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jeudi, janvier 05, 2006

El viaje

Ayer llegaba a Francia y me decía que es durante el viaje, cuando nos exponemos al cambio y a la ausencia de referentes que nos convertimos verdaderamente en humanos. La distancia y el desarraigo, nos ayudan a comprender lo que significa la vulnerabilidad de una persona, su parte más absoluta: su fragilidad. Siempre me he preguntado por qué ciertas personas buscamos esa forma de sentirnos extranjeros, como si forzáramos la mirada de los demás a reconocernos en esa inmensidad de la despersonalización (a veces pensamos que esa mirada se puede parecer al de la madre o la del hermano, ser completamente afectiva). Somos vulnerables (y extranjeros) cuando no nos reconocen como estamos acostumbrados a hacerlo, cuando nuestra voz, nuestras frases, nuestras infexiones y hasta nuestra senmántica está envueltas en el “ahora” indeiferente del otro y nos la devuelve distinta, quiero decir, rodeada de su propia experiencia. Atreverse a caminar por tierras desconocidas es tal vez una forma de curiosidad, y podría ser entendido como un acto valiente (todos esos extranjeros que se alejan de sus familias, de su historia personal en busca de otra vida) y provocar cierta emoción, sin lo cual, como lo decía un filósofo entrevistado en la radio fracesa, no hay proximidad. Sólo así se logran pactos de solidaridad, sólo cuando nos vemos a nosotros mismos en la piel del otro y comprobamos que somos iguales, aún siendo diferentes.
En medio del tumulto, del de una fiesta de fin de año, por ejemplo, existimos de forma fragmentada, nos confrontamos a nuestra propia vulnerabilidad y nos despersonalizamos hasta quedarnos con un mínimo de identidad quemando entre los dedos. Es en esa soledad, irrigada de alguna presencia mágica y dionisiaca, en mi caso, un hombre, que asistimos a los instantes de mayor lucidez sobre los otros, y luego, por metástasis, con nosotro(a)s mismas. Esa es la apuesta que asumimos los que nos encontramos fuera: hacer surgir un sujeto y no la prótesis de un grupo. Esa es la batalla, pensaba, hacer surgir lo mejor que podamos algo de nosotros mismos. Autorizarse a ser una misma, podría ser autorizarse a ser mejor.

ps: me gusta lo que dice Iván Thays en su blog sobre el amor: si alguien pudiese protegernos de nosotras mismos, aie!

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