La Biblioteca nacional de Francia (www.bnf.fr) acaba de poner en línea (Gálica) el manuscrito numerizado de Giacomo Casanova, Historia de mi vida. Empiezo a leerlo fascinada, la letra escrita, visible, con correcciones....
El prefacio dice esto en mi traducción: Empiezo por decirle a mi lector, que soy responsable de todo lo que he hecho de bueno y de malo en mi vida, por lo tanto me considero un hombre libre...
No es fascinante? Creo que esa es su modernidad, asumirse como sujeto activo. Y hoy empieza el éxodo citadino de semana santa. La ciudad se queda vacía, silenciosa, sin autos y sin cláxones...
Por la noche, cena, ganas de lecturas y escribir en medio de un malestar que no sé si es algo que me cayó mal, o viral, por el dolorcillo de cabeza y el cuerpo cortado. Estoica, no renunciaré a mi cena... veremos chère Walkyrie.
mercredi, mars 31, 2010
mardi, mars 30, 2010
El nacimiento del día
Uno de mis planes es traducir al castellano el libro de Colette, La naissance du jour, y así puedan leerlo otras personas. Leo el prólogo a la edición de bolsillo, de Claude Pichois: El nacimiento del día, celebra la metamorfosis de una gran escritora que, desde ese momento, va a navegar más cerca de ella, siempre en aguas profundas...
escribir es justamente es acercarse a sí misma y lograr navegar en esas aguas profundas e internas. Nada nos (me)detendrá.
escribir es justamente es acercarse a sí misma y lograr navegar en esas aguas profundas e internas. Nada nos (me)detendrá.
La otra presentación
La presentación de Yuri Herrera, que también me abrigó esa noche:
Ellos dos: sobre la soberanía del deseo
Yuri Herrera
Cuando quiero hablar de un libro que me gusta comienzo por decir de qué trata la historia, cómo enganchan las anécdotas al lector, qué hay en eso que le sucede a los personajes que me permite emocionarme hasta la última página. Para hablar de Ellos dos, la novela de Patricia de Souza, debo buscar una estrategia diferente, porque este es un libro que no se puede dejar una vez que uno lo ha comenzado, por otras razones: por su textura, por la musicalidad con que se desenvuelve, por el viaje interno que propone.
Aparentemente, Ellos dos es la historia de una separación, y de cómo la protagonista ve en los demás hombres de su vida las claves para entender qué sucedió con O, el amante de quien se ha separado. Sin embargo trata más bien de dos búsquedas: la búsqueda del otro, de lo masculino, y a través de ésta, la búsqueda que la protagonista hace de sí misma. La nómina de aquellos hombres incluye al primer marido de ella, a su abuelo a las puertas de la muerte, a su padre desaparecido, a sus amigos escritores, a un muchacho que trabaja en una hacienda, a un nuevo amante con el que se topa apenas se ha separado. En cada uno de ellos encuentra no una respuesta sino un ingrediente más del misterio de lo que significa su relación con los hombres. Aún cuando ella advierta la soberbia y aún la crueldad en algunos de ellos, invariablemente repara también en la ternura que los constituye: sus inseguridades, sus entusiasmos, la manera singular de cada uno de ser un compañero.
He mencionado que cada sujeto masculino es no una clave que resuelve la historia sino parte del misterio. Y es que en la protagonista, aunque hay una constante interrogación sobre sus afectos y sobre sus titubeos amorosos, no hay ansiedad por encontrar una verdad, una cifra que le permita definirse como algo definitivo, estable, cómodo. Ella, durante buena parte del relato y casi hasta el cierre, carece de nombre tal como el amante que ha dejado y que llama sólo O. Si no hay una historia lineal es porque lo que se quiere contar no es una anécdota con principio, desarrollo y final, sino un abanico de estados de ánimo, que proliferan página a página como un asedio sobre los deseos de ella.
Creo que el libro trabaja así: Después de que se nos ha contado que la protagonista se separó de O, la narración hace una delta deliciosa en la cual la voz narrativa va adquiriendo densidad con cada anécdota íntima que reconstruye. Anécdota íntima: no tanto los juegos amorosos sino las pequeñas revelaciones que le dan volumen a los juegos amorosos. El libro avanza obedeciendo no a una cronología lineal, sino a la de sus deseos y sus abandonos. La narradora sabe que el pasado se ha ido y que la literatura no es capaz de recuperarlo; esta certeza, en vez de provocar nostalgia, es un arma liberadora: gracias a ella es que la reconstrucción de su vida se convierte en un hecho gozoso, en la paciente tarea de articular una pátina sobre sus recuerdos. Así, dice: “Por mucho tiempo he renunciado a contar historias provistas de un argumento con causalidad y acciones convencionales. No bien empezaba a narrar, yo me aburría o sentía que me asfixiaba como si de pronto la máquina cerebral se detuviera. Nada me aburre más que contar una historia, nada me parece más aburrido que el mundo real o causal en todas sus acepciones. Sólo puedo escribir cuando siento que hay algo que va a aparecer en el camino, alguna dificultad concreta con el lenguaje que me dará ganas de continuar haciéndolo” (80).
La dificultad como argumento para la belleza. Creo que si hay alguna frase con la cual pudiera definir este libro sería esta. La dificultad de entender al otro, de lidiar con su propios dolores, de hablar de aquél que ha pasado a ser básicamente un signo vacío que no debe ser llenado a riesgo de cristalizarlo, la dificultad como un acicate para desplegar un lenguaje propio, amorosamente cuidado, de una claridad meridiana que hace tiempo no leía. Esa delta es el acontecimiento de este libro. No es casual que, cuando finalmente se nos habla de cómo inició la relación con O, de lo que lo hacía amable y lo que los separó, el personaje se retraiga rápidamente, pues a esas alturas ha quedado claro que este relato no es una diatriba ni un homenaje a un hombre, sino ese asedio de la protagonista sobre sus deseos.
Hace unas semanas escuché un programa de radio que recordé ahora con la lectura de Ellos dos. En él se hablaba de una pieza musical compuesta en 1964 por Terry Riley, que se ha convertido en un referente de la música clásica contemporánea y aún de la música electrónica. Se llama In C y es una pieza en la cual un número variado de músicos interpretan en diferentes tiempos 53 frases musicales, mientras que otro músico toca la nota Do en ocho notas repetidas. En ese programa presentaron tres versiones de la pieza, compuestas para una nueva grabación a la que se invitó a ocho músicos contemporáneos. En cada una, los compositores improvisaban sin dejar de respetar la fórmula matemática que servía como marco, y el resultado era de una belleza conmovedora; era posible advertir las similitudes en cada una, pero era claro que la nota repetida había sido dejada en un segundo plano, modesto, y que la individualidad de cada compositor pasaba al frente.
Algo similar sucede con Ellos dos. Es un libro seductor, pero no es la presencia de las anécdotas lo que seduce, ni las descripciones de los cuerpos masculinos, ni las peripecias que se suceden en un París esplendoroso; todos estos elementos, como la nota Do de aquella pieza, son apenas señales de la razón en una obra que, fragmento a fragmento, apuesta por la hermosura del misterio.
Patricia de Souza. Ellos dos. México: Jus, 2009.
Ellos dos: sobre la soberanía del deseo
Yuri Herrera
Cuando quiero hablar de un libro que me gusta comienzo por decir de qué trata la historia, cómo enganchan las anécdotas al lector, qué hay en eso que le sucede a los personajes que me permite emocionarme hasta la última página. Para hablar de Ellos dos, la novela de Patricia de Souza, debo buscar una estrategia diferente, porque este es un libro que no se puede dejar una vez que uno lo ha comenzado, por otras razones: por su textura, por la musicalidad con que se desenvuelve, por el viaje interno que propone.
Aparentemente, Ellos dos es la historia de una separación, y de cómo la protagonista ve en los demás hombres de su vida las claves para entender qué sucedió con O, el amante de quien se ha separado. Sin embargo trata más bien de dos búsquedas: la búsqueda del otro, de lo masculino, y a través de ésta, la búsqueda que la protagonista hace de sí misma. La nómina de aquellos hombres incluye al primer marido de ella, a su abuelo a las puertas de la muerte, a su padre desaparecido, a sus amigos escritores, a un muchacho que trabaja en una hacienda, a un nuevo amante con el que se topa apenas se ha separado. En cada uno de ellos encuentra no una respuesta sino un ingrediente más del misterio de lo que significa su relación con los hombres. Aún cuando ella advierta la soberbia y aún la crueldad en algunos de ellos, invariablemente repara también en la ternura que los constituye: sus inseguridades, sus entusiasmos, la manera singular de cada uno de ser un compañero.
He mencionado que cada sujeto masculino es no una clave que resuelve la historia sino parte del misterio. Y es que en la protagonista, aunque hay una constante interrogación sobre sus afectos y sobre sus titubeos amorosos, no hay ansiedad por encontrar una verdad, una cifra que le permita definirse como algo definitivo, estable, cómodo. Ella, durante buena parte del relato y casi hasta el cierre, carece de nombre tal como el amante que ha dejado y que llama sólo O. Si no hay una historia lineal es porque lo que se quiere contar no es una anécdota con principio, desarrollo y final, sino un abanico de estados de ánimo, que proliferan página a página como un asedio sobre los deseos de ella.
Creo que el libro trabaja así: Después de que se nos ha contado que la protagonista se separó de O, la narración hace una delta deliciosa en la cual la voz narrativa va adquiriendo densidad con cada anécdota íntima que reconstruye. Anécdota íntima: no tanto los juegos amorosos sino las pequeñas revelaciones que le dan volumen a los juegos amorosos. El libro avanza obedeciendo no a una cronología lineal, sino a la de sus deseos y sus abandonos. La narradora sabe que el pasado se ha ido y que la literatura no es capaz de recuperarlo; esta certeza, en vez de provocar nostalgia, es un arma liberadora: gracias a ella es que la reconstrucción de su vida se convierte en un hecho gozoso, en la paciente tarea de articular una pátina sobre sus recuerdos. Así, dice: “Por mucho tiempo he renunciado a contar historias provistas de un argumento con causalidad y acciones convencionales. No bien empezaba a narrar, yo me aburría o sentía que me asfixiaba como si de pronto la máquina cerebral se detuviera. Nada me aburre más que contar una historia, nada me parece más aburrido que el mundo real o causal en todas sus acepciones. Sólo puedo escribir cuando siento que hay algo que va a aparecer en el camino, alguna dificultad concreta con el lenguaje que me dará ganas de continuar haciéndolo” (80).
La dificultad como argumento para la belleza. Creo que si hay alguna frase con la cual pudiera definir este libro sería esta. La dificultad de entender al otro, de lidiar con su propios dolores, de hablar de aquél que ha pasado a ser básicamente un signo vacío que no debe ser llenado a riesgo de cristalizarlo, la dificultad como un acicate para desplegar un lenguaje propio, amorosamente cuidado, de una claridad meridiana que hace tiempo no leía. Esa delta es el acontecimiento de este libro. No es casual que, cuando finalmente se nos habla de cómo inició la relación con O, de lo que lo hacía amable y lo que los separó, el personaje se retraiga rápidamente, pues a esas alturas ha quedado claro que este relato no es una diatriba ni un homenaje a un hombre, sino ese asedio de la protagonista sobre sus deseos.
Hace unas semanas escuché un programa de radio que recordé ahora con la lectura de Ellos dos. En él se hablaba de una pieza musical compuesta en 1964 por Terry Riley, que se ha convertido en un referente de la música clásica contemporánea y aún de la música electrónica. Se llama In C y es una pieza en la cual un número variado de músicos interpretan en diferentes tiempos 53 frases musicales, mientras que otro músico toca la nota Do en ocho notas repetidas. En ese programa presentaron tres versiones de la pieza, compuestas para una nueva grabación a la que se invitó a ocho músicos contemporáneos. En cada una, los compositores improvisaban sin dejar de respetar la fórmula matemática que servía como marco, y el resultado era de una belleza conmovedora; era posible advertir las similitudes en cada una, pero era claro que la nota repetida había sido dejada en un segundo plano, modesto, y que la individualidad de cada compositor pasaba al frente.
Algo similar sucede con Ellos dos. Es un libro seductor, pero no es la presencia de las anécdotas lo que seduce, ni las descripciones de los cuerpos masculinos, ni las peripecias que se suceden en un París esplendoroso; todos estos elementos, como la nota Do de aquella pieza, son apenas señales de la razón en una obra que, fragmento a fragmento, apuesta por la hermosura del misterio.
Patricia de Souza. Ellos dos. México: Jus, 2009.
lundi, mars 29, 2010
La hija, presentación...
Según Bergson, el filósofo primo hermano de Marcel Proust que recibiría el nóbel de literatura, recuperamos el pasado para construir el presente a través de la inteligencia: nuestra inteligencia produce ese acuerdo de lo idéntico, haciendo que el yo sea idéntico a sí mismo y produzca esa sensación unidad. Por eso, a veces soy la hija de mi madre que no puese ser madre, y no puedo hacer que se una mi yo con el exterior, mi propia imagen está fragmentada, atravesada por todos esos tiempos, esas imágenes discordes que me envían desde lejos. Es cuando debo escribir, al hacerlo, recupero una cierta identidad. Es decir, nada me hace más presente que escribir, la propia mirada que yo tengo sobre mí misma. No es una imagen fija, si no creativa, produzco identidad cuando escribo....
Cuelgo el teléfono y dejo de ser la hija, la hermana, la madre que no desea ser madre, para ser yo misma. Solo por un tiempo compongo, me recompongo, hago mi música...
Enseguida cuelgo la cálida presentación de Ana Clavel:
Ellos dos de Patricia de Souza
Ana Clavel
Hay escritores y escritoras que escriben sobre el mundo y sus veleidades. Escrituras que salen de sí y exploran el horizonte para contarlo o recrearlo. A esa saga pertenecen plumas tan variadas como la de Jules Verne, cuya Vuelta al mundo en 80 días me puso a mí a girar por primera vez, a los once años, en el universo deslumbrante de la palabra y la ficción que lo mismo zarpa en un vapor, que surca los aires en un globo aerostático, que se trepa a una locomotora en una literatura de viaje y aventuras.
Pero hay otros libros que son más intimistas y recrean sobre todo el mundo interior de los personajes en una inversión de lo novelesco objetivo canónico. Un ejemplo notable que recuerdo de este otro tipo de escritura es La muerte en Venecia de Thomas Mann, que recrea el punto de vista de un hombre maduro deslumbrado por la belleza de un adolescente, en una suerte de canto agónico de la vida que se escapa como una herida irremediable.
Hay otras escrituras que son todavía más intrínsecas, más vertidas sobre sí mismas, que hacen de la escritura su objeto novelesco. Cómo no recordar entonces el comienzo de El grafógrafo, de Salvador Elizondo, cuando escribe: “Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo…”
En este acto solipsista de la escritura hay una variante desarrollada especialmente por escritoras que me lleva a considerar que la escritura puede, con todo derecho, asumir un género: escritoras como Marguerite Duras, Clarice Lispector, Alejandra Pizarnik emparentan la escritura de la escritura misma pero con una variante singular: escriben que escriben desde el cuerpo con el que escriben. Tal vez a una persona sensata y sensible esto podría parecerle una tautología, una verdad de Perogrullo, pero no, la mayoría de los escritores varones que escriben sobre el acto de escribir lo hacen con la cabeza, con una racionalidad que muchas veces raya en lo abstracto, una cuasi metafísica y ontología de la escritura.
A esa otra saga para la cual la escritura se escribe desde el ser del cuerpo como una entidad suprasensible pero no menos inquietante y racional, pertenece Ellos dos de Patricia de Souza. Se trata de una literatura que declaradamente abomina de contar historias del mundo real o causal, que erige al yo y al cuerpo en que se asienta ese yo como principio estructurador de la vida y de la escritura misma. Escribe la protagonista:
“Todas esas frases que me hablan desde dentro, que hablan en mí mientras camino, las asumo como esa necesidad de ser un texto íntegro; que toda mi vida, mi cuerpo, sea un cuerpo escrito, solo reconocible en la escritura, y no sé si pueda, no sé si pueda desenrollar una vida como un texto larguísimo, desde el comienzo hasta el final” (p. 97).
En principio nos encontramos ante lo que, en términos argumentales, sería una “historia de desamor y de duelo” en la que la escritura de la protagonista y narradora, como proceso vital, se convierte en el instrumento idóneo para entender y desmadejar la telaraña neurótica que subyace a la separación de sus amantes y relaciones masculinas: O, Lies, Jacob, Eric, Jean, o su propio padre que la han llevado a asumir cartas de extranjería lo mismo en Francia, Inglaterra y España, que en su Perú natal.
