Creo que esta entrevista que me hizo Eve Gil (debe salir en una revista aquí, en México), puede interesar por su contenido y porque me da la impresión que, algunas cosas, están más claras. Con tantas cosas que tengo que organizar a fines de este año, me cuesta concentrarme en una sola cosa y hay dispersión, pero esta entrevista no lo es. Se las dejo:
NINGUNA ESCRITURA SE COMPLETA SIN LA MIRADA DEL OTRO: PATRICIA DE SOUZA
ENTREVISTA DE EVE GIL
"Cuando escribes, de algún modo buscas completarte a través de un lector- explica la escritora peruana Patricia de Souza, a propósito de la reciente publicación de su libro Erótika, escenas de la vida sexual, por la editorial mexicana Jus-. Por eso no creo en esa cosa elitista de la literatura como algo de sabios. La literatura es una relación con el otro y ninguna escritura se completa sin la mirada del otro. Que esta sea autorizada o no, poco importa. Es simplemente la mirada del otro, por más infantil, ingenua o preparada que sea. El lenguaje es un instrumento social, que pasa por el otro.Por eso no creo en los canones ni en las estructuras aisladas."
Erótika, escenas de la vida sexual, es un libro muy especial para Patricia de Souza por varios motivos, entre otros, que es su primer libro mexicano y también su incursión en el relato, tras haber publicado exclusivamente novelas, entre otras, la extraordinaria El último cuerpo de Úrsula (Seix Barral, 2000). Patricia, no obstante, no los denomina "relatos" -aunque varios cumplen a cabalidad el formato del género -sino escenas. Un total de dieciocho escenas. Nacida en Perú en 1964, ha hecho de México una de sus "bases de operación", junto con su natal Lima, Barcelona y, sobre todo, París, donde recién se ha doctorado en literatura comparada, en La Sorbona. La entrevista se lleva a cabo en su departamento de la colonia Condesa, acompañadas de tequila y café expreso -rara combinación - y rodeadas de libros que obsesionan a Patricia en ese instante: los de la feminista peruano-francesa Flora Tristán (sujeto de su tesis de doctorado), Simone de Beauvoir y la muy criticada escritora francesa Christine Angot.
¿Cómo surge la idea de escribir estas "escenas", algo tan distinto a lo que has escrito hasta hoy?
-Surge de una petición de la propia editorial y decido hacerla. Lo que me interesa es hacer escenas de mujeres en el contexto de Hispanoamérica, el que me es más familiar. Empiezo entonces a imaginar situaciones con mujeres que podrían ser yo pero no soy yo... o soy yo en una proyección exterior. Empiezo a fabular... y me encantó la idea.
Me llama la atención que siendo latinoamericanas tus protagonistas (peruanas, mexicanas, colombianas), sean tan deshinibidas para expresar tu deseo, ¿se debe esto a tu compenetración con la literatura y la cultura francesas?
-Un ejemplo muy concreto, muy local y muy ligado a mi experiencia personal es la de las mujeres de los Andes, que tienen una deshinibición total con su deseo, eligen al compañero que les interesa sin prejuicio y sin tabúes, cosa que no ocurre en la sociedad postcolonial, tan marcada con la religión judeocristiana. Reivindico la libertad de la mujer como una adquisición occidental de sus derechos pero que tiene que ver con situaciones que datan de otra época, como la cuestión precolombina en Perú. Una de las cosas que más admiró a Flora Tristán de estas mujeres, en pleno siglo XIX, fue que salían a la calle con un ojo tapado para seducir a los hombres, manteniendo el anonimato. Finalmente, es mucho menos concreto a nivel histórico la adquisición de derechos de la mujer... no significa que no haya que luchar por ellos, pero hay espacios que se nos escapan. He manifestado en esto mi relación con ese pasado, pero al mismo tiempo estoy de acuerdo en que existe una cosa social, más o menos oficial, en la cual la deshinibición es mucho más espontánea y existe un desfase entre lo privado y lo público que yo muestro en ese libro. Socialmente no ha sido aceptada esta independencia de las mujeres latinoamericanas por ese mismo desfase.
Se lee en el primer relato o escena, titulada "Ella no está": "Recuerdo que antes de que aceptase ir a un hotel (piensa ella de él), había dudado con una cautela de género, sorprendido por su nuevo rol de género", o "En la escalera de Jacob", la narradora declara: "Siempre me han conmovido los hombres frágiles", y los denomina "pessonianos" ¿Por qué a tus personajes varones se les siente tan sensibles y vulnerables, tan pessonianos?
-Soy más una escritora libertaria, a favor de la libertad individual, sea de hombres o de mujeres. Lo que no soporto es la opresión. Por eso los hombres me parecen un poco condenados, igual que las mujeres, a un rol fijo y estereotipado. Cualquier tipo de cliché, de maniqueísmo, a nivel de lenguaje, me enardece y violenta. Quiero erosionar ese tipo de modelos que no me interesan... esos modelos anclados en la aceptación social, me gustaría removerlos. Si las mujeres nos sentimos vulnerables de pronto, ¿por qué un hombre no puede sentirse así también? La vulnerabilidad es una sensación intrínseca a la especie humana, no tiene nada que ver con una cuestión de género. Lo que me interesa es ir hacia el ser humano, hacia lo esencial de cada persona, más allá de lo genital y lo genérico... ir un poco contra una visión neo-darwinista de lo que condiciona a un hombre o a una mujer. Tanto unos como otras son personas en construcción. Somos un proyecto de trascendencia. Lo sexual tiene que ver con una cuestión sensorial, de aceptación social y de reconocimiento, pero también con un esfuerzo por trascender, de reconocimiento del otro, de ir contra la muerte... eso es muy importante. A lo mejor mis textos son muy concretos, pero lo concreto, considero, apunta hacia lo esencial. Más allá de cuerpos somos también historia espiritual y eso es lo que más me importa.
