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dimanche, mars 23, 2008

un día más

Taza de té frente a la ventana mirado el cielo de París.
Conversación con mi madre, me entero de que mi abuela paterna se fue el 18 y que habían evitado decírmelo por miedo a desastabilizarme. No pude recrimirárselos aunque lo pensé y yo me haya venido preparando para eso. Hace un mes, durante mi estadía en Lima, fui a verla. Estaba muy mal, muy cansada, muy anciana y por esa razón pensé que le decía adiós. Casi no veía y solo me hablaba intuyendo. Me dolió mucho verla así, la vejez es cruel, y a veces, sin quererlo, ns olvidamos de acompañar en ese periodo que todos viviremos. Le tomé la mano y se la retuve largamente, mientras le decía que la quería mucho, por lo