Pero lejos de situarse en el horizonte de la víctima que es abandonada o rechazada, esta escritura nos enfrenta a una modalidad de mujer que siguiendo sus procesos creativos y personales se erige como una conciencia en conflicto que pone en jaque los modelos tradicionales de relación. Es ella, y no ellos, quien examina y problematiza los encuentros y desencuentros cotidianos; ella, quien antepone las barreras del aislamiento y la separación neurótica; ella, quien se aparta de los hombres de su vida y… los abandona. Ella quien toma la dirección del barco de la novela, ella quien, contraria a la dominación patriarcal, se atreve a asumir su propia voz. Cito: “Es como si las mujeres recibiéramos una educación para no es-tar vivas, sino siempre ausentes, y solo en tanto que espectadoras. No ha-blar en primera persona, no atreverse, es ser cómplice de ese silencio” (66).
Y ese hablar en primera persona, racionalizándolo y somatizándolo todo, es también una escritura que se tiende sobre el vacío como el único puente, el único asidero para explicar la existencia y darle sentido. Experiencias semejantes –la escritura como arma y tabla de salvación— son visibles en la obra de Lispector y Pizarnik. En ellas, como en Souza, se pone en evidencia el nodo de esta escritura vivencial: el ser de uno, de una, la protagonista, en batalla con el otro, asumido como una experiencia trascendental e imposible, pero a la vez irrenunciable: la lucha con el otro, el ángel por ensoñado, ese ángel que en su otredad, en su ser ajeno, es siempre atrayente y aterrador. No en balde el atinado epígrafe de Rilke que preside las páginas de Ellos dos: “Todo ángel es aterrador”.
Pero con todo, el deseo de comunión, de comunicación, persiste. Es un deseo en el que se anudan vida, escritura y cuerpo como una pulsión extrema y única que también confiere identidad y autoconocimiento. No sólo ante el sujeto amoroso, sino hacia el origen en la figura del padre y la nacionalidad misma –en este caso, peruana--, trasegada por la orfandad y las contradicciones y abusos de la dominación, el mestizaje e incluso la guerrilla. Así la autora, desde la marginalidad de un ser que detiene y contiene el pulso de la vida con el acto de la escritura, disecta y deconstruye mitos, modelos, ideologías en un rearmado fluctuante y azaroso que tiene mucho de revulsión y catarsis iluminadora.
Insistiré también en la importancia del cuerpo porque la novela misma lo hace. Por un lado, el cuerpo como punto cardinal, asidero, brújula en una navegación no por íntima menos racionalizadora del universo. Una navegación que entre sus altas mareas metafísicas o existenciales no se aparta de la dimensión material, física, erótica, carnal de su condición primera. Escribe Souza:
“… ¿qué se puede inventar para salir de sí misma? Un cuerpo es un cuerpo extendido sobre el espacio, sobre la cama, sobre la almohada, ese cuerpo suyo, que se pegó al mío mientras dormimos juntos por varios días, como si hubiese logrado entrar en una parte íntima de él, sin importar las diferencias que nos separaban y sin dejar de ser un extraño en mi vida. Había decidido acompañarlo porque no sabía muy bien adónde ir ni con quién, y en mi desorientación, su cuerpo, todo el, operaban en forma de brújula. Sí, en medio de un París de invierno, hostil y austero, él era mi única orientación. Pese a ese hecho, su cuerpo estaba tan vivo que me resultaba doloroso sentir que no me pertenecería completamente, que no podía desearlo y que estaba prisionero de algo inédito, una forma de huella desconocida.” (p. 26)
Pero si la escritura es una extensión pulsional del cuerpo, ¿cómo no suponer que la novela misma es un cuerpo alterno de quien lo escribe? Entonces nos enfrentamos a una novela fragmentaria y orgánica como la experiencia apátrida y desmembrada de la protagonista, una novela surcada de jirones de piel y de conciencia como los duelos y fulguraciones que la habitan, una novela que se enreda en laberintos neuróticos como la búsqueda vehemente de su conflicto original, una novela que surge a borbotones como la sal y la sangre de la boca de un náufrago que, sin embargo, se obstina en darnos cuenta de su gloria y de su perdición. No es gratuito entonces que las partes que la conforman sean “La pérdida” y “La afasia”, esa otra pérdida de la capacidad de hablar y comprender el lenguaje. Por eso, porque escritura y existencia son una unidad intrínseca, la autora escribe en un momento de lucidez mórbida de su proceso vital:
“Creo que en el fondo me he quedado vacía, sin texto, sin algo que decir, es como si cuerpo no tuviese esqueleto, sino una estructura blanda, incapaz de sostenerlo en pie. […] Tal vez si entendiese qué me sucede no escribiría, no tengo nada que contar, pero necesito con todas mis fuerzas decir algo para no perderme definitivamente, en el fondo para no perder la razón y padecer un caos total en mi lenguaje, no saber existir.” (p. 93)
Y es aquí, en este desarmarse del cuerpo como escritura, en este descubrir la vulnerabilidad propia frente al otro, que surge cardinal la luz neblinosa del deseo y con él, las aguas proteicas del reconocimiento como en estas líneas magistrales con que culmina ese proceso de desarticulación y navegación entre las sombras de las palabras: “No sé si conozco algo más de mí, no tengo la menor idea, tardaré en saberlo, y si nunca llego a entender qué sucede en mi relación con los hombres, tampoco importa. Fijo mi residencia en este terreno desconocido, en esta casa sin número, sin techo, desde donde puedo mirar libremente el cielo. Lo que importa es que siga en movimiento, la combustión de ese deseo, ese movimiento. De todas formas nunca renunciaré a mi deseo…” (p. 124).
Ellos dos, título ambiguo, polivalente, lúdico, sugestivo, es mucho más que una historia de duelo y desamor, es una tentativa de convertir la escritura en un cuerpo que se retrae a las violencias ideológicas imperantes para hacer oír una voz disidente: lúcida y personal, íntima y necesaria.
Cuelgo el teléfono y dejo de ser la hija, la hermana, la madre que no desea ser madre, para ser yo misma. Solo por un tiempo compongo, me recompongo, hago mi música...
Enseguida cuelgo la cálida presentación de Ana Clavel:
Ellos dos de Patricia de Souza
Ana Clavel
Hay escritores y escritoras que escriben sobre el mundo y sus veleidades. Escrituras que salen de sí y exploran el horizonte para contarlo o recrearlo. A esa saga pertenecen plumas tan variadas como la de Jules Verne, cuya Vuelta al mundo en 80 días me puso a mí a girar por primera vez, a los once años, en el universo deslumbrante de la palabra y la ficción que lo mismo zarpa en un vapor, que surca los aires en un globo aerostático, que se trepa a una locomotora en una literatura de viaje y aventuras.
Pero hay otros libros que son más intimistas y recrean sobre todo el mundo interior de los personajes en una inversión de lo novelesco objetivo canónico. Un ejemplo notable que recuerdo de este otro tipo de escritura es La muerte en Venecia de Thomas Mann, que recrea el punto de vista de un hombre maduro deslumbrado por la belleza de un adolescente, en una suerte de canto agónico de la vida que se escapa como una herida irremediable.
Hay otras escrituras que son todavía más intrínsecas, más vertidas sobre sí mismas, que hacen de la escritura su objeto novelesco. Cómo no recordar entonces el comienzo de El grafógrafo, de Salvador Elizondo, cuando escribe: “Escribo. Escribo que escribo. Mentalmente me veo escribir que escribo y también puedo verme ver que escribo. Me recuerdo escribiendo ya y también viéndome que escribía. Y me veo recordando que me veo escribir y me recuerdo viéndome recordar que escribía y escribo viéndome escribir que recuerdo haberme visto escribir que me veía escribir que recordaba haberme visto escribir que escribía y que escribía que escribo que escribía. También puedo imaginarme escribiendo que ya había escrito que me imaginaría escribiendo que había escrito que me imaginaba escribiendo que me veo escribir que escribo…”
En este acto solipsista de la escritura hay una variante desarrollada especialmente por escritoras que me lleva a considerar que la escritura puede, con todo derecho, asumir un género: escritoras como Marguerite Duras, Clarice Lispector, Alejandra Pizarnik emparentan la escritura de la escritura misma pero con una variante singular: escriben que escriben desde el cuerpo con el que escriben. Tal vez a una persona sensata y sensible esto podría parecerle una tautología, una verdad de Perogrullo, pero no, la mayoría de los escritores varones que escriben sobre el acto de escribir lo hacen con la cabeza, con una racionalidad que muchas veces raya en lo abstracto, una cuasi metafísica y ontología de la escritura.
A esa otra saga para la cual la escritura se escribe desde el ser del cuerpo como una entidad suprasensible pero no menos inquietante y racional, pertenece Ellos dos de Patricia de Souza. Se trata de una literatura que declaradamente abomina de contar historias del mundo real o causal, que erige al yo y al cuerpo en que se asienta ese yo como principio estructurador de la vida y de la escritura misma. Escribe la protagonista:
“Todas esas frases que me hablan desde dentro, que hablan en mí mientras camino, las asumo como esa necesidad de ser un texto íntegro; que toda mi vida, mi cuerpo, sea un cuerpo escrito, solo reconocible en la escritura, y no sé si pueda, no sé si pueda desenrollar una vida como un texto larguísimo, desde el comienzo hasta el final” (p. 97).
En principio nos encontramos ante lo que, en términos argumentales, sería una “historia de desamor y de duelo” en la que la escritura de la protagonista y narradora, como proceso vital, se convierte en el instrumento idóneo para entender y desmadejar la telaraña neurótica que subyace a la separación de sus amantes y relaciones masculinas: O, Lies, Jacob, Eric, Jean, o su propio padre que la han llevado a asumir cartas de extranjería lo mismo en Francia, Inglaterra y España, que en su Perú natal.
Pero lejos de situarse en el horizonte de la víctima que es abandonada o rechazada, esta escritura nos enfrenta a una modalidad de mujer que siguiendo sus procesos creativos y personales se erige como una conciencia en conflicto que pone en jaque los modelos tradicionales de relación. Es ella, y no ellos, quien examina y problematiza los encuentros y desencuentros cotidianos; ella, quien antepone las barreras del aislamiento y la separación neurótica; ella, quien se aparta de los hombres de su vida y… los abandona. Ella quien toma la dirección del barco de la novela, ella quien, contraria a la dominación patriarcal, se atreve a asumir su propia voz. Cito: “Es como si las mujeres recibiéramos una educación para no es-tar vivas, sino siempre ausentes, y solo en tanto que espectadoras. No ha-blar en primera persona, no atreverse, es ser cómplice de ese silencio” (66).
Y ese hablar en primera persona, racionalizándolo y somatizándolo todo, es también una escritura que se tiende sobre el vacío como el único puente, el único asidero para explicar la existencia y darle sentido. Experiencias semejantes –la escritura como arma y tabla de salvación— son visibles en la obra de Lispector y Pizarnik. En ellas, como en Souza, se pone en evidencia el nodo de esta escritura vivencial: el ser de uno, de una, la protagonista, en batalla con el otro, asumido como una experiencia trascendental e imposible, pero a la vez irrenunciable: la lucha con el otro, el ángel por ensoñado, ese ángel que en su otredad, en su ser ajeno, es siempre atrayente y aterrador. No en balde el atinado epígrafe de Rilke que preside las páginas de Ellos dos: “Todo ángel es aterrador”.
Pero con todo, el deseo de comunión, de comunicación, persiste. Es un deseo en el que se anudan vida, escritura y cuerpo como una pulsión extrema y única que también confiere identidad y autoconocimiento. No sólo ante el sujeto amoroso, sino hacia el origen en la figura del padre y la nacionalidad misma –en este caso, peruana--, trasegada por la orfandad y las contradicciones y abusos de la dominación, el mestizaje e incluso la guerrilla. Así la autora, desde la marginalidad de un ser que detiene y contiene el pulso de la vida con el acto de la escritura, disecta y deconstruye mitos, modelos, ideologías en un rearmado fluctuante y azaroso que tiene mucho de revulsión y catarsis iluminadora.
Insistiré también en la importancia del cuerpo porque la novela misma lo hace. Por un lado, el cuerpo como punto cardinal, asidero, brújula en una navegación no por íntima menos racionalizadora del universo. Una navegación que entre sus altas mareas metafísicas o existenciales no se aparta de la dimensión material, física, erótica, carnal de su condición primera. Escribe Souza:
“… ¿qué se puede inventar para salir de sí misma? Un cuerpo es un cuerpo extendido sobre el espacio, sobre la cama, sobre la almohada, ese cuerpo suyo, que se pegó al mío mientras dormimos juntos por varios días, como si hubiese logrado entrar en una parte íntima de él, sin importar las diferencias que nos separaban y sin dejar de ser un extraño en mi vida. Había decidido acompañarlo porque no sabía muy bien adónde ir ni con quién, y en mi desorientación, su cuerpo, todo el, operaban en forma de brújula. Sí, en medio de un París de invierno, hostil y austero, él era mi única orientación. Pese a ese hecho, su cuerpo estaba tan vivo que me resultaba doloroso sentir que no me pertenecería completamente, que no podía desearlo y que estaba prisionero de algo inédito, una forma de huella desconocida.” (p. 26)
Pero si la escritura es una extensión pulsional del cuerpo, ¿cómo no suponer que la novela misma es un cuerpo alterno de quien lo escribe? Entonces nos enfrentamos a una novela fragmentaria y orgánica como la experiencia apátrida y desmembrada de la protagonista, una novela surcada de jirones de piel y de conciencia como los duelos y fulguraciones que la habitan, una novela que se enreda en laberintos neuróticos como la búsqueda vehemente de su conflicto original, una novela que surge a borbotones como la sal y la sangre de la boca de un náufrago que, sin embargo, se obstina en darnos cuenta de su gloria y de su perdición. No es gratuito entonces que las partes que la conforman sean “La pérdida” y “La afasia”, esa otra pérdida de la capacidad de hablar y comprender el lenguaje. Por eso, porque escritura y existencia son una unidad intrínseca, la autora escribe en un momento de lucidez mórbida de su proceso vital:
“Creo que en el fondo me he quedado vacía, sin texto, sin algo que decir, es como si cuerpo no tuviese esqueleto, sino una estructura blanda, incapaz de sostenerlo en pie. […] Tal vez si entendiese qué me sucede no escribiría, no tengo nada que contar, pero necesito con todas mis fuerzas decir algo para no perderme definitivamente, en el fondo para no perder la razón y padecer un caos total en mi lenguaje, no saber existir.” (p. 93)
Y es aquí, en este desarmarse del cuerpo como escritura, en este descubrir la vulnerabilidad propia frente al otro, que surge cardinal la luz neblinosa del deseo y con él, las aguas proteicas del reconocimiento como en estas líneas magistrales con que culmina ese proceso de desarticulación y navegación entre las sombras de las palabras: “No sé si conozco algo más de mí, no tengo la menor idea, tardaré en saberlo, y si nunca llego a entender qué sucede en mi relación con los hombres, tampoco importa. Fijo mi residencia en este terreno desconocido, en esta casa sin número, sin techo, desde donde puedo mirar libremente el cielo. Lo que importa es que siga en movimiento, la combustión de ese deseo, ese movimiento. De todas formas nunca renunciaré a mi deseo…” (p. 124).
Ellos dos, título ambiguo, polivalente, lúdico, sugestivo, es mucho más que una historia de duelo y desamor, es una tentativa de convertir la escritura en un cuerpo que se retrae a las violencias ideológicas imperantes para hacer oír una voz disidente: lúcida y personal, íntima y necesaria.
Si les interesa...
taller de literatura erótica
La literatura erótica ha sido una de las puertas para pensar con libertad: la
relación de las personas con la sociedad, con la religión, así como la situación de
la mujer en el mundo. Este taller pretende introducir a los lectores a la literatura
erótica, hacerles pensar el tema del deseo como un problema del sujeto y su
libertad. Para ello empezaremos con la lectura de algunos textos clásicos, indispensables
para la comprensión del tema y su análisis.
Impartido por: Patricia de Souza
Duración: 4 semanas
Horario: lunes 18:00 a 20:00 hrs
Costo: $1,200*
Informes e inscripciones
Orizaba No. 127 Col. Roma, México D.F. C.P. 06700
Tels. 5264 1421 y 5264 3039 | www.atrio.com.mx
samedi, mars 27, 2010
POST, post
Las presentaciones siempre son un epifenómeno que está más destinado a los amigoas y a la familia, a los más cercanos, ceremonia concluída, faltan justamente esas personas, aunque tengo que decir que las presentaciones, las dos, la de Yuri Herrera y la de Ana Clavel, han sido inteligentes, generosas, involucradas, hasta el punto que pasamos una buena hora discutiendo, frente a un selecto público, de temas de la novela actual. Ya de noche, nos fuimos a comer algo, yo miraba las sombras copiosas de los árboles del parque México, luego a Olivier, envuelto en su saco marron, a mis amigas, luego la noche, la noche de México, cerrada, profunda, casi impenetrable. ¿Qué es lo que no penetro de México?, no sé, un punto ciego en la historia y en las costumbre de este país, una especie de sentimiento de "paraíso perdido", tal vez. Cuando leo cosas de Malcolm Lowry pienso que no soy la única, tengo que iluminar mi camino.