Más allá de la deshinibición sexual de tus protagonistas, tiene lugar la culpa... ¿por qué?
-Considero que la culpabilidad tiene algo que ver con la cuestión de la incompletitud. Estas mujeres y estos hombres son algo neuróticos en su relación con el cuerpo y finalmente no se llega a completar nada, mucho menos se llega al absoluto. Digamos que es como rozar con algo que parece una estrella brillante a la que nunca alcanzas a tocar. La cosa de la culpa tiene que ver con un como espacio en blanco, de vacío, de no saber. Yo veo a "el otro" como el infinito. El cuerpo del otro es el infinito. Sabemos que ese cuerpo es algo concreto, pero no solamente eso. De ahí surge el sentimiento de culpa de alguna manera. Entonces, tiene que ver con esa incompletitud que se resuelve en el instante en que llevamos una especie de misticismo en la relación con el otro para o sucumbir a esa sensación de falta. La culpa nace, pues, de la sensación de no haber completado algo, de no estar a la altura... ¿por qué, entonces, no estropearlo? Eso es un poco lo que les ocurre a las personajes de estos relatos: como saben que no van a llegar a completar nada, que no van a ser reconocidas plenamente, deciden estropearlo todo desde el principio. Hay una especie de perversión, de distancia con respecto a lo que están ejecutando, que es el acto sexual, como si dijeran: sé quien soy, sé cual es mi rol, pero quiero salir de esto. Me he dado cuenta leyéndolos a posteriori de que hay una distancia, una especie de acto sacrificial, de inmolación a través del acoplamiento con el otro. Como ser la víctima y morir. Pero en la vida misma nada se completa, todo se pierde, todo termina en algún momento.
¿Qué tan simbólico es el hecho de que todos los relatos están narrados por una voz femenina, excepto el que va justo a la mitad del libro?
-Porque finalmente la idea era una voz encarnada en mujer, una mujer concreta en una situación concreta. Pero sí siento esa alteridad con el sexo opuesto, con los hombres, es decir, en qué momento yo puedo ser el otro... y si puedes ser el otro. Puedes serlo durante momentos de conexión muy intensa, en la cual se renuncia a una misma... sin saber, claro, si con ello logras transmitir esa misma sensación al hombre con el que estás. Quise saber qué sentía un hombre porque también es interesante la alteridad. Aquí el hombre es abandonado por una mujer a la que no puede (nunca) alcanzar. Lo he hecho ya en otros textos, como en la novela La mentira de un fauno, cuyo narrador es varón. No significa nada en realidad, solo una posición más concreta, pero no que sea discursiva. He llegado a pensar que ante el desamor el hombre reacciona como la mujer: con indefensión, con desamparo. Ahí no hay género.
Hay un par de libros que se mencionan varias veces: Historia de O y La vida sexual de Catherine M. ¿Qué representan para ti estas lecturas?
-La cosa de Catherine Millet es importantísima, tiene que ver con todo un proceso en la escritura hecha por mujeres en la cual la mujer habla, desde el siglo XXI, de una manera desenfadada, concreta, socialmente muy anclada y decide usar la primera persona no obstante lo que se propone decir. Me parece, además, una estupenda escritora a pesar de que ella no se considera como tal. Luego la cuestión de Historia de O de Pauline Reage, tiene que ver con la cuestión sensorial. Antes de leerla, no podía imaginarme que las palabras tuvieran tal efecto sobre las personas. Las escenas de sexo más importantes, que son sexo pero también amor, ternura y trascendencia, tienen que ver con la frase "Yo te amo". Justo en ese momento es todo el mundo en que está envuelto en esta frase. Te das cuenta de hasta qué punto el lenguaje tiene qué ver en el sexo. Son los textos lo que cuentan, no únicamente lo visual: el oído, lo sensorial... también lo simbólico de esa frase, que hace un llamado a algo infinito que es el amor, la trascendencia y lo incondicional. Esa frase hace que en la novela de Pauline Reage eyaculen. "Yo te amo" no es una frase obscena, sino poética. Esa justamente la que los hace sentir placer. Hay que sacar al sexo de esa especie de trampa asceptizada, cuando en realidad tiene que ver con algo más complejo. Reivindicar esos textos signific reivindicar toda una tradición de libertad de pensamiento, de acción y de sentir y que da al sexo otro estatus. Es lo que quise hacer con estos textos: colocar al sexo en un plano más digno, sin separar lo espiritural de lo sensorial. Aquí el sexo es una especie de Cura.
¿Qué escribes actualmente?
-Varias cosas simultáneamente... una cosa sobre la posesión, otra más sobre la relación con la madre... una especie de homenaje a la madre, no por una cuestión matriarcal, sino una relación concreta, social, latinoamericana de relación con las madres, como una deuda también. Luego la relación con la posesión: hasta que punto alguien ama y posee al otro, hasta qué punto se puede amar sin posesión... hasta qué punto el amor puede ser un dogma. Es más una indagación espiritual. Mi libro en francés, por otro lado, es una relación de amor con el idioma francés y de desamparo con el castellano y más de amor con el francés, curiosamente. Con el francés hay una relación de posesión, de presencia, de voluntad. Nacer en otro idioma al mismo tiempo que eres parte del otro, ¿cómo estar en dos espacios lingüisticos diferentes y contruirte a partir de esos dos espacios?
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