Me he dado cuenta de que incluso en situaciones muy nuevas, de las que suelo impregnarme, llego a seguir un texto interior. Es en ese roce con los demás, con su presencia, que descubro cosas y comprendo más cosas. Poco importa si no hay una respuesta inmediata, esta se da en el interior. Es extraño, es lo que sentía ayer en una entrevista de radio aquí, en México. Posiblemente las palabras no revelaban eso, y sin embargo yo sentía alteridad, empatía.
Esta mañana me levanto con ganas de "caricia", de pliegue afectivo. No sé si porque hablo de este tema, cuerpo, eros, sensación, o porque es que cuando escribo (ficción) todos mis sentidos se agudizan, se encienden, hierven. Siempre he pensado en una utopía afectiva, en la que acercarse de los otros no sea asumido como un peligro, un riesgo sino como una aventura, un deslizarse.
Encuentro un video de Pablo Gallo, que son siempre poéticos y son esa caricia que quería en la mañana, poner la mejilla y dejar que se deslice... Ahí va:
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