El sol de México, ese sol siempre radiante, luminoso... indiferente. Tenemos un almuerzo, las ganas de una conversación larga, y sosegada, como las que suelo tener con mis amigoas más cercanos... es una cuestión de estado, de querer disfrutar del sol, de este cielo...
El sol de México, ese sol siempre radiante, luminoso... indiferente. Tenemos un almuerzo, las ganas de una conversación larga, y sosegada, como las que suelo tener con mis amigoas más cercanos... es una cuestión de estado, de querer disfrutar del sol, de este cielo...
jeudi, mars 25, 2010
La carta de Malcolm Lowry a su editor
Hace poco compré en una edición mexicana la carta que Malcolm Lowry escribe a su editor inglés, quien le manda un informe de lectura sobre Bajo el volcán, no muy favorable, que hizo que su editor sugiriese cortar tres cuartas partes del libro. Lowry responde en una larguísima carta, punto por punto, que vale por una clase magistral de literatura. En esa carta explica algunas de las razones por las cuales considera por ejemplo neceserio que el primer capítulo sea extenso y denso: Es cierto que la novela es un poco lenta para despegar, y el lector no se equivoca al sentir esta debilidad (...) yo diría que el primer capítulo es indispensable porque marca, aunque el lector no se sé cuenta, la atmósfera y el tono del libro, así como la tristeza y el ritmo lento, trágico y melancólico típicos de México.
... Definitivamente, me atrevo a pretender que el libro es infinitamente más denso, profundo y logrado, infinitamente mejor concebido y desarrollado de lo que considera su lector...
Creo que hay ser firmes cuando defendemos un libro, una posición vital, una lectura del mundo. Solo eso nos da lo que de alguna manera buscamos con los libros, al menos yo sí, bienestar...
... Definitivamente, me atrevo a pretender que el libro es infinitamente más denso, profundo y logrado, infinitamente mejor concebido y desarrollado de lo que considera su lector...
Creo que hay ser firmes cuando defendemos un libro, una posición vital, una lectura del mundo. Solo eso nos da lo que de alguna manera buscamos con los libros, al menos yo sí, bienestar...
mercredi, mars 24, 2010
preámbulo, desposeída
Me quedo algo "desposeída" luego de tanto hablar. Creo que yo nunca me fijo en una sola idea, si no que cada pregunta me lleva por geografías distintas. Y eso me sorprende y me fascina, es que elaboro apoyándome en la mirada y el lenguaje del otroa... Seré dialéctida? Además, algo que reconforta en todo esto, es que los lectores y lectoras muestran una sensibilidad afinada, porosa, comprometida. Eso, es un estimuli inmenso, que no tiene comparación. Y si hay instantes de conflicto, de no saber cómo acomodarse a ese objeto libro que se vuelve un espejo, un espejo en el que Narcisa no se ve siempre con claridad sino como Otra, otros... es la mejor compensación. Yo no quiero, no puedo, por razones de conviccción (morales, filosóficas), aceptar que la literatura se convierta en un hecho elitista, decorativo y aislado. Si somos lenguaje, los libros son su mejor laboratorio humano, y, en ese sentido, estoy convencida de que tienen un efecto reparador en aquelloas que los leen. Mañana es 25 y es el cumpleaños de mi padre que está en Lima. Yo estaré aquí, presentando mi libro, por rito, por celebración. Están todoas invitadoas...
lundi, mars 22, 2010
Estoy, estamos, felices que la izquierda haya pasado en Francia
A punto de salir a las entrevistas. De buen humor, ayer, la izquierda francesa pasó delante de la derecha con 56 % de los votos en las elecciones regionales, aunque hubo un nivel alto de abstención (confusión, desconcierto, los discursos de izquierda y derecha se han echo menos comprensibles, salvo cuando tocan a la emigración, los culpables de todo para la derecha). Martine Aubry y Segolene Royal salen fortalecidas, y tanto mejor, es que... basta oír, mirar las expresiones d elas personas que se dicen de derecha, para leer un miedo, temor de que el mundo no sea plano y previsible, por qué tanto miedo?? Mi temor, pequeño, pequeñísimo, porque siempre confío: que no logre establecer una dialéctica con mis intorlocutores, ni aquí, ni allá, ni hoy, ni nunca. Lo importante es poder sentir, aunque sea de manera efímera, que tendemos un puente, de que transmitimos y Producimos algo... Escucho el disco que vino con la revista Les inrrokuptibles, bueno, buenísimo. Sí hay que ser incorruptibles...
Olivier me ha traido mis libros!!
Colette
Victor Segalem
La biografía de Simone Veil...
revistas, escucho el albúm que trajo los Inrrok...
La AGENDA DE ENTREVISTAS DE PATRICIA DE SOUZA (ELLOS DOS) LUNES 22 DE MARZO
HORARIO
MEDIO
RESPONSABLE
10:00
10:30
Provincia
Radio UdeG
Sara Mascarúa (teléfono)
Alfredo Sánchez (teléfono)
10:45
Esquire
Javier Pérez (teléfono)
11:20
Vértigo
Anabel Ballesta
12:10
Radio Ibero
Isabel Hernández (teléfono)
12:30
Palabras Malditas
Javier Moro
13:15
Dónde Ir
Sujey Rodríguez
14:00
ALIMENTOS
ALIMENTOS
15:00
Tiempo libre
Judith Bravo
15:40
Revista Opción (ITAM)
Andrea González
MARTES 23 DE MARZO
10:30
El Gráfico
Miguel Ángel González
11:00
Bleu & Blanc
Úrsula Fuentesberain
11:30
Sistema de Radio y TV Mexiquense
Alfredo Ortiz
12:00
La Razón
Lizeth de Anda
Olivier me ha traido mis libros!!
Colette
Victor Segalem
La biografía de Simone Veil...
revistas, escucho el albúm que trajo los Inrrok...
La AGENDA DE ENTREVISTAS DE PATRICIA DE SOUZA (ELLOS DOS) LUNES 22 DE MARZO
HORARIO
MEDIO
RESPONSABLE
10:00
10:30
Provincia
Radio UdeG
Sara Mascarúa (teléfono)
Alfredo Sánchez (teléfono)
10:45
Esquire
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11:20
Vértigo
Anabel Ballesta
12:10
Radio Ibero
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12:30
Palabras Malditas
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13:15
Dónde Ir
Sujey Rodríguez
14:00
ALIMENTOS
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15:00
Tiempo libre
Judith Bravo
15:40
Revista Opción (ITAM)
Andrea González
MARTES 23 DE MARZO
10:30
El Gráfico
Miguel Ángel González
11:00
Bleu & Blanc
Úrsula Fuentesberain
11:30
Sistema de Radio y TV Mexiquense
Alfredo Ortiz
12:00
La Razón
Lizeth de Anda
dimanche, mars 21, 2010
Notas
entrevista a Régis Debray de Ali Badou.
TD: un país tiene un alma cuando sabe mantener su diferencia, y su independencia. Cuando sabe decir no. Cuando mantiene su personalidad...
Crítica feroz al te deum planetario a la muerte de Michael Jackson...
http://sites.radiofrance.fr/chaines/france-culture2/emissions/radio-libre2/index.php?emission_id=160060185
Lo mismo podemos decir que seguimos poseyendo un alma si decimos no por dignidad, para no deblegarnos, no desaparecer como personas... y yo, je dégage a l'aéroport...
TD: un país tiene un alma cuando sabe mantener su diferencia, y su independencia. Cuando sabe decir no. Cuando mantiene su personalidad...
Crítica feroz al te deum planetario a la muerte de Michael Jackson...
http://sites.radiofrance.fr/chaines/france-culture2/emissions/radio-libre2/index.php?emission_id=160060185
Lo mismo podemos decir que seguimos poseyendo un alma si decimos no por dignidad, para no deblegarnos, no desaparecer como personas... y yo, je dégage a l'aéroport...
Nouveau roman
Me sorprendió ver ayer una intervención a propósito de la celebración de la "Francofonía", que se celebra como un modelo de diversidad, del francés como idioma que aglutina, que recorre y tiende puentes. Pero sabemos que los idiomas es también hegemonía, y hegemonía económica. El prestigio cultural de un idioma no se abre paso fácilmente (eso lo saben los catalanes, los bretones, los quechua, los aymaras... ), y sin embargo, yo creo que sea lo más importante. Es decir, su capacidad de simbolizar, de representar. Pero, decía, la intervención, era a propósito del Nouveau roman y esta persona, editora, lo responsabilizaba de ser el origen de un cierto "desprestigio" de la literatura francesa (sic)frente a la anglosajona; los acusaba de haberse echado abajo un paradigna cultural: el de la novela como espejo de la realidad. Es un poco sorprendente, por que es como si dijesen que Marcel Duchamp tiene la culpa de que exista arte conceptual, o pop, y de que el arte en general haya bajado al ruedo para ponerse a la altura de los espectadores y por qué no, inclinarse ante ellos. Sin esa mirada que reconoce el gesto de Duchamp, no existe el readymade!
La crisis que refleja el Nouveau roman fue una crisis con el lenguaje y su poder de representación, debido a hechos dolorosos, como la Segunda Guerra mundial que marcó un corte definitivo con el siglo XIX. Adivino que Nathalie Sarraute, Becket y Alain Robbe-Grillet se hubiesen quedado perplejos, de estar vivoas, de esa acusación, injusta y exagerada. La novela, y la contemporánea, refleja, de hecho una lectura del mundo, una visión del tiempo, del espacio, para animar (ánima) un uniervso que no es real. De ahí que cueste aceptar que el mundo no es lineal, ni racional, si no que es como es más como un torbellino, y que se modifica constantemente con nuestra mirada...
Es decir, hay que leer a los del Nouveau roman, para comprenderlos, como hay que transitar por el arte moderno, sin complejos. El prólogo de Jean-Paul Sartre a la novela de N. Sarraute, "la anti-novela, al hablar de Tropismos, es excelente.
No pasa nada si leemos estos libros, no se produce ninguna explosión de valores, y no es necesaria una inquisición... dijeron, la tierra no es redonda??
La crisis que refleja el Nouveau roman fue una crisis con el lenguaje y su poder de representación, debido a hechos dolorosos, como la Segunda Guerra mundial que marcó un corte definitivo con el siglo XIX. Adivino que Nathalie Sarraute, Becket y Alain Robbe-Grillet se hubiesen quedado perplejos, de estar vivoas, de esa acusación, injusta y exagerada. La novela, y la contemporánea, refleja, de hecho una lectura del mundo, una visión del tiempo, del espacio, para animar (ánima) un uniervso que no es real. De ahí que cueste aceptar que el mundo no es lineal, ni racional, si no que es como es más como un torbellino, y que se modifica constantemente con nuestra mirada...
Es decir, hay que leer a los del Nouveau roman, para comprenderlos, como hay que transitar por el arte moderno, sin complejos. El prólogo de Jean-Paul Sartre a la novela de N. Sarraute, "la anti-novela, al hablar de Tropismos, es excelente.
No pasa nada si leemos estos libros, no se produce ninguna explosión de valores, y no es necesaria una inquisición... dijeron, la tierra no es redonda??
samedi, mars 20, 2010
Contra el clonaje y la homogeneidad
No hay nada que me deprima más que pensar una posible existencia en un mundo homogéneo, sin relieves, liso y plano. Es cierto que con el tiempo nos sorprendemos menos, pero mientras esté viva, la duda, la curiosidad y la imaginación, nada nos parecerá igual. Por eso las voces que se levantan contra el lado perverso de la globalización, que quita el alma a las cosas, las hace banales, virtuales, fofas, me parece importante.Vivimos en una época en que todo el mundo quiere parecer A... y menos a sí mismoas, en que todas las mujeres quieren la boca como la actriz X, o los ojos como la otra actriz norteamericana, y los hombres como X o Y, bajo los efectos sedativos de la hegemonía de los modelos de belleza y bienestar, que utiliza un modelo biológico y medio dictador, por ejemplo, de mente sana en cuerpo sano (sic). La obsesión por el gimnasio, las comidas, bio, la prohibición del exceso, tiene su lado horrible: que convierte a las personas ne zombies, en esclavas de su imagen, y eso, es patético.
La economía nos ha hecho creer (y sigue haciendo creer) que el lujo está en los objetos, y está en nosotroas (en el uso, en el valor de intercambio que le otorgamos de manera independiente, en su valor humano). Nos ha hecho aspirar a poseer cosas que no tienen un uso más allá del factual: se puede estar rodeada de lujo y sentirse en la miseria, lo importante es lo que representa esa ideología del poseer y del consumo cuando casi la mitad del planeta se muere de hambre y cuando no sabemos vivir con los demás para compartir una vida más generosa, más digna.
El probelma es que la Economía simboliza una serie de valores que se mantienen protegidos por los medios de comunicación (o alienación) y que nadie los cuestiona... salvo... algunoas...
Aunque son cada vez más, créanme.....
Se clonan también las ideas: todoas escriben más o menos igual, mass-medias, y no sé qué jerga de FB o Twitter.. puaf! qué aburrido, pocoas cuestionan el reinado de la economía, todo el mundo se arrodilla (una artículo de El país justamente decía que los jóvenes veían el mapa del planeta dominado por Estados unidos, y la China) ante ella como el valor más importante, sin entender que ese no puede, no debe ser el único. México se quiere parecer a Estados Unidos, y la China no sabemos bien a qué se quiere parecer, aunque parece que también a los Estados Unidos, Y ellos ¿a quién desean parecerse? Nadie lo sabe en esa torre de Babel, aunque los individuoas quizás sean los únicos en saberlo... más que sus dirigentes... Pues justamente, esa identidad no es genética, ni es hormonal (ni masculina ni femenina), ni tiene color, es una que está siempre "en obras"... No es cerrada, es abierta, no se dan cuenta, y si no ¿por qué Obama es Presidente? Podemos hablar simplemente de Economía? Van a votar por un sistema de seguridad social que beneficie a la gran mayoría (que lo necesitaba a gritos, no entendieron que vivimos una crisis fudamental?), costó hacer entender que era una medida importante,... pero se hace, Nada es fijo.
Luego, leo una frase de Andrés Neuman en el Babelia al recordar que, a la muerte de Michael Jackson, solo en el Perú no ocupó la primera plana de los diarios porque había muerto una artista local, "la globalización tiene sus límites, el folclore también"... hubiese sido más justo decir, la alienación.
Al escribir hacemos informes, la realidad se reduce, se hace sumaria, no la analizamos, la nombramos apenas, con miedo, la dejamos tal como está, no peleamos por la representación de lo que vemos (mujeres, eh??), por su representación nominal, le dejamos esa tarea a los demás, siguen siendo loas europeoas, lo siento, pero no puedo evitar decirlo.
¿Por qué hay que escarbar y escarbar para encontrar una idea interesante, una personalidad que nos hable desde la individualidad, desde el silencio, desde el riesgo en nuestro medio (pongamos como territorio, nuestro idioma, 450 millones)?, porque, creo que somos muy poco exigentes y la educación tiene mucho por hacer, porque lo que está pasando en el mundo, es abrumador, esa carrera loca por ser una economía fuerte pero socialmente violenta, que olvida la repartición de riquezas, esa parálisis civil (que se transmite en el pensamiento). Esa ausencia de presencia, de individuoas... que se generaliza. De algo podría servirle al Perú (y a otro países) el estar un poco aislado geográficamente, es que la globalización no penetre y arrrase, si no, que se encuentre con una expresión local, fuerte, que no permita lobotomizar y someter esa diversidad, andina, negra, mestiza, local... creo que esa es la palabra, someter, no la somete. Y por eso entiendo a Evo Morales que se radicaliza en devolverle una cierta dignidad a su población, lo entiendo, perfectamente.
Son ideas que me venían de forma espotánea mientras caminaba por la calle, con la sensación de que daba igual mirar una tarjeta postal de México, que estar aquí, y si sigo sientiendo que floto, como lo siento, será un fiasco. Creo que la cercanía de los Estados unidos saca lo peor de México, como esas parejas que ponen a sus cónyuges inseguroas, hostiles, descontentoas... intuyo que por ahí va la explicación de ese aspecto poco poroso hacia lo extranjero, lo exógamo. Pero hay algo bueno, y creo que la ida a Venezuela será también interesante en ese senetido, que esto me hace analizar, valorizar ciertas cosas, de otra manera... ouiee.. ari... yes, y si in cha lá, sacaré un nuevo libro, con otras sensaciones, otras lecturas de la realidad...
