y que no veré o no veo, pero que siguen estando presentes en las palabras. Anoche, en una fiesta bulliciosa en Barcelona, encuentro con una persona que había conocido a Julio Ramón Ribeyro, quien me regaló una publicación en la que había incluido un epígrafe de La tentación del fracaso: la vida sólo se justifica cuando es un combate pr el perfeccionamiento. Esa era la frase y esa sola frase en esa noche tumultuosa de la ciudad, con los borrachos silenciosos, desesperados por ser felices, por esa soledad de las personas que regresaban ebrios, como si tuviesen una nueva luz y creyesen en un futuro mejor, me pareció la mejor forma para empezar el año. Ese perfeccionamiento tiene que ver con ser incompasible con nuestas propias debilidades, en el hecho de no cederles por miedo, por ganas de acomodarnos en la vida, o por indiferencia (todavía peor). Hay que decirlo todo, más que todo y sólo Todo. Ese juego de verdad, sí vale la pena, porque de no aspirar a ese perfeccionamiento del que habla Ribeyro, la vida sólo se resume a una serie de hechos sin importancia, un latido seco y sordo como el de la muerte, pero una muerte en vida. Decir a las personas que queremos, que las queremos, entonces, recordar ese rostro, precisamente ese, claro, limpio, entrañable, dentro del auto Renault. Y la montaña, y el cielo azul , y decirle que ha sido una de las cosas más importantes en la vida. Gracias a un azar feliz, a ese encuentro, yo soy esta y no otra.