vendredi, janvier 13, 2006
avión
En general, tomar un avión, nunca me ha gustado. La pregunta que siempre me hice fue si se debía al hecho de ser de un país como el Perú, en el que los viajes de largo se hacen muy raros y cada vez más caros. Lo serán aún más si el petróleo sigue subiendo. Lo que me sucede en el avión, no sé si le sucederá a todo el mundo: pánico de su lado desafecto, anodino, como si entrase en una sala de operaciones. Nadie conoce a nadie y todo el mundo está de paso, con destinaciones desconocidas salvo porque conviven, durante las horas de vuelo, por el hecho de encontarse dentro del mismo aparato. Para mí, lo ideal sería que existan lugares en los que los pasajeros se encuentren para conocerse y saber quiénes son sus acompañantes, y sentirse de veras próximos. Eso, me quitaría un poco la fobia de los aviones. De todas formas, nadie lo hará, razón por la cual muchas personas piensan que estos medios de transporte se han deshumanizado. La mirada entre la gente no se detiene a observar, simplemente continúa como una línea recta, sin rozar a su objeto.
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5 commentaires:
Patricia, sentì eso que describes, mas como el deseo de comunicarme era tan fuerte, busqué conversación al señor extraño en su mutismo, que tal vez pensaba en sus vida, sus rutinas y desamparo, o su orgullo, qué sé yo :-)
Y me habló, aunque no nos despediumos como grandes amigos, claro, compartirmos conversaciones sobre nubes y lluvia.
Tus palincestos me acompañan...
Un muy grato salute.
A veces me pregunto si no es el susto de la soberbia lo que acompaña al hombre en sus anadanzas vencedoras de la naturaleza. En este caso, de la gravedad. A fin de cuentas estamos diseñados para admirar la belleza inequívoca del vuelo natural de las aves, y no para volar como ellas. Y de los temores se suele pasar muy pronto y sin remilgos a la verguenza. Esa de saberse en condiciones semejantes a las impropias, como volando, pero dentro de un enlatado petrolero con música y servicio a bordo, pero obvio, irremediablemente solo, a pesar de la ilusoria compañía que nos suele rodear.
Bueno, no todos somos tan huraños en el aire, Patricia.
Sin ir muy lejos, un seguro servidor es miembro honorario del High Mile Club.
http://www.milehighclub.com/about/
La próxima vez que te vea en una nave, te invitaré una copa.
Yo he tenido suerte. La primera vez que me subí a un avión fue cuando fui a Cuba a un congreso. Era en Cubana de aviación que sale del Puerto de Veracruz, que me queda más cerca (a una hora) que ir al DF (ciudad de México). Iba en este vuelo un grupo de mexicanos bastante sangroncitos (en mi opinión), de esos que creen que viajar a otro país significa llevar tequila y sombrero (los sombreros jamás se usan, solo en las películas y las personas del campo o los ganaderos). Pues se iban haciendo los graciosos, cantando, tomando, etc., dando verguenza ajena, más por lo payasitos que por el tequila y el sombrero.
Después, me ha tocado ir con compañeros de viaje agradables y platicadores, en una ocasión en un viaje a España me tocaron dos valencianos y un catalán que iba con su esposa que era de Puerto Rico. Los valencianos acababan de visitar México e iban platicando todas sus experiencias (estaban muy contentos), asi que nos pasamos las 10 o 12 horas de viaje sin dormir, hasta se hizo una ruedita de unos 7 u 8 viajeros, la pasamos increible. Al llegar a Barajas, uno de los valencianos (muy guapo, por cierto), hasta me llevó adonde salia mi otro vuelo (iba a Gran Canaria), y aun ahora nos escribnimos de vez en cuando por correo-e.
Y asi te podria contar más, pero ya sería pesado. He tenido suerte, y me encanta viajar en avión, quizá por lo mismo. Pero debo confesarte algo, me da miedito, sobre todo las despegadas y los aterrizajes, pero me aguanto, aunque no dejo el miedo.
Un abrazo.
Magda, aquí puedes leer historias más edificantes que las que cuentas.
http://www.milehighclub.com/tales/stories.html
Si te veo en una de esas naves, a ti también te invitaré una copa.
Salud!
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