Ese es lado vital, el fatum que se transforma en amor fati!!
La economía nos ha hecho creer (y sigue haciendo creer) que el lujo está en los objetos, y está en nosotroas (en el uso, en el valor de intercambio que le otorgamos de manera independiente, en su valor humano). Nos ha hecho aspirar a poseer cosas que no tienen un uso más allá del factual: se puede estar rodeada de lujo y sentirse en la miseria, lo importante es lo que representa esa ideología del poseer y del consumo cuando casi la mitad del planeta se muere de hambre y cuando no sabemos vivir con los demás para compartir una vida más generosa, más digna.
El probelma es que la Economía simboliza una serie de valores que se mantienen protegidos por los medios de comunicación (o alienación) y que nadie los cuestiona... salvo... algunoas...
Aunque son cada vez más, créanme.....
Se clonan también las ideas: todoas escriben más o menos igual, mass-medias, y no sé qué jerga de FB o Twitter.. puaf! qué aburrido, pocoas cuestionan el reinado de la economía, todo el mundo se arrodilla (una artículo de El país justamente decía que los jóvenes veían el mapa del planeta dominado por Estados unidos, y la China) ante ella como el valor más importante, sin entender que ese no puede, no debe ser el único. México se quiere parecer a Estados Unidos, y la China no sabemos bien a qué se quiere parecer, aunque parece que también a los Estados Unidos, Y ellos ¿a quién desean parecerse? Nadie lo sabe en esa torre de Babel, aunque los individuoas quizás sean los únicos en saberlo... más que sus dirigentes... Pues justamente, esa identidad no es genética, ni es hormonal (ni masculina ni femenina), ni tiene color, es una que está siempre "en obras"... No es cerrada, es abierta, no se dan cuenta, y si no ¿por qué Obama es Presidente? Podemos hablar simplemente de Economía? Van a votar por un sistema de seguridad social que beneficie a la gran mayoría (que lo necesitaba a gritos, no entendieron que vivimos una crisis fudamental?), costó hacer entender que era una medida importante,... pero se hace, Nada es fijo.
Luego, leo una frase de Andrés Neuman en el Babelia al recordar que, a la muerte de Michael Jackson, solo en el Perú no ocupó la primera plana de los diarios porque había muerto una artista local, "la globalización tiene sus límites, el folclore también"... hubiese sido más justo decir, la alienación.
Al escribir hacemos informes, la realidad se reduce, se hace sumaria, no la analizamos, la nombramos apenas, con miedo, la dejamos tal como está, no peleamos por la representación de lo que vemos (mujeres, eh??), por su representación nominal, le dejamos esa tarea a los demás, siguen siendo loas europeoas, lo siento, pero no puedo evitar decirlo.
¿Por qué hay que escarbar y escarbar para encontrar una idea interesante, una personalidad que nos hable desde la individualidad, desde el silencio, desde el riesgo en nuestro medio (pongamos como territorio, nuestro idioma, 450 millones)?, porque, creo que somos muy poco exigentes y la educación tiene mucho por hacer, porque lo que está pasando en el mundo, es abrumador, esa carrera loca por ser una economía fuerte pero socialmente violenta, que olvida la repartición de riquezas, esa parálisis civil (que se transmite en el pensamiento). Esa ausencia de presencia, de individuoas... que se generaliza. De algo podría servirle al Perú (y a otro países) el estar un poco aislado geográficamente, es que la globalización no penetre y arrrase, si no, que se encuentre con una expresión local, fuerte, que no permita lobotomizar y someter esa diversidad, andina, negra, mestiza, local... creo que esa es la palabra, someter, no la somete. Y por eso entiendo a Evo Morales que se radicaliza en devolverle una cierta dignidad a su población, lo entiendo, perfectamente.
Son ideas que me venían de forma espotánea mientras caminaba por la calle, con la sensación de que daba igual mirar una tarjeta postal de México, que estar aquí, y si sigo sientiendo que floto, como lo siento, será un fiasco. Creo que la cercanía de los Estados unidos saca lo peor de México, como esas parejas que ponen a sus cónyuges inseguroas, hostiles, descontentoas... intuyo que por ahí va la explicación de ese aspecto poco poroso hacia lo extranjero, lo exógamo. Pero hay algo bueno, y creo que la ida a Venezuela será también interesante en ese senetido, que esto me hace analizar, valorizar ciertas cosas, de otra manera... ouiee.. ari... yes, y si in cha lá, sacaré un nuevo libro, con otras sensaciones, otras lecturas de la realidad...
Ese es lado vital, el fatum que se transforma en amor fati!!
France Culture, modernos
Si escuchamos France Culture, el mundo parece ser un paraíso: entrevistas, documentos, reportages, y una serie de personsajes apasionados que nos hablan de filosofía, literatura, historia, y otras ciencias humanas... El problema es mantenerse clavada literalmente a la radio. Se puede pasar el día entero oyendo esta radio!
Visiten su site web: http://sites.radiofrance.fr/chaines/france-culture2/emissions/chemins/index.php?emission_id=45060151
2 jours de dodo encore seule, como me dice mi amiga Catherine...
Frase de Bourriaud en la emisión de Alain Venstein: Seamos modernos, dejemos de decir que somos post-modernos, abandonemos la nostalgia, del origen. La identidad es una construcción, es un avenir...
Su idea de "moderno" es más rimbauniana, levantémonos contra los orígenes, deambulemos, movábamos, no nos quedemos sentados, como en el poema Les assis.
tout à fait d'accord...
y yo me voy a comprar El país... y un delicioso jugo de naranja...
Y un poco de Charlotte Gainsbourg, una canción muy en el tono de Birkin y Gainsbourg...
Visiten su site web: http://sites.radiofrance.fr/chaines/france-culture2/emissions/chemins/index.php?emission_id=45060151
2 jours de dodo encore seule, como me dice mi amiga Catherine...
Frase de Bourriaud en la emisión de Alain Venstein: Seamos modernos, dejemos de decir que somos post-modernos, abandonemos la nostalgia, del origen. La identidad es una construcción, es un avenir...
Su idea de "moderno" es más rimbauniana, levantémonos contra los orígenes, deambulemos, movábamos, no nos quedemos sentados, como en el poema Les assis.
tout à fait d'accord...
y yo me voy a comprar El país... y un delicioso jugo de naranja...
Y un poco de Charlotte Gainsbourg, una canción muy en el tono de Birkin y Gainsbourg...
vendredi, mars 19, 2010
Las correcciones
Acomodando papeles, en estos días sola, encontré la copia con las correcciones de El último cuerpo de Úrsula, que me envío Pere Ginferrer desde la editorial Seix Barral.Las páginas van enumeradas y, punto por punto, en cuatro carillas, me explica su razones para hacer algunas modificaciones. Son observaciones sutiles, puntuales y delicadas (sobre todo a mis galicismos). En ese entonces, recuerdo que respondí con cierta necedad a algunas de sus observaciones, pero me gusta haber guardado esas hojas; son como una "carta de nobleza, de un tono aristocrático, en tiempo más vulgares. Cada punto, lleva una explicación simple, justa. Las correcciones nunca son fáciles, se necesitan varios ojos para ver bien, pero ojos que han leído mucho. Me pregunto cómo ahora tantas personas corrigen textos. Tal vez se ha vuelto un ejercicio mecánico, sin empatía con la autora o el autor, y es lo contrario de lo que reflejan mis hojas: una complicidad con el texto, una alteridad.
Estuve leýendola mientras miraba la luna en la noche de México. Hace calor y la gente está en las terrazas, iluminadas por luces tenues. Hay mucho ruido, y yo quiero leer. Me gusta saber que en la calle la gente se divierte. Yo quiero ir a lo mío.
Visto la película sobre la vida de la reina Victoria de Inglaterra. Cuántas mujeres han gobernado en ese país, cosa que no sucedió en Francia por la ley...sálica, que impedía que gobernasen...
Vaya Victoria, que hizo honor a su nombre.
Estuve leýendola mientras miraba la luna en la noche de México. Hace calor y la gente está en las terrazas, iluminadas por luces tenues. Hay mucho ruido, y yo quiero leer. Me gusta saber que en la calle la gente se divierte. Yo quiero ir a lo mío.
Visto la película sobre la vida de la reina Victoria de Inglaterra. Cuántas mujeres han gobernado en ese país, cosa que no sucedió en Francia por la ley...sálica, que impedía que gobernasen...
Vaya Victoria, que hizo honor a su nombre.
El dilema
Escribir o morir, si no escribo no vivo. Y yo sé que adoro la vida, el movimiento...
comida sola, conversación por teléfono con Olivier, que sigue en Francia, comentamos lo de Simone Veil. Yo me aburro sin él, carezco de presencias sólidas, aunque hable con mi madre, con Elba, y reciba visitas de algunas amigas. Las que cuentan están lejos. Pero escribo y salgo a la superficie. El dilema: si vivir o escribir, si salir o permanecer en casa, soñando. Qué es más fuerte? La realidad o la imaginación. Yo lo quiero todo: la creación, la amistad, el cariño. Todo y muy poco, me basta muy poco para ponerme a soñar...
El viento sopla y me gusta oír el silencio de mi casa en La condesa, luego, ya no, y pongo música, cualquiera, esta por ejemplo que sonaba en la radio francesa y se llama, El dilema....
Es que la vida está tan llena de detalles tan banales, tan pequeños, es la mirada la que los hace crecer, es la mirada la que hace que existan...
comida sola, conversación por teléfono con Olivier, que sigue en Francia, comentamos lo de Simone Veil. Yo me aburro sin él, carezco de presencias sólidas, aunque hable con mi madre, con Elba, y reciba visitas de algunas amigas. Las que cuentan están lejos. Pero escribo y salgo a la superficie. El dilema: si vivir o escribir, si salir o permanecer en casa, soñando. Qué es más fuerte? La realidad o la imaginación. Yo lo quiero todo: la creación, la amistad, el cariño. Todo y muy poco, me basta muy poco para ponerme a soñar...
El viento sopla y me gusta oír el silencio de mi casa en La condesa, luego, ya no, y pongo música, cualquiera, esta por ejemplo que sonaba en la radio francesa y se llama, El dilema....
Es que la vida está tan llena de detalles tan banales, tan pequeños, es la mirada la que los hace crecer, es la mirada la que hace que existan...
jeudi, mars 18, 2010
Simone Veil entra a la Academia del idioma en Francia
Simone Veil (Niza, 1927) es una mujer valiosa que supo transformar la experiencia terrible de los campos de concentración en un impulso vital y en vocación por los otroas. Judía, con el un apellido que suena igual al de la filósofa Weil (una de mis lecturas de cabecera, Simone, idem), su vida ha pasado por episodios trágicos, deportación, pérdida de la familia, soledad, dolor; y sin embargo, de su parte, valentía, fuerza. Mis mejores amigas las he tenido en un campo de concentración, dijo SV al enterarse que entraba a la Academia, sorprendiéndose de esa distinción que por octava vez recae en una mujer. La primera en entrar a la Academia del idioma francés, fue Marguerite Yourcenar en los años ochenta, y las dos últimas, también escritoras, Florence Delay, y Asia Djebar...
Simone Veil peleó hasta la lágrimas, durante el gobierno de Giscard D'Estaing (1975) la ley para la intervención voluntaria del embarazo, ganándose enemigos en su campo (la derecha más moderada) y siendo el flanco de insultos. Pero ahora, a los 82 años es recibida a la Academia, pero lo importante no es eso, es que el lenguaje, y el idioma francés, reconoce en este caso que una vida no es solo una relación de hechos felices y tristes: es la historia de una voluntad y una sensibilidad expresadas en una forma de pensar, decir y sentir. Y que eso, aunque Simone Veil no haya escrito sino una autobiografía (Une vie)que se vendió a más de un millón de ejemplares, vale para la importancia y el prestigio universal de un idioma.
La noche anterior, soñé con Florence Delay, a quien conocí por Jean Echenoz. Recuerdo que una vez recibí carta suya, en mi casa de entonces en Madrid, donde andaba perdida entre el Museo del Prado y las calles húmedas del centro que nunca me sedujeron. En esa carta, en papel membretado de la Academia, me recomandaba a Stéphane Michaud como director para mi tesis sobre Flora y Lautréamont. Ahora la tesis está terminada, pero en el sueño, volvía al inicio y ella me daba indicaciones sobre cómo escribir en francés...
casualidad con la entradade Simone Veil y con que leo un libro suyo: la historia de la monja española Catalina de Erauso....
mercredi, mars 17, 2010
César Pavese
Por mucho tiempo, la imagen de César Pavese me ha perseguido, auqnue más justa es la palabra "hanté", en francés. El rostro siempre escondido, el perfil (la nariz), los párpados entornados, mateniendo en secreto el por qué ese día decidió matarse en el Hotel Roma de Turín. Luego la visita a su habitación, escribir sobre ella. El Oficio de vivir es cierto que es uno de los primeros libros que leí para quedándome asombrada con los análisis que hace de la novela y de su trabajo, sobre todo, cuando anuncia (como Arguedas) que se va matar. Lo que siempre me intrigó fueron esas razones, quería decir que el éxito que tantos veneran no tenía ningún valor para él (se acababa de ganar un premio muy importante), que su malestar era interior, moral, existencial, que no encontraba refugio, y eso sí me pareció tremendo y me llevó a hacerme muchas preguntas sobre lo que es el bienestar.
Ayer pasaron un programa de tv donde las personas se someten a descargas eléctricas altísimas si no dan la respuesta adecuada a una pregunta. No hay de por medio dinero, ni nada. ES gente sola y está dispuesta a sufrir, a que s ele castigue, a someterse. Gran pregunta sobre en qué radica elequilibrio de ciertas personas, no que Pavese ni los que se someten sean desiquilibrados, auqnue sena masoquistas, pero sí, por qué, por qué, dejamos de disfrutar de la vida y elegimos el sufrimiento.
En París, hace 16 grados, la primavera, en el D.F es la eterna primavera...
La piel dura
A veces, si analizamos nuestro entorno, podemors terminar pensando que para escribir se necesita tener a Piel dura para no dejarse rasgar por las cosas exteriores, por las pequeñeces, los silencios, las omisiones, y las deslealtades a las que nos exponemos cuando decidimos hablar en público y levantar la voz. Pero luego, si pienso en silencio, me doy cuenta de que no podemos si no comprometeros con nuestro trabajo y olvidar todas esas asperezas, dejarlas seguir su camino, sin que nos desgarren la piel.
Una cierta inocencia es important para seguir escribiendo. Y esa inocencia tiene que ver con una confianza sin límites en los demás, confiar en que podrán, y podremos, estar a la altura de las circusntancias. La literatura cumple un rol propedéutico, da un sentido a las cosas; para mí es trascenderme, conocerme. Y comprender.
Una cierta inocencia es important para seguir escribiendo. Y esa inocencia tiene que ver con una confianza sin límites en los demás, confiar en que podrán, y podremos, estar a la altura de las circusntancias. La literatura cumple un rol propedéutico, da un sentido a las cosas; para mí es trascenderme, conocerme. Y comprender.
lundi, mars 15, 2010
rastros
caminata con el parque México, a veces siento que pierdo mi "alma", lo que más me posee, me ocupa, el silencio.
Cierro los ojos y pienso que estoy en París, con Olivier.
Calle Losserand, Boulevard de Montparnasse, la casa en la rue Ribera. Por qué esas imágenes siempre regresan, invanden? Si escribo es para nadar en esa oscuridad de imágenes, de signos que no me revelan, no me entregan su esencia. Hay esencia? Pero se trata de obsesiones, de hurgar, escabar en los espacios cerrados y oscuros, se trata de perderse en ellos, como caminar por calles oscuras, ver la luz de un poste de luz y soñar con la trascendencia, luego seguir caminando, siempre en esa oscuridad...
Y estoy en París, en Francia, escucho las voces, los acentos, mi llegada a París...
O las calles, más calles, mis caminatas por el cementerio de Montparnasse, dejar un objeto en la tumba de Marguerite Duras, mis primeras lecturas y amores...
escribir en español y vivir en francés y vivir en español y soñar en francés....
c'est comme ca... reviens... vite, vite...
Cierro los ojos y pienso que estoy en París, con Olivier.
Calle Losserand, Boulevard de Montparnasse, la casa en la rue Ribera. Por qué esas imágenes siempre regresan, invanden? Si escribo es para nadar en esa oscuridad de imágenes, de signos que no me revelan, no me entregan su esencia. Hay esencia? Pero se trata de obsesiones, de hurgar, escabar en los espacios cerrados y oscuros, se trata de perderse en ellos, como caminar por calles oscuras, ver la luz de un poste de luz y soñar con la trascendencia, luego seguir caminando, siempre en esa oscuridad...
Y estoy en París, en Francia, escucho las voces, los acentos, mi llegada a París...
