he estado releyendo cosas sobre Lévi-Strauss, aunque no he leído su obra completa la conozco bastante bien, pero siempre, siempre, afinamos ideas, intuciones apoyándonos en las reflexiones de los demás. Una cosa que siento en común con él, en la experiencia personal (sin la pretención de igualarme, aunque si lo hubiese conocido, creo que me hubiese fascinado conversar y escucharlo), es cómo el viaje, el improntus del viaje, ha marcado su vida. Primero los estudios sin mucho convencimiento, derecho, filosofía, luego ese viaje al Brasil para enseñar en 1954 y la revolución que esto produce: un cambio de 180 grados en su mirasda del mundo y en su forma de pensar y observar. Es curioso porque yo empecé escribiendo como una forma de revuelta contra cualquier designio exterior que no fuese mi propia consciencia (muy existencialista,sic), con la arrogancia que nos invade cuando empezamos, y qué pasó? Sucede que poco a poco he ido descubriendo que ciertos libros no me "han sido dictados", como se suele decir, pero responden a una forma de organización interna del lenguaje (mi palimpsesto) frente a hechos dolorosos. Me explico: poco a poco he ido descubriendo, como una etnóloga, que mi búsqueda está muy cerca de la de Lévi-Strauss, o mejor dicho, que sin quererlo, me he acercado a él al buscar comprender a través del lenguaje y de manera, digamos, inocente, qué se esconde detrás de las palabras: relaciones simbólicas, mitos y leyendas del pasado, familiares, colectivas, y que en mí producían, producen, una reacción. Por supuesto esto ese encuentra luy cerca del psicoanálisis, y no entiendo cómo podría ignorar esto. Es tal vez una de las razones por las cuales logramos tocar una fibra íntima de una persona: porque tocamos algo colectivo, y tal vez universal. Y aquí vuelvo a LS; la revolución copérnica es que él supo darse cuenta de que cada cultura, cada grupo humano, por más aislado que esté (xccasod e las culturas precolombinas en América), produce una forma objetiva y sistemática, armoniosa, de pensamiento. Es por eso que su mirada es humanista, porque más allá de querer demostrar que una cultura es inferios o superior a otra, comprende que todas producen una forma de conocimiento que posee la la misma complejidad estructural. Es sencillo, eso hace que una buena parte del mundo recupere una dignicad y no se sienta apalastada e humillada por los paradigmas occidentales del saber y el conocer. Y es también lo que piensa Le Clézio cuando descubre México. Nadie que escriba puede ignorar estas cosas, que, al entrar en contacto con un idioma entramos en contacto con una cultura viva, con memoria y una historia. Pues bien, mi exploración va cada vez más en ese sentido(y México, ese azar, ha cambiado algo) bucear en esos símbolos, esos registros y códigos de la memoria impresos en el lenguaje. En ese sentido me puedo considerar levistraussiana. Cito un fragmento de unos de los carnets de LV que me refleja lo que cualquier persona puede sentir con empatía al proximarme de una realidad: El visitante que, por la primera vez, llega a la selva con los indígenas, se siente invadido de angustia y de compasión delante de ese espactáculo tan desvalido; como aplastado contra un suelo hostil por algún cataclismo; desnudo, temblando, cerca de fuegos vacilantes. El viajero circula titubeante entre los arbustos, evitando golpear una mano, un brazo, un torso, de los que adivina los reflejos cálidos a la luz de los fuegos. Pero esta miseria está animada de murmuros y de risas. Las parejas se estrechan con la nostalgia de una unidad perdida y las caricias no se interrumpen, ante el paso del extranjero. Adivinamos en ellos una gran gentileza, una profunda despreocupación, una inocente y y encantadora satisfacción animal, y, reuniendo esos sentimientos diversos, algo así como la expresión más verdadera de la ternura humana.
Por mucho tiempo yo he rechazado cualquier lectura medio paternalista de "un estado salvaje", pensando que esa llamada "pureza" condenaba a ciertas poblaciones a vivir en estado de subdesarrollo y de prisión, desmitificando esa inocencia y haciéndola presente como una forma de encierro, que puede ser legítimo, no la reniego, pero, y aquí viene lo de mi relación con él, hasta qué punto no es también una forma de estar alienada con valores que se me han impuesto a través de los libros, de la educación, etc, valores de culpabilidad, de responsabilidad basada en la culpa, es decir en el deber más que en el ser? Quizás lo que LS leyó fue una forma de "ser", libre todavía de su codificación social, de su valor de intercambio. Lo que me ha llevado a pensar, como toda persona lúcida, que no hemos comprendido más que una milésima fracción de lo que somos como especie y como historia colectiva. Quizás, lo que me enseñó leer a LS, es la humildad.
Un fragmento del artículo de Roger Pol Droit sobre LS en Le monde de ayer lo define muy bien: Altanero? No, extremadamente exigente y supremamente inteligente, incapaz de tolerar la mentira.
1 commentaire:
Patricia
Además de lo que mencionas, a mí me sigue sorprendiendo su lucidez a los casi cien años. Ayer entre los muchos apuntes suyos que reseñaba la prensa, me encontré una frase de "Tristes trópicos", que me resulta tan melancólica:
"El mundo comenzó sin el hombre y terminará sin él"
En fin, se fue el hombre que atravesó un Siglo, siempre cómo observador atento y sensible.
Saludos
Enregistrer un commentaire