O las calles, más calles, mis caminatas por el cementerio de Montparnasse, dejar un objeto en la tumba de Marguerite Duras, mis primeras lecturas y amores...
escribir en español y vivir en francés y vivir en español y soñar en francés....
c'est comme ca... reviens... vite, vite...
dimanche, mars 14, 2010
la noche
salgo en la nochey, pese a que mañana es feriado (el natalicio de Benito Juarez), las calles revientan de gente. Voy con una amiga francesa a una exposición, nos tomamos unos vinos y yo observo, miro, y trato de extraer cosas, frases, formas de gesticular, gestos, movimientos... siempre movimientos...
Me encantaría tener menos necesidad de sueño y continuar leyendo y escribiendo, pero necesito mínimo 8 horas para sentirme bien... paso de un libro al otro, viajo todo el tiempo... encontrado en la librería del FCE, Señales que preceden al fin del mundo, de Yuri Herrera (Mex 1970), editado por Periférica, sorprendente, fuerte. Yo no escribo así, pero lo leo de un tirón, sobre un sillón de la librería...el personaje femenino, Malika, me hace pensar en Malina, de Ingeborg Bachmann...
Deseo ser qué?, se preguntaba el personaje de Lowry en "Ultramarina": un par de frases desgarradas rodando entre dos paréntesis. A lo mejor soy eso....
Ni humor, ni ironía, pathos, que mucha gente empuña el bastión de No a los dramas y a los espacios negros, no al descenso, ni al infierno, nada de "profundidades dostoievskianas", oh, horror!! La ironía no desciende, decía Rilke, ganemos las profundidades...
Y ahora, buenas noches...
Me encantaría tener menos necesidad de sueño y continuar leyendo y escribiendo, pero necesito mínimo 8 horas para sentirme bien... paso de un libro al otro, viajo todo el tiempo... encontrado en la librería del FCE, Señales que preceden al fin del mundo, de Yuri Herrera (Mex 1970), editado por Periférica, sorprendente, fuerte. Yo no escribo así, pero lo leo de un tirón, sobre un sillón de la librería...el personaje femenino, Malika, me hace pensar en Malina, de Ingeborg Bachmann...
Deseo ser qué?, se preguntaba el personaje de Lowry en "Ultramarina": un par de frases desgarradas rodando entre dos paréntesis. A lo mejor soy eso....
Ni humor, ni ironía, pathos, que mucha gente empuña el bastión de No a los dramas y a los espacios negros, no al descenso, ni al infierno, nada de "profundidades dostoievskianas", oh, horror!! La ironía no desciende, decía Rilke, ganemos las profundidades...
Y ahora, buenas noches...
samedi, mars 13, 2010
crisis de identidad...lumpen proletariado
A veces me sucede que me siento como en un desierto: muero de sed, de sed de hablar, de sentir que no estoy sola en este camino..Y esas compañías sielenciosas, trémulas, como una mano que se escapa, no las siento!
Olivier se embarca por París, una semana sin mi aliado más cercano. C'est dur, oui que c'est dur...
Leyendo una entrevista dos economistas Ernesto Laclau (arg) y Ulrich Beck (alem), comprendo algunas cosas sobre Marx, de quien no he leído sino fragmentos porque sé que debería intentar leerlo con más serenidad. Que "la lucha de clases" tal y como él la entendió, ya no existe sino que se ha vuelto tan heterogénea, perdiendo una posibilidad de histirocidad y de un relato coherente. Esto debido a una crisis general, de índole, digamos globalizada (crisis económica, crisis de valores), que ha instiucionalizado la lucha de clases (el Estado providencia) y ha destruido la cultura de clases. Hay una clase flotante, que no entra en el aparato de producción de estado-nación y que es el "lumpen proletariado". Pasa del subempleo al empleo precario, es decir vive en un desarraigo constante (el de no pertenecer ni tener una existencia digna) y desarrolla una serie de estrategias de supervivencia. También loas que escribimos formamos de alguna forma parte de eso. Y explicaría una serie de cosas, por ejemplo el arrivismo, la falta de ética y un gran etc...
Mi malestar es enorme cuando veo que me muevo en un mundo lleno de intereses creados, donde la amistad no florece sino que se vende al mejor postor... No todoas actuamos así, algunoas resistimos y hacemos lo posible para no dejarnos devorar por la gran máquina económica que termina convirtiendo a toda persona en un instrumento, pero no es fácil, a pesar de esta explicación socio-económica.
Comprender, es ya encontrar una salida al problema, decía Sartre y yo creo que sí. Me quedo entonces, en este enorme D.F solitario con mis libros, mis lecturas, mis textos, son la compañía más valiosa.
Olivier se embarca por París, una semana sin mi aliado más cercano. C'est dur, oui que c'est dur...
Leyendo una entrevista dos economistas Ernesto Laclau (arg) y Ulrich Beck (alem), comprendo algunas cosas sobre Marx, de quien no he leído sino fragmentos porque sé que debería intentar leerlo con más serenidad. Que "la lucha de clases" tal y como él la entendió, ya no existe sino que se ha vuelto tan heterogénea, perdiendo una posibilidad de histirocidad y de un relato coherente. Esto debido a una crisis general, de índole, digamos globalizada (crisis económica, crisis de valores), que ha instiucionalizado la lucha de clases (el Estado providencia) y ha destruido la cultura de clases. Hay una clase flotante, que no entra en el aparato de producción de estado-nación y que es el "lumpen proletariado". Pasa del subempleo al empleo precario, es decir vive en un desarraigo constante (el de no pertenecer ni tener una existencia digna) y desarrolla una serie de estrategias de supervivencia. También loas que escribimos formamos de alguna forma parte de eso. Y explicaría una serie de cosas, por ejemplo el arrivismo, la falta de ética y un gran etc...
Mi malestar es enorme cuando veo que me muevo en un mundo lleno de intereses creados, donde la amistad no florece sino que se vende al mejor postor... No todoas actuamos así, algunoas resistimos y hacemos lo posible para no dejarnos devorar por la gran máquina económica que termina convirtiendo a toda persona en un instrumento, pero no es fácil, a pesar de esta explicación socio-económica.
Comprender, es ya encontrar una salida al problema, decía Sartre y yo creo que sí. Me quedo entonces, en este enorme D.F solitario con mis libros, mis lecturas, mis textos, son la compañía más valiosa.
vendredi, mars 12, 2010
la conversación
Conversar, es convenir, entretenerse, hacer pasar ideas, sobre todo oír y entender... Y siento, sentimos muchoas, que cada vez es más difícil lograr que las aguas vayan a parar al mismo río. O sea, no logramos sentir que estamos siendo acompañadaos en nuestro discurrir...
a mí, eso me amordaza, me hace silenciarme proque siento que cada vez me alejo más de las opiniones de los demás, que no siento complicidad, pero, ojo, me sucede siempre en un contexto muy concreto. Por ejemplo, viendo otros blogs, sé que me ocupo de otras cosas, que el mío es solitario y para personas solitarias que deseen aventurarse a leer, pero también a pensar conmigo. No pretendo dotes de filósofa ni de psicóloga, sino de Messenger, de eslabón para hacer pasar las cosas que voy recibiendo. Y bien, cuando necesito efervecencia, muy pocas veces la encuentro, sin embargo, siento la necesidad imperativa de escribir...
de existir...
Pero qué poco significan las palabras, como vamos perdiendo significados, ternura, sueño, sensación, cómo el lenguaje es cada vez más instrumental, la ideología del consumo, sin duda, pero no para todoas... de eso estoy segura...
para "dinamizarnos" un poco, una canción de
a mí, eso me amordaza, me hace silenciarme proque siento que cada vez me alejo más de las opiniones de los demás, que no siento complicidad, pero, ojo, me sucede siempre en un contexto muy concreto. Por ejemplo, viendo otros blogs, sé que me ocupo de otras cosas, que el mío es solitario y para personas solitarias que deseen aventurarse a leer, pero también a pensar conmigo. No pretendo dotes de filósofa ni de psicóloga, sino de Messenger, de eslabón para hacer pasar las cosas que voy recibiendo. Y bien, cuando necesito efervecencia, muy pocas veces la encuentro, sin embargo, siento la necesidad imperativa de escribir...
de existir...
Pero qué poco significan las palabras, como vamos perdiendo significados, ternura, sueño, sensación, cómo el lenguaje es cada vez más instrumental, la ideología del consumo, sin duda, pero no para todoas... de eso estoy segura...
para "dinamizarnos" un poco, una canción de
mercredi, mars 10, 2010
La tradición
Toute tradition est condamnée à innover sous peine de disparaître. Sans elle, il nous serait impossible de devenir tout en devenant nous-mêmes. Sans rien d’autre qu’elle, nous serions en présence de ces sociétés froides dépeintes par Claude Lévi-Strauss, de sociétés fossiles ayant évacué l’Histoire où chaque génération se contenterait de répéter les faits et gestes de la génération précédente. Une tradition qui n’est pas sans cesse revisitée et réactualisée est vouée à péricliter. Prendre exemple sur ceux qui ont fondé et transmis, ce n’est pas seulement transmettre, c’est fonder à son tour. Et pour fonder, comme nous l’a démontré la littérature, il faut savoir souverainement dépasser la loi et ne pas bêtement se contenter d’outrepasser des tabous.
Utilizo este fragmento de un artículo aparecido en el Magazine littérairehttp://http//www.magazine-litteraire.com/ en francés, no por pedantería, si no porque me gustaría que hagamos el esfuerzo de comprenderlo en su idioma original, y porque el francés, leído, es fácil de comprender... al menos eso, creo. Pero, veamos, la tradición, me gustó muchocuando dice que toda tradición se actualiza aunque no se desee. El problema reside en lo que decidimos considerar como "nuestra tradición".. Por ejemplo, en el caso de los romanos fue la tradición clásica helénica, y yo me preguntaba cuál sería la nuestra al leer un post de mi querido amigo Jaime Vargas Luna, en que podemos pensarnos sin pasar por Europa, o algo en ese estilo. La pregunta, es ¿ya lo hacemos? Es decir que toda tradición necesita de un temperamento irreverente, de una puesta en duda, y es donde encaja el rol de la literatura y de loas que escribimos para no "fosilizarnos" como dice líneas arriba el framento en francés. Y luego, como está escrito líneas después, loas escritor(a)as son aquelloas que han aceptado con más valentía esa revisión y puesta en cuestión. A veces me digo: quisiera una vida más sosegada, pero es un sosiego, que no busca adormecerse sino seguir indagando, escarbando, y, a veces, mucho en realidad, me quejo de andar siempre en constante combustión. Pero he descubierto una cosa: ese cuestionamiento, muchas veces, me viene de afuera, de la imagen que los demás me han ido dando de mí misma, desde el colegio, hasta la universidad. Y esa imagen no ha sido valorizante, sino que se ha recreado, reactualizado con el tiempo, con la escritura y con la observación para adquirir nuevos valores, me ha hecho crecer. Aquella imagen de la "agua fiestas", de la solitaria e insatisfecha, de la anti-social, de la descontenta, de la contestataria, de la que no quería ponerse el uniforme único, de la que no quería ir a la escuela, la del temperamento fuerte, he terminado por pertenecerme. Assez de ir contra mí misma!, esa irreverencia, es mi manera de inventar, de producir nuevos valores de interpretación, y de vida interior No seré nunca sedentaria, ni silenciosa, seré lo que seré, pero seré yo. Este fragmento que habla de los tormentos que pasaron algunos escritores para arrancarle al mundo su savia, pero sobre todo cuando habla de la capacidad de observación de quien escribe, es interesante. En el artículo habla también de Michel Pontalis, psicoanalista y autor de varios libros de autoficción, de quien Richard Millet me ha hablado muchas veces hasta darme ganas de entrar en su cubículo de la editorial Gallimard (cuando visito a Millet) sin atreverme. Ese ver esa parte invisible de la realidad, e inscribirla sin pedantería, con cierta inocencia, me parece importante...
entonces, las veces en que he pateado el tablero, en que no he seguido las consignas de la tribu, ya no me averguenzan, me doy cuenta que es una forma de "estar en el mundo", como en el fragmento que escribí ayer, con todo su cuerpo y toda su alma...
L’indétermination, loin d’être un fléau que nous subissons, devrait être la pulsation intime de nos vies. Après tout, assumer notre condition et vouloir librement nous diriger dans l’existence, c’est ne pas nous voiler la difficulté de s’orienter dans un monde qui, pas plus que nous le sommes à nous-mêmes, ne nous est transparent. L’invisible, vers lequel le pont de l’interprétation doit être nécessairement jeté, ne constitue ni une invention ni une fiction de métaphysicien ; c’est notre condition même pour peu que nous osions la regarder en face et admettre qu’il y a peu de chose à voir, mais beaucoup à déceler. Malheureusement, la liberté donne la nausée. Et partout se lève une nostalgie certaine pour un univers clair, limpide, un cosmos vidé de ses mystères offrant à la personne une place toute désignée : enfin, ne plus pouvoir interpréter dans la crainte et le tremblement, enfin, un monde habitable au sein duquel nous attend un statut, une fonction, un ordre qui nous reconnaisse et nous justifie !
Les vrais aventuriers sont, peut-être, ceux qui entreprennent le grand voyage dans le « pays intérieur
Joseph Macé-Scaron
Y un pequeño placer poco aventurero y egoísta será irme a comer un ceviche en terraza (ah, este sol de México!) del restaurante peruano en Polanco... afortunada, sí... a veces, muy afortunada...
frase de María Zambrano sobre su corazón: este órganoque siempre quiere hablar!!
Utilizo este fragmento de un artículo aparecido en el Magazine littérairehttp://http//www.magazine-litteraire.com/ en francés, no por pedantería, si no porque me gustaría que hagamos el esfuerzo de comprenderlo en su idioma original, y porque el francés, leído, es fácil de comprender... al menos eso, creo. Pero, veamos, la tradición, me gustó muchocuando dice que toda tradición se actualiza aunque no se desee. El problema reside en lo que decidimos considerar como "nuestra tradición".. Por ejemplo, en el caso de los romanos fue la tradición clásica helénica, y yo me preguntaba cuál sería la nuestra al leer un post de mi querido amigo Jaime Vargas Luna, en que podemos pensarnos sin pasar por Europa, o algo en ese estilo. La pregunta, es ¿ya lo hacemos? Es decir que toda tradición necesita de un temperamento irreverente, de una puesta en duda, y es donde encaja el rol de la literatura y de loas que escribimos para no "fosilizarnos" como dice líneas arriba el framento en francés. Y luego, como está escrito líneas después, loas escritor(a)as son aquelloas que han aceptado con más valentía esa revisión y puesta en cuestión. A veces me digo: quisiera una vida más sosegada, pero es un sosiego, que no busca adormecerse sino seguir indagando, escarbando, y, a veces, mucho en realidad, me quejo de andar siempre en constante combustión. Pero he descubierto una cosa: ese cuestionamiento, muchas veces, me viene de afuera, de la imagen que los demás me han ido dando de mí misma, desde el colegio, hasta la universidad. Y esa imagen no ha sido valorizante, sino que se ha recreado, reactualizado con el tiempo, con la escritura y con la observación para adquirir nuevos valores, me ha hecho crecer. Aquella imagen de la "agua fiestas", de la solitaria e insatisfecha, de la anti-social, de la descontenta, de la contestataria, de la que no quería ponerse el uniforme único, de la que no quería ir a la escuela, la del temperamento fuerte, he terminado por pertenecerme. Assez de ir contra mí misma!, esa irreverencia, es mi manera de inventar, de producir nuevos valores de interpretación, y de vida interior No seré nunca sedentaria, ni silenciosa, seré lo que seré, pero seré yo. Este fragmento que habla de los tormentos que pasaron algunos escritores para arrancarle al mundo su savia, pero sobre todo cuando habla de la capacidad de observación de quien escribe, es interesante. En el artículo habla también de Michel Pontalis, psicoanalista y autor de varios libros de autoficción, de quien Richard Millet me ha hablado muchas veces hasta darme ganas de entrar en su cubículo de la editorial Gallimard (cuando visito a Millet) sin atreverme. Ese ver esa parte invisible de la realidad, e inscribirla sin pedantería, con cierta inocencia, me parece importante...
entonces, las veces en que he pateado el tablero, en que no he seguido las consignas de la tribu, ya no me averguenzan, me doy cuenta que es una forma de "estar en el mundo", como en el fragmento que escribí ayer, con todo su cuerpo y toda su alma...
L’indétermination, loin d’être un fléau que nous subissons, devrait être la pulsation intime de nos vies. Après tout, assumer notre condition et vouloir librement nous diriger dans l’existence, c’est ne pas nous voiler la difficulté de s’orienter dans un monde qui, pas plus que nous le sommes à nous-mêmes, ne nous est transparent. L’invisible, vers lequel le pont de l’interprétation doit être nécessairement jeté, ne constitue ni une invention ni une fiction de métaphysicien ; c’est notre condition même pour peu que nous osions la regarder en face et admettre qu’il y a peu de chose à voir, mais beaucoup à déceler. Malheureusement, la liberté donne la nausée. Et partout se lève une nostalgie certaine pour un univers clair, limpide, un cosmos vidé de ses mystères offrant à la personne une place toute désignée : enfin, ne plus pouvoir interpréter dans la crainte et le tremblement, enfin, un monde habitable au sein duquel nous attend un statut, une fonction, un ordre qui nous reconnaisse et nous justifie !
Les vrais aventuriers sont, peut-être, ceux qui entreprennent le grand voyage dans le « pays intérieur
Joseph Macé-Scaron
Y un pequeño placer poco aventurero y egoísta será irme a comer un ceviche en terraza (ah, este sol de México!) del restaurante peruano en Polanco... afortunada, sí... a veces, muy afortunada...
frase de María Zambrano sobre su corazón: este órganoque siempre quiere hablar!!
mardi, mars 09, 2010
Y un fragmento de nueva novela faite au Mexique
Ninguna mujer hubiese soportado estar al lado de un hombre que apenas sabía hablar bien el castellano, menos una mujer que había hecho un doctorado en literatura y que escribía libros, yo sí. Yo sí era capaz de amar y seguir al lado de un hombre así. En cada gesto de Gerardo, yo leía un mundo, y lo respiraba, lo absorbía con todo mi cuerpo y toda mi alma.
Miré los árboles de la calle Mazarick, las vitrinas de las tiendas de Cartier, Louis Vuitton, Maximo Dutti, luego, vi de nuevo a Gerardo subiéndose al auto como un felino, de un salto, desapareciendo, entre la vergüenza de un pasado que ya no existía, y la euforia de una nueva vida, soñando con ser otro hombre, distinto. Para no sentirse nunca más humillado.
El sol brillaba alto e indolente, la gente se dejaba acariciar por él y por una sola vez, sentí que había logrado sentir esa vulnerabilidad de Gerardo como mía, que su alegría, sus sueños y hasta sus miedos, se me hacían completamente comprensibles, ya no les temía. Caminé dejando que el sol de México, ese sol que siempre estaba ahí, fijo, pleno, me llenase de su luz.
Miré los árboles de la calle Mazarick, las vitrinas de las tiendas de Cartier, Louis Vuitton, Maximo Dutti, luego, vi de nuevo a Gerardo subiéndose al auto como un felino, de un salto, desapareciendo, entre la vergüenza de un pasado que ya no existía, y la euforia de una nueva vida, soñando con ser otro hombre, distinto. Para no sentirse nunca más humillado.
El sol brillaba alto e indolente, la gente se dejaba acariciar por él y por una sola vez, sentí que había logrado sentir esa vulnerabilidad de Gerardo como mía, que su alegría, sus sueños y hasta sus miedos, se me hacían completamente comprensibles, ya no les temía. Caminé dejando que el sol de México, ese sol que siempre estaba ahí, fijo, pleno, me llenase de su luz.
Una carta como esta...
De Jean Marc Roberts (editor de Stock) A Marie Billetdoux (escritora), 28/12/2008
DE nuevo soy yo quien le escribe, mi bella Marie, y, este sera un libro inimaginable. El más novelesco, el más singular de toda tu obra. Su fuerza, su brillo, su luz, su extraña modestia, su ardor y su inocencia, hacen de él un texto todavía más único de lo que esperas. Un texto universal. Tu lector nunca se sentirá indiscreto ni ignorado. Alguna vez alguien que escribe me ha hecho un regalo semejante? Y dado tanta confianza. Te beso con todo mi corazón. Tu hermano feliz y colmado.
Se puede esperar una carta más hermosa de un editor, de un amigoa, de un amante? Creo que no, esto demuestra que el mundo posee personas como esta, y como otras más...
Sol ven a mí. Hoy respiro el mundo con todos mis pulmones...
DE nuevo soy yo quien le escribe, mi bella Marie, y, este sera un libro inimaginable. El más novelesco, el más singular de toda tu obra. Su fuerza, su brillo, su luz, su extraña modestia, su ardor y su inocencia, hacen de él un texto todavía más único de lo que esperas. Un texto universal. Tu lector nunca se sentirá indiscreto ni ignorado. Alguna vez alguien que escribe me ha hecho un regalo semejante? Y dado tanta confianza. Te beso con todo mi corazón. Tu hermano feliz y colmado.
Se puede esperar una carta más hermosa de un editor, de un amigoa, de un amante? Creo que no, esto demuestra que el mundo posee personas como esta, y como otras más...
Sol ven a mí. Hoy respiro el mundo con todos mis pulmones...
Mujeres, entre el odio y el amor, Modiano... Silvia Plath
Ayer fue el "Día internacional de derechos (ojo, derechos) de la mujer" iniciado por la Internacional socialista, hace un siglo, sin que la situación cambie notablemente. ¿Cómo terminar con los mitos fóbicos contra la mujer, de la ley masculina, la medusa, la que petrifica con la mirada al hombre? Si seguimos creyendo en las diferencias esenciales entre hombre y mujer, es decir biológicas, es que no creemos en nuestra especie como proyecto de trascendencia, es que no creemos en nuestra Humanidad, que es esa capacidad de pensar, de salir de las estigmatizaciones, de los discursos de verdad que terminan siendo fundamentalistas, de esa "religiosidad de la verdad". Lo que acaba de suceder en Nigeria es horrendo (asesinaron a quinientas personas, en su mayoría mujeres y niños), musulmanes contra cristianos, enceguecidos por la cólera, el miedo y la misoginia. En esta época de culto al cuerpo como valor agregado, como diferencia esencial, y de retorno a teorías naturalistas de nuestra especie (ver maternidad), nos acercamos cada vez más a los mamíferos y negamos todo proyecto humano, NI falo castigador, ni vagina dentada, personas. No evitemos el debate.
Cómo me gustaría creer en la ternura:
el rostro de la efigie, suavizado por velas,
inclinado hacia mí, en particular, sus ojos apacibles.
La luna y el tejo, Silvia Plath
Sí puede haber ternura en la mirada cuando logramos mirar al otro como si se tratase de nosotroas mismoas, esa resaca, ese recuerdo que regresa, a la manera de Patrick Modiano: C'est terrible, je le vois maintenant... C'est horrible ce que vous me dites... On ne se rend pas compte... Je ne relis pas, j'oublie ce que j'ai écrit... C'est comme une amnésie... Comme un ressac... Non, pas un ressac... C'est récurrent mais souvent inconscient... Quelquefois c'est un peu gênant, j'oublie complètement..." Lograr esa mirada y escribir un libro, uno solo, que se trata siempre de repetición, como Cumbres Borrascosas, o como Le guépard: http://http//www.lemonde.fr.
Seamos almas, Helene Cixous dixit, que el futuro podría ser femenino, si es que Rimbaud vio bien el futuro, o simplemente creyó que podría ser menos injusto, más humano.
dimanche, mars 07, 2010
Escrito sobre la minifalda, en Venus Proscrita
Acabo de postear un post sobre los cincuenta años de la minifalda. Es todavía temprano y ya ando de pie, me puse a leer el suplemento de libros de Le monde y encontré un artículo sobre la minifalda, y sobre Patrick Modiano, y su última novela, Horizon, que me han inspirado dos post, el de Modiano lo haré más tarde o mañana, la vida me jala...
Sol radiante de México...
Sol radiante de México...
samedi, mars 06, 2010
Juan Goytisolo, cercanía, Babelia
Si hay un autor de quien siempre me he sentido cerca, por su postura, por su relación con las mujeres, por sus textos, es Juan Goytisolo. Y hoy abro el suplemento de Babelia y encuentro este texto que es como una mano tendida, y un acompañamiento a mis posts de estos últimos días. Y lo celebro, y me siento menos sola. No soy la única que piensa así, géniale!!
Una ley implícita en nuestro Parnaso determina que cada generación poética tienda a hacer tabla rasa del pasado inmediato y a sucumbir al espejismo de creer que todo empieza con ella. Suele admitir abuelos ilustres, y a veces lo hace menos por convicción que por arribismo, pero tratándose de quienes la precedieron el parricidio es ritual. El espacio que ocupan éstos, no sólo en los medios informativos y universitarios, sino en la mente propia y la ajena, reduce y condiciona el suyo. Fuera del amiguismo cultivado con alguno de sus miembros -ansioso no de buscarse ancestros sino admirativos discípulos-, la existencia física de los antecesores inmediatos le estorba. Recuerdo los comentarios de Julio Cortázar a la vuelta de un viaje a Buenos Aires después de haber triunfado en Europa. La hornada de escritores que le sucedían en la palestra descalificaban al "ya francés" autor de Rayuela por razones que poco tenían que ver con su creación novelística. Hoy, como es obvio, las cosas han cambiado, y los "nietos" del escritor no tienen ningún reparo a reconocer la influencia que ejerció en ellos y a admitir su estimulante innovación artística. El paso de la fratría generacional -cuando los jóvenes se apiñan en torno a un marchamo que favorece su visibilidad- a la creciente soledad de la vejez del poeta -producto de una trayectoria individual que le aleja de sus coetáneos- se acentúa con los años y le convierte en una anomalía. Los poetas y novelistas que se aferran a la marca registrada del grupo suelen ser jaleados por sus compadres en la medida en que viajan en un mismo barco y su singladura es previsible. El navegante solitario atrae por el contrario el ninguneo y el silencio. No se adapta a los esquemas establecidos y su excepcionalidad le condena a la incomprensión y el vacío. Sólo el tiempo y la decantación de su obra -cuando tanto él como quienes maniobran en su contra estén criando malvas, estos últimos en un piadoso olvido- restablecerán la jerarquía de valores que la mediocridad le niega. El desencuentro generacional se repite a lo largo de los años sin que los nuevos artistas y escritores escarmienten, salvo casos aislados, en cabeza ajena. La exclusión de José-Miguel Ullán de la Antología de los novísimos de fines de los sesenta del pasado siglo pudo parecerle injusta y sentirla como una afrenta. En realidad, con la perspectiva del tiempo, resultó ser una bendición. Sin las ataduras con quienes compartían un común denominador, su andadura fue más descondicionada y libre. Al no sujetarse a horma alguna, cambió de rumbo cuando lo juzgó necesario, se adentró en la terra incognita de lo inexplorado y vivió su indagación poética con una holgura que no excluía un compromiso profundo consigo mismo. No voy a analizar aquí los sucesivos capítulos de su obra. El prologuista de Ondulaciones, Miguel Casado, lo ha hecho por mí y su escrupuloso laboreo crítico da buena cuenta de su originalidad indomable y reacia a toda concesión a la facilidad y sentimentalismo. Al evitar el trayecto precavido del poeta correcto, José-Miguel perdió el norte, pero su "extravío" le condujo a espacios nuevos, apenas explorados por sus coetáneos. Lo veo hoy como un navegador solitario que, al aproximarse a tierra, da media vuelta y prosigue con intrepidez su aventura. Como otro autor inclasificable -me refiero a José Bergamín-, sabe que valen menos cien pájaros en mano que el que, para nuestra delicia y tormento, vuela y revuela en la inasible ligereza del aire.
Juan Goytisolo (Barcelona, 1931) ha publicado recientemente el sexto tomo de sus obras completas: Ensayos literarios (1967-1999). Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2009. 1.600 páginas. 66 euros.
Una ley implícita en nuestro Parnaso determina que cada generación poética tienda a hacer tabla rasa del pasado inmediato y a sucumbir al espejismo de creer que todo empieza con ella. Suele admitir abuelos ilustres, y a veces lo hace menos por convicción que por arribismo, pero tratándose de quienes la precedieron el parricidio es ritual. El espacio que ocupan éstos, no sólo en los medios informativos y universitarios, sino en la mente propia y la ajena, reduce y condiciona el suyo. Fuera del amiguismo cultivado con alguno de sus miembros -ansioso no de buscarse ancestros sino admirativos discípulos-, la existencia física de los antecesores inmediatos le estorba. Recuerdo los comentarios de Julio Cortázar a la vuelta de un viaje a Buenos Aires después de haber triunfado en Europa. La hornada de escritores que le sucedían en la palestra descalificaban al "ya francés" autor de Rayuela por razones que poco tenían que ver con su creación novelística. Hoy, como es obvio, las cosas han cambiado, y los "nietos" del escritor no tienen ningún reparo a reconocer la influencia que ejerció en ellos y a admitir su estimulante innovación artística. El paso de la fratría generacional -cuando los jóvenes se apiñan en torno a un marchamo que favorece su visibilidad- a la creciente soledad de la vejez del poeta -producto de una trayectoria individual que le aleja de sus coetáneos- se acentúa con los años y le convierte en una anomalía. Los poetas y novelistas que se aferran a la marca registrada del grupo suelen ser jaleados por sus compadres en la medida en que viajan en un mismo barco y su singladura es previsible. El navegante solitario atrae por el contrario el ninguneo y el silencio. No se adapta a los esquemas establecidos y su excepcionalidad le condena a la incomprensión y el vacío. Sólo el tiempo y la decantación de su obra -cuando tanto él como quienes maniobran en su contra estén criando malvas, estos últimos en un piadoso olvido- restablecerán la jerarquía de valores que la mediocridad le niega. El desencuentro generacional se repite a lo largo de los años sin que los nuevos artistas y escritores escarmienten, salvo casos aislados, en cabeza ajena. La exclusión de José-Miguel Ullán de la Antología de los novísimos de fines de los sesenta del pasado siglo pudo parecerle injusta y sentirla como una afrenta. En realidad, con la perspectiva del tiempo, resultó ser una bendición. Sin las ataduras con quienes compartían un común denominador, su andadura fue más descondicionada y libre. Al no sujetarse a horma alguna, cambió de rumbo cuando lo juzgó necesario, se adentró en la terra incognita de lo inexplorado y vivió su indagación poética con una holgura que no excluía un compromiso profundo consigo mismo. No voy a analizar aquí los sucesivos capítulos de su obra. El prologuista de Ondulaciones, Miguel Casado, lo ha hecho por mí y su escrupuloso laboreo crítico da buena cuenta de su originalidad indomable y reacia a toda concesión a la facilidad y sentimentalismo. Al evitar el trayecto precavido del poeta correcto, José-Miguel perdió el norte, pero su "extravío" le condujo a espacios nuevos, apenas explorados por sus coetáneos. Lo veo hoy como un navegador solitario que, al aproximarse a tierra, da media vuelta y prosigue con intrepidez su aventura. Como otro autor inclasificable -me refiero a José Bergamín-, sabe que valen menos cien pájaros en mano que el que, para nuestra delicia y tormento, vuela y revuela en la inasible ligereza del aire.
Juan Goytisolo (Barcelona, 1931) ha publicado recientemente el sexto tomo de sus obras completas: Ensayos literarios (1967-1999). Galaxia Gutenberg. Barcelona, 2009. 1.600 páginas. 66 euros.
vendredi, mars 05, 2010
La ideología del consumo
Por supuesto que existe una ideología del consumo cada vez más dominante e incontestable, desde la China hasta la Patagonia. Esta ideología difunde todo lo que se inscribe en la línea de la ganancia, y el aprovechamiento, de la imagen del afortunadoa (o arrivista), y del consumo, utilizando un argot contemporáneo, de un juvenilismo extremo, que expulsa todo lo que no se inscriba dentro de sus coordenadas y lo hace ver como rezagado, o "fuera de moda". Así reproducimos las mismas divisiones que produce el mundo del trabajo remunerado, sus vicios y sus perversiones (el saber no es rentable y menos da imagen): ricos y pobres, norte sur, privilegiados y marginados, primer mundo y tercer mundo: En este mundo medio zombie, anestesiado por los mass medias y jergas que copulan con ellos, se produce lo que es un consumo de "imperativos culturales", consumimos cultura como comemos hamburguesas y pizzas, pero no sabemos nada de su contenido. Y me sirvo de un ejemplo que lo he extraido del libro de Nicolas Bourriaud (Radicante por una estética de la globalización) cuando habla de la "adherencia cultural" que profesa medio planeta al admirar la Monalisa, no se aprecia el valor de lo que se ve sino que se obedece a un imperativo cultural, o a una alienación cultural. Cuando Marcel Duchamp decide inscribir en el pie de la imagen de este icono venerado por todos: LHOOQ (significa, a ella le quema el poto), no es para apropiarse de este cuadro de Da Vinci, sino para desacralizar, para denunciar ese gesto alienado y zombie del espectador que no ve nada. Igual estamos llenoas de logos, de ideolectos que no nos pertenecen, cuesta mucho desmontar, pero sobre todo, reconstruir. Luchar contra esta ideología del consumo sería irse a vivir a un falansterio.
Por eso hay que leer a:
-Alain Badieu
-Jacques Ranciere
-Nicolas Bourriaud
-Catherine Millet
-Herta Muller
-Simone de Beauvoir
-Claude Lévi-Strauss
-Simone Weil
-Thomas Bernhard
-Strinndberg
-Marguerite Duras
-Michel Foucault,
-Louis Althuser
-Karl Marx
-Hannah Arendt
-Jean Genet
-José María Arguedas
-Gustavo Gutierrez
-Los ensayos de Octavio Paz
Y podría dar una larga lista, y claro muchoas franceses, lo siento (tan pis titi), pero es una segunda piel y un segundo idioma...
Por eso hay que leer a:
-Alain Badieu
-Jacques Ranciere
-Nicolas Bourriaud
-Catherine Millet
-Herta Muller
-Simone de Beauvoir
-Claude Lévi-Strauss
-Simone Weil
-Thomas Bernhard
-Strinndberg
-Marguerite Duras
-Michel Foucault,
-Louis Althuser
-Karl Marx
-Hannah Arendt
-Jean Genet
-José María Arguedas
-Gustavo Gutierrez
-Los ensayos de Octavio Paz
Y podría dar una larga lista, y claro muchoas franceses, lo siento (tan pis titi), pero es una segunda piel y un segundo idioma...
Los lobbys en literatura
Hay algo que está sucediendo en la literatura y que tiene que ver con un valor supremo que rige el planeta entero y que nadie contesta: la Economía. Para las empresas, sabemos, es necesario mantener una cantidad de Lobbys en todas las cumbres y los escenarios donde se discutan temas fundamentales: reglas económicas, circuitos de distribución, en suma, su representación. Quien está fuera, no obtiene nada. Pero hablamos de economía ¿y no es la literatura una actividad económica? Sí, pero hay dos posturas, aquella que considera que el libro no es un producto más del mercado y por lo tanto, hay que protegerlo (la excepción cultural francesa, de la cual, la última batalla fue en la Unesco, hizo renegar a los norteamericanos), oponiénose a una banalización (podría decirse desacralización del libro) para no abandonarlo a las reglas abstractas del capitalismo. Justamente, la que defienden los franceses, es la que apuesta a la literatura en general, comprendiendo las ciencias humanas, como el único resquicio donde se puede respirar libertad e independencia. Pero, ¿qué sucede?, que la literatura está absorbida por las reglas económicas, y que teme por su subsistencia (ya casi nadie lee nos dicen, ver video) y que está dispuesta a hacer concesiones, las que sean, con tal de seguir en vida. Y sucede que los autore(a)s, se ven obligados a hacer lobbys, es decir, renunciar a la independencia, optar por ser serviles e interesados, cortesanos, traicionarse constantemente y mantenerse en "lo políticamente correcto", antes de que les caiga el castigo de la marginalidad. Lo terrible es que aceptar eso como regla general significa la muerte de la creación (aunque esta palabra suene pedante) puesto que es un sabotaje, un contrasentido. La actitud crítica de alguien que escribe debería, pero no lo es muchas veces, insobornable para que se le legitime a hablar en lugar de los demás. Si no, ¿por qué consideran que algunoas tienen ese privilegio? Si escribir es de-salienarse (neologismo válido) ¿cómo es posible haciendo tantas concesiones, sobre todo al mercado (que es acomodo, instrumentalización del otro y de unoa mismoa)? Quedan algunas posibilidades, o apartarse completamente de ese mercadeo, como Blanchot, como Salinger, o volverse una escépticoa y/o ermitañoa. Porque cuando somos conscientes de lo que hacemos y decidimos hacer lo contrario, hay una opción ética que puede ser cínica o arriesgada, pero siempre es ética, no hay nada más moral que escribir y desear publicar. Por supuesto, hay que hacer frente al mercado, y este mercado, que ve una masa indiferenciable, es asimilado por el poder económico (digamos que el que domina es el del mercado, abran paso) no lee exigencias, ni gustos, y menos necesidades espirituales, sino un público al que puede darle cualquier cosa (como vender chips, comida basura hasta saturarnos) con tal de que no reaccione y no decida por sí mismoa. La horizontalidad de la comunicación de los blogs, ha ventilado algunos cotos cerrados, por ejemplo, que los lectores no siempre están a gusto con lo que se les ofrece y por eso las editoriales que se dicen independientes tienen una labor fundamental: la de darle a los lectores una opción distinta de la de los grandes monopolios (que es como la comida bio, frente a la industrial). Lo terrible es que el mercado absorbe todo y pronto, esos bastiones de resistencia, también son reciclados. No podemos establecer un control porque sería absurdo, no terminaría nunca, pero sí un apoyo, una enmienda, para que esas editoriales puedan existir. Loas que escribimos, solo podemos optar por una ética individual, aunque esto signifique, en el caso de mantener la independencia, una muerte civil, y defenderla hasta las últimas consecuencias, porque saldremos más fortalecidoas. O tal vez no debamos subestimar a loas lectores que son bastante maduroas para saber qué desean. No hay que dejarse intimidar por el miedo y acoplarse a un grupo, a un lobby, para mantenerse vitalmente, porque no hay nada más fortificante que la integridad y la coherencia.
Si los lobbys están copados por los monopolios, pues a seguir entonando su propia música hasta que alguien escuche, pero escuche de verdad. La globalización ha creado varias hegemonías, las que se mueven en los lobbys, en el arte y en el pensamiento, es una de ellas, pero no debemos pensar que la economía regirá todo, no puede comprarse un milímetro de la imaginación de cada persona, ni de sus deseos (por más que los aliene), siempre queda la posibilidad de la Autodeterminación, de la voluntad como deseo de independencia, y eso, no hay lobby que lo monopolice.
Las consignas del lobby:
-Yo hago esto para que me des algo a cambio.
-Siempre tengo que salir ganando algo, al mínimo riesgo.
-Cualquier cosa, menos la marginalidad.
-Desaparecer como sujeto(a), como individuo(a), pertencer a un grupo para subsistir.
- Ser cortesanoa, y mentir constamente.
-La intimidación como estrategia.
-Defender los monopolios y arrimarse a ellos para mantenerse al abrigo.
Y la lista es larga... De los pocos videos que he encontrado de Pascal Quignard (un autor poco leido, peor que mantiene una vitalidad sorprendente), uno que habla sobre todo de la lectura, cierto, hay un riesgo en leer un libro, pero tambén en vivir y vivir intensamente. O convertirnos en vegetales...
Si los lobbys están copados por los monopolios, pues a seguir entonando su propia música hasta que alguien escuche, pero escuche de verdad. La globalización ha creado varias hegemonías, las que se mueven en los lobbys, en el arte y en el pensamiento, es una de ellas, pero no debemos pensar que la economía regirá todo, no puede comprarse un milímetro de la imaginación de cada persona, ni de sus deseos (por más que los aliene), siempre queda la posibilidad de la Autodeterminación, de la voluntad como deseo de independencia, y eso, no hay lobby que lo monopolice.
Las consignas del lobby:
-Yo hago esto para que me des algo a cambio.
-Siempre tengo que salir ganando algo, al mínimo riesgo.
-Cualquier cosa, menos la marginalidad.
-Desaparecer como sujeto(a), como individuo(a), pertencer a un grupo para subsistir.
- Ser cortesanoa, y mentir constamente.
-La intimidación como estrategia.
-Defender los monopolios y arrimarse a ellos para mantenerse al abrigo.
Y la lista es larga... De los pocos videos que he encontrado de Pascal Quignard (un autor poco leido, peor que mantiene una vitalidad sorprendente), uno que habla sobre todo de la lectura, cierto, hay un riesgo en leer un libro, pero tambén en vivir y vivir intensamente. O convertirnos en vegetales...
jeudi, mars 04, 2010
De la literatura como una tauromaquia, las bicicletas, BCN
Pensando en cómo el cuerpo sigue el movimiento de la cabeza, del alma, o el espíritu, tres palabras que designan el trabajo con el pensamiento y el lenguaje, yo pensaba en que la literatura es, a veces una verdadera tauromaquia que produce sus síntomas en la parte del abdomen y que a veces, se siente esa exposición a los cuernos que podría ser identificada en psicoanálisis con el falo. Yo soñaba muchas veces que un toro me perseguía sorteando todos los obstáculos. Con el tiempo este sueño ha cesado, pero me pregunto si no lo he transferido a la literatura. Y aquí el hermoso texto de Michel de Leiris, que yo traduje para entregárselo a una persona querida, habla sobre este tema simbólico y no por eso menos real. Todo es simbólico en nosotros, lo que comemos día a día, incluso los otroas, que, como decía Plotino, excelente exégeta de Platón, son a veces la Huella, la marca de algo o de Alguien...
Y el cielo de México siempre azul, ahora hay bicicletas, las mismas que en Barcelona, no sé si han sido compradas allá, pero justamente, me recuerda a BCN... Genial que el sistema de autos, tan contaminane y estresante sea sustituido poco a poco por el bicicletas... lejos todavía.
Cuando pienso en el terremoto de Chile, mucha pena, mucho miedo idem...
Texto de Michel Leiris (mi traducción), y cubierta del libro de Pablo Gallo, libro voyeur, para lectores que saben seguir su deseo, el deseo, ese ímpetu tan fuerte, tan ciego... Y a veces, agotador...
Michel Leiris
De la literatura considerada como una tauromaquia
(Traducción de Patricia de Souza)
A Georges Bataille, que es la razón de este libro.
Si nos limitamos a la frontera trazada en el tiempo de cada uno de sus ciudadanos por la legalidad francesa -regla a la cual su origen los ha sometido-es en 1922 que el autor de “La edad del hombre” ha alcanzado el momento de su vida que le ha inspirado el título de este libro. En 1922: cuatro años después de la guerra, atravesó, como otros jóvenes de su generación, este periodo, sin ver más verdaderas vacaciones, para seguir la expresión de uno de ellos.
Desde 1922, se hacía pocas ilusiones sobre la realidad del vínculo que teóricamente debería unir la mayoría legal con una madurez afectiva. En 1935, cuando pone punto final a su libro, sin duda se imaginaba que su existencia había pasado por suficientes caminos como para poder, por fin, ocuparse de entrar a la edad viril. En nuestro año 39, en que los jóvenes de después de la guerra veían postergarse decididamente esa construcción de facilidad en la cual se desesperaban, esforzándose en poner, al mismo tiempo que un auténtico fervor, una terrible distinción, el autor confiesa sin recelo que su verdadera “edad de hombre” está por escribirse, cuando haya vivido, bajo una manera u otra, la misma prueba amarga que afrontaron sus mayores.
Por ligeramente fundada que parezca hoy en día el título de su libro, el autor juzgó conveniente mantenerlo, estimando que, al final de cuentas, no desautoriza su finalidad principal: búsqueda de una plenitud vital que no se podría obtener antes de una catarsis, una liquidación cuya actividad literaria, y particularmente la literatura dicha “de confesión” aparecía como uno de los instrumentos más cómodos.
Mientras tanto, las novelas autobiográficas, diarios íntimos, recuerdos, confesiones, que concen desde hace un tiempo un auge extraordinario (como si, de la obra literaria ignorásemos lo que es creación para no afrontarlas más que desde el ángulo de la expresión y mirar, más que el objeto frabricado la persona que se esconde, o se muestra), La edad del hombre se propone entonces, sin que el autor la dote de otra cosa que no sea tratar de hablar de sí mismo con un máximo de lucidez y de sinceridad.
Un problema lo atormentaba, le daba mala conciencia y le impedía escribir: ¿lo que sucede en la escritura no queda desprovisto de valor si sigue siendo estético, anodino, desprovisto de sanción, sino hay nada en el hecho de escribir una obra que sea el equivalente (y aquí interviene una de las imágenes más queridas para el autor) de lo que es para el torero el cuerno acerado del animal, que solo -en función de la amenaza natural que ella implica-confiere una realidad humana a su arte, impidiéndole ser otra cosa que vanos movimientos de balerina?
Desnudar ciertas obsesiones de orden sentimental y sexual, confesar públicamente ciertas deficiencias o cobardías que le ocasionaban la mayor vergüenza, ese fue para el autor el medio, grosero, sin duda, pero que él entrega a los otros esperando ver remendar, introducir aunque sea una sombra de cuerno en la escritura.
Esa fue el ruego que presentaba a La edad del hombre, la víspera de “la extraña guerra”. La releo hoy en Le havre, ciudad en donde por enésima vez he venido a pasar vacaciones y donde desde hace tiempo mantengo relaciones (mis amigos Limbour, Queneau, Salacrou, que han nacido aquí, Sartre, quien fue profesor y con quien me vinculé en 1941 cuando la mayor parte de escritores que se quedaron en Francia ocupada se unieron contra la opresión nazi). Le havre está actualmente casi destruidao, lo veo desde mi balcón que domina el puerto desde lejos, bastante alto como para poder estimar en su justo valor la espantosa tabula rasa que las bombas han dejado en el centro de la ciudad como si se tratase de renovar, en el mundo más real, sobre un terreno poblado de seres vivos, la famosa operación cartesiana. A esta escala, los tormentos personales de los cuales se habla en la Edad del hombre, son evidentemente poca cosa: cualquiera que haya sido la fuerza de su sinceridad, el dolor íntimo del poeta no pesa nada frente a los horrores de la guerra y parece un dolor de muelas del que es indecente quejarse, que vendría a ser, en el enorme estrépito torturado del mundo, un débil gemido sobre las dificultades estrechamente limitadas e individuales.
Queda, en el mismo Havre, que las cosas continúan y que la vida urbana persevera. Por encima de las casas intactas como por encima del emplazamiento de las ruinas, hay por intermitencia, pese al tiempo lluvioso, un claro y bello sol. Estanques naúticos y tejados espejeantes, mar espumoso, a lo lejos, un terreno vago de barrios arrasados (abandonados por mucho tiempo, en vista de no sé que extraña desolación) subsisten, cuando la meterología lo permite, o la influencia de la humedad aérea que perfora esos rayos. Los motores roncan; tranvías y bicicletas pasan, la gente pasea o se dispersa... Yo miro todo eso, expectador que no ha entrado en el baño (o que no ha mojado más que la punta del pie) y adopta sin vergüenza el derecho de admirar ese paisaje medio devastado como si mirase un hermoso cuadro, conjugando en unidades luz y sombra, desnudez patética y hormigueo pintoresco, el lugar donde aún ahora poblado, una tragedia, apenas hace un año, tuvo lugar.
Es decir, soñaba con el cuerno del toro. No me resignaba a ser un escribidor. El matador que extrae del peligro asumido la ocasión de ser más brillante que nunca y muestra toda la calidad de su estilo en el instante en que está más amenazado: he ahí lo que me maravillaba, he ahí lo que deseaba ser. Por medio de una autobiografía, y sin embargo en un terreno en el cual la reserva es de rigor- confesión cuya publicación sería peligrosa en la media en que sería comprometedora para mí y suceptible de hacer más difícil, iluminándola, mi vida privada- apuntaba a desembarazarme de ciertas representaciones incómodas al mismo tiempo que a liberar con un máximo de pureza mis trazos y para mi propio beneficio, con el fin de disipar toda visión errónea de mí que podría implicar a lo demás. Para que hubiese catarsis y que mi liberación definitiva se realizara, era necesario que esta autobiografía tomase una cierta forma, capaz de exaltarme y de ser escuchada por los demás tanto como fuera posible. Contaba para ello con un cuidado riguroso aportado a la escritura, sobre le brillo trágico del que estaría iluminado el conjunto de mi relato por los mismos símbolos que ponía en acción: figuras bíblicas y de la antiguedad clásica, héroes de teatro o bien el Torero; mitos psicológicos que se imponían a mí en razón de su valor revelador y que constituían, en cuanto al aspecto literario de la operación, al mismo tiempo que temas directivos, las trampas a través de las cuales se inmiscuye una grandeza aparente ahí donde yo saía muy bien que esta no existía.
Hacer el mejor retrato, el más parecido al personaje que era (como algunos pintan con brillo paisajes ingratos y utensilios cotidianos), no dejar una sombra de arte intervenir sino para lo que concierne el estilo y la composición: he ahí lo que me proponía, como si hubiese descontado que mi talento de pintor y la lucidez ejemplar de la que sabría dar prueba compensarían mi mediocridad en tanto que modelo y como si, sobretodo, un crecimiento de orden moral debiera resultar de lo que había de escarpado en una empresa como esa puesto- a falta de eliminar algunas de mis debilidades- no me mostraría menos capaz de esa mirada sin complacencia dirigida sobre mí mismo.
Lo que no sabía era que la base de toda introspección tiene el gusto de contemplarse y que en el fondo de toda confesión yace el deseo de ser absuelto. Mirarme sin contemplaciones, era de todas formas, mirarme, mantener mis ojos fijos sobre mí en lugar de llevarlos más allá para trascenderme hacia algo más humano. Sacarme la máscara ante los otros, pero hacerlo en un escrito del que deseaba que estuviera bien escrito y construido, rico en percepciones y conmovedor, era, tentar de seducirlos para que sean indulgentes, limitar, de todas formas, el escándalo dándole una estética. Creo entonces que si hubo compromiso y cuerno de toro, no ha sido sin un poco de duplicidad y que me aventuré: cediendo de una parte, y una vez más, a mi tendencia narcisista, tratando, por otro lado, de encontrar en el otro menos un juez que un cómplice. De igual manera, el matador que parece arriesgarse a el todo por el todo, cuida su línea y confía, para triunfar sobre el peligro en su sagacidad técnica.
De todas formas existe para el torero una amenaza real de muerte, lo que no existirá jamás para el artista, sino de forma exterior a su arte (así, durante la ocupación alemanam, la literatura clandestina, que es cierto, implicaba un peligro pero en la medida en que se integraba a una lucha mucho más general y, en todo casi independiente de la escritura misma). ¿Estoy, entonces, en condiciones de mantener la comparación y a mirar como válido mi intento de introducir “no sea más que una sombra de cuerno de toro en una obra literaria. El hecho de escribir puede significar acaso un peligro que sin ser mortal, al menos, sí, positivo?
Hacer un libro que sea un acto, ese es, a grosso modo, la finalidad que me empujó a seguir cuando escribí La edad del hombre. Acto con respecto a mí mismo, ya que esperaba que al redactarlo, elucidaría, grcias a esta formulación en sí misma, algunas cosas obscuras sobre las cuales el psicoanálisis, sin hacerlas del todo claras, había llamado mi atención cuando las había experimentado como paciente. Acto con respecto al otro, puesto que era evidente que más allá de mis precauciones oratorias la manera como sería mirada por los demás no sería más la que era antes de la publicación de esta confesión. Acto, en fin, en el plano literario, que consistía en mostrar bajo las cartas, en hacer ver en su desnudez poco excitante las realidades que formaban la trama más o menos disfrazada, sobre exteriores pretendidos brillantes, de mis demás escritos. Se trataba menos de lo que es conveniente llamar “literatura comprometida”que de una literatura en la cual trataba de involucrarme por completo. Tanto afuera como adentro: esperando que me modificara, ayudándome a tomar consciencia y que introdujece igualmente un elemento nuevo en mis relaciones con los demás, empezando con mi relación con los más próximos, que no podía ser la misma cuando hubiese hecho lo que se sospechaba de antemano confusamente. No había la necesidad de una brutalidad cínica. Ganas, sobre todo, de confesar todo para partir sobre nuevas bases, manteniendo, con aquellas a las cuales otorgaba valor de afecto o estima, relaciones sin trampa ni mentira.
Desde el punto de vista estrictamente estético, se trataba para mí de condensar, al estado casi bruto, un conjunto de hechos y de imágenes que me negaba a explorar dejando trabajar sobre mi imaginación; en suma: la negación de una novela. Rechazar toda fabulación y no admitir como material más que hechos verídicos (no solamente hechos verosímiles, como en la novela clásica), nada más que estos hechos, era la regla que me había impuesto. Desde ya una vía había sido abierta en el sentido de Nadja, de André Breton, pero soñaba sobre todo con descubrir por mi cuenta-mientras pudiese- el proyecto suscitado en Baudelaire por un fragmento de Marginalia de Edgar Poe: desnudar su corazón, escribir un libro sobre sí mismo en el que nos sintamos presionados a tal punto por las ganas de honestidad que, bajo las frases del autor, “el papel se encendería, arrugándose a cada contacto con la pluma de fuego”.
Por diversas razones-divergencias de ideas, mezcladas a las preguntas de personas -que sería muy largo de exponer aquí-había roto con el surrealismo. Sin embargo era obvio que estaba impregnado. Receptividad en función de lo que aparece como si nos fuese dado sin que lo hayamos buscado (bajo forma de dictado interior o del encuentro con el azar), valor poético atribuido a los sueños (considerados al mismo tiempo como ricos en revelaciones), una cierta credibilidad acordada a la psicología freudiana (que pone en juego un material seductor en imágenes y, por otro lado, ofrece a cada uno una forma cómoda de elevarse hasta un plano trágico tomándose por un nuevo Edipo), repugnancia hacia todo lo que es transposición o acomodamiento, es decir, compromiso falacioso entre los hechos reales y los productos puros de la imaginación, necesidad de poner los pies en el plato (en cuanto al amor, que la hipocresía burguesa trata muy fácilmente como materia de vaudeville cuando no se le reliega al plano de sector maldito): esas son algunas de las grandes líneas de fuerza que continúaban atravésandome, cubiertas de muchas escorias y no sin contradicciones, cuando tuve la idea de este libro donde se encuentran reunidos recuerdos de infancia, relatos de acontecimientos reales, sueños e impresiones sentidas afectivamente, en una especie de collage surrealista o más bien, de foto-montaje puesto que ningún elemento que no sea de una veracidad rigurosa o de un valor de docuemento, no ha sido utilizado. Esta toma de partido por el realismo -no fingido como en la mayoría de novelas, sino positivo (puesto que se trataba de cosas vividas y presentes sin la más mínima trasnformación), me era impuesto no solo por la naturaleza de lo que me proponía (hacer el balance en mí mismo y mostrarme públicamente) sino porque respondía también a una exigencia estética: no hablar más de lo que conocía por experiencia y que me tocaba de muy cerca, para asegurar a mis frases una densidad particular, una plenitud conmovedora. En otras palabras: la cualidad propia a lo que se dice auténtico. Ser veraz para tener la oportunidad de alcanzar esa resonancia tan difícil de definir y que la palabra “auténtico” (aplicable a cosas diversas y, sobre todo, a las creaciones puramente poéticas) está lejos de tener explicación: he ahí a lo que me esperaba; mi concepción en cuanto al arte de escribir converge aquí con la idea moral que tenía en cuanto a mi compromiso con la escritura.
Volviéndome hacia el torero, observo que para él también hay una regla que no puede transgredir y que es auténtica, ya que la tragedia que vive es una tragedia real en la cual versa la sangre y arriesga su propia piel. La cuestión es saber si, en tales condiciones, la relación que establezco entre su autenticidad y la mía no reposa sobre un simple juego de palabras.
Está claro que escribir y publicar una autobiografía no conlleva para aquel que se hace responsable (a menos que haya cometido un delito cuya confesión le haría merecer la pena capital) ningún peligro de muerte, salvo circunstancia excepcional. Sin duda, corre el riesgo de padecer en esas relaciones con sus próximos y de ser desconsiderado socialmente si las confesiones que hace van demasiado al encuentro de ideas preconcebidas, pero puede , incluso si no se trata un cínico puro, que tales sanciones tengan para él tan poco peso (incluso satisfacerlo si mira como sana la atmósfera creada alrededor suyo) que conducirá en consecuencia su apuesta en un juego totalemente ficticio. Como quiera que sea, un tal riesgo moral no puede compararse con el riesgo material que afronta el torero; admitiendo incluso que exista una medida común entre los dos en el plano de la cantidad (si el afecto de los demás como su opinión cuentan tanto o más que mi propia vida, aunque en un terreno semejante es fácil ilusionarse), el peligro al cual me expongo publicando mi confesión difiere radicalmente, en le plano de la calidad, de aquel en que una puesta en acción constante, del cual está hecho su oficio, asume el matador de toros. Igualmente lo que podría haber de agresivo en el designio de proclamar sobre sí mismo la verdad (debiendo sufrir aquellos que amamos) es muy diferente de una matanza cualquiera que sean los estragos que provoquemos. ¿Debo entonces considerar como abusiva la analogía que me había parecido dibujarse entre las dos maneras espectaculares de actuar y de arriesga?
Hace unos instantes hablé de la regla fundamental (decir la verdad y nada más que la verdad) a la cual está obligado el que hace una confesión y también hice alusión a la etiqueta precisa a la que se debe ceñir, en su lucha, el torero. Para este último, él muestra la regla, lejos de ser una protección, contribuye a ponerla en peligro: realizar la estocada en las condiciones requeridas necesita, por ejemplo, que él exponga su cuerpo, durante un tiempo estimable, al alcance de los cuernos; hay, entonces ahí una relación inmediata, entre la obediencia a la regla y el riesgo asumido. Sin embargo, manteniendo las proporciones, ¿no es un peligro directamente proporcional al rigor de la regla elegida la exposición del escritor que hace su confesión? Porque decir la verdad, nada más que la verdad, no es todo: falta abordarla realmente y decirla sin artificios como grandes vientos que se imponen, trémulos o sollozos en la voz, así como sin florituras, dorados que no tendrían otro resultado que un disfraz, aunque sea atenuando su crudeza, haciendo más sensible lo que podría tener de chocante. Este hecho de que el peligro que se corre depende de una observación más o menos minuciosa de la regla. representa entonces lo que puedo retener, sin demasiado pretención, de la comparación que me gustó establecer entre mi actividad como ejecutante de confesiones y aquella de torero.
Si me parecía, de primer acceso, que escribir el relato de mi vida vista bajo el ángulo del erotismo (ángulo privilegiado, puesto que la sexualidad me parecía entonces la piedra angular en la construcción de la personalidad), si me parecía que una confesión como esa que conlleva lo que el cristianismo llama “obras de a carne”, era suficiente para hacer de mí, por el acto que representa, una forma de torero, todavía aún tendría que examinar si la regla que me había impuesto -regla de la que me había contentado en afirmar que su rigor me ponía en peligro-es bien asimilable, relación con el peligro aparte, con aquella que rige los movimientos del torero.
De una manera general podríamos decir que la regla en tauromaquia persigue una finalidad esencial: además de obligar al hombre a ponerse en peligro serio (al mismo tiempo que lo arma de una técnica indispensable), a no deshacerse de cualquier forma de su adversario. Ella impide que la lucha sea una simple carnicería; tan exacta como un ritual, representa un aspecto táctico (poner al animal en condiciones de recibir el golpe de la estocada, sin haberlo cansado, más de lo necesario) pero también, un aspecto estético: en la medida en que el hombre “se perfilará” como debe cuando se incline con su espada que en su actitud habrá arrogancia; es igualmente en la medida en que sus pies se mantendrán inmóviles en el transcurso de una serie de pases bien calculados y acompasados, la capa moviéndose con lentitud, que formará con el animal esa composición prestigiosa en la cual el hombre, cuerpo y masa pesada cornuda, parecen unidos por todo un juego de influencias recíprocas; en una palabra, todo concurre a envolver el enfrentamiento del toro y el torero de un carácter escultural.
Imaginando mi trabajo a manera de un foto-montaje y eligiendo para expresarme el tono lo más objetivo posible, tratando de recoger mi vida en un solo bloque sólido (objeto que podría tocar como para asegurarme contra la muerte, mentras que paradójicamente pretendía arriesgarlo todo), si abría bien la puerta a los sueños (elemento sicológicamente justificado pero impregnado de romanticismo, lo mismo que el juego de capa del torero, útiles técnicamente, tienen vuelos líricos), me imponía en suma, una regla tan severa como si hubiese querido hacer una obra clásica. Y es al final de cuentas esta severidad, este clasicismo, que no excluye desmesura tal y como existe en nuestras tragedias más codificadas y reposando no solamente en consideraciones relativas no solo a la forma sino al la idea de llegar así a obtener un máximo de veracidad-que me parecía haber conferido a mi empresa (hasta donde hubiese podido)- algo análogo a lo que significa para mí el valor ejemplar de la corrida y que no hubiese podido darle por sí sola el valor imaginario del cuerno del toro.
Usar materiales que no dominaba y que tendría que tomar tal como los hallaba (ya que mi vida era lo que era, imposible de cambiar una coma al pasado, primera certeza que representaba para mí un lote imposible de rechazar como para el torero el animal que sale del toril), decir todo y hacerlo en ausencia de todo énfasis, sin dejar nada al placer y como obedeciendo a una necesidad, ese era el azar que aceptaba y la ley que me imponía, etiqueta con la cual no podía transigir. Que del deseo de exponerme (en todo el sentido del término) haya constituido el soporte primero, se deducía que esta condición necesaria no era una condición suficiente y que necesitaba además que, de esa finalidad original, se dedujese, con la fuerza casi automática de una obligación, la forma que debía adoptar. Esas imágenes que juntaba, ese tono que tomaba, al mismo tiempo que profundizaban y avivaban el conocimiento que tenía de mi persona, debía ser lo que daría, salvo fracaso, una emoción capaz de compartirse mejor. De la misma manera el ordenamiento de la corrida (marco rígido impuesto a una acción donde, teatralmente el azar debe aparecer dominado) es técnica de combate y, al mismo tiempo, ceremonia. Esta regla de juego que me había impuesto-dictada por la voluntad de ver en mí con las más profunda acuidad- jugaba simultáneamente de forma eficaz como cánon de composición. Identidad, si deseamos, de la forma y del fondo, pero más exactamente, desarrollo único que me revela el fondo a la medida en que le doy forma, forma capaz de ser fascinante para los demás (empujando las cosas al extremo) de hacerle descubrir en sí mismo algo de homófono en este fondo que me era revelado.
Esto, evidentemente, lo formulo muy a posteriori para tratar de definir mejor la acción que libraba y sin que me pertenezca decidir si esta regla de tauromaquia, a la vez guiada por la acción y grantía contra las facilidades posibles, se muestra capaz de una verdaderal eficacia como estilo, incluso (en cuanto a ciertos detalles) si era aquello en lo cual pretendía ver una necesidad de método no respondía más bien a un prejuicio concerniente a la composición,
Teniendo en cuenta que distingo en literatura una especie de género mayor (que comprende las obras donde el cuerno está presente, bajo una forma u otra: riesgo directo asumido por el autor sea de una confesión o de un escrito de contenido subversivo, forma cuya condición humana es mirada de frente o “tomada por los cuernos”, concepción de la vida que comprende el frente a frente con otras personas, actitud delante de las cosas como el humor o la locura, toma de partido por ser la caja de resonancia de grandes temas de la tragedia humana) puedo indicar en todo caso -¿sin duda no es empujar una puerta entreabierta?- que es en la medida exacta en que podemos descubrir otra regla de composición distinta de aquella que sirvió de hilo de Ariana a su autor a lo largo de la explicación abrupta que realizaba -por aproximaciones sucesivas o quemando etapas- consigo mismo que una obra se este tipo puede ser considerada literariamente auténtica. Eso por definición, en el instante en que admitimos que la actividad literaria, en lo que contiene de específico en tanto que disciplina del espíritu, no puede tener otra justificación que dar a luz ciertas cosas para sí mismo al mismo tiempo que hacermos comunicables a los demás y que como una de las finalidades más altas que pudieran ser asignadas a su forma pura en la poesía, yo entiendo: restituir por medio de las palabras ciertos estados intensos, sentidos concretamente y convertidos en insignificantes. Al ser puesto así, en palabras.
Estoy bien lejos aquí, de los acontecimientos actuales y consternantes como la destrucción de una gran parte de Havre, tan distinto del que conocí y amputado en lugares a los cuales, subjetivamente, me unían recuerdos: El Hotel de la Amirauté, por ejemplo, y las calles calurosas con construcciones ahora destruidas, como aquellas en cuyo flanco leemos todavía: La luna, The moon, acompañada de una imagen representando un rostro risueño en forma de disco lunar. Esta también la playa, cubierta de una extraña florecimiento de chatarra y cubierta de piedras laboriosamente juntadas, frente al mar donde un barco, el otro día, cayó sobre una mina, añadiendo sus restos a los demás escombros. Estoy muy lejos, por supuesto, de ese cuerno auténtico de la guerra en la que no veo sino, en casas abatidas, más que efectos siniestros. ¿Más involucrado materialmente, más activo, y por ese hecho, más amenazado, a lo mejor asumiría la cuestión literaria con más ligereza? Podríamos presumir que podría trabajar de forma menos maniaca por el hecho de hacer un acto, un drama en que tiendo a asumir, positivamente, un riesgo, como si ese riesgo fuese la condición necesaria para que me realice íntegramente. Quedaba, de todas formas, este compromiso esencial que estamos en medida de exigir al escritor, aquel que emana de la naturaleza misma de su arte: no abusar del lenguaje y actuar en consecuencia y de forma tal que la palabra, de alguna manera que se asuma para transcribirla en el papel, sea siempre verdadera. Quedaría que le es necesario aportar piezas de convicción al proceso de nuestro actual sistema de valores y pesar, con todo el peso con el que a menudo estamos oprimidos, por el sentido moral de la liberación de todos los hombres, a falta de lo que, ninguno podrá llegar a tener libertad individual.
Le Havre, diciembre 1945, Paris, enero 1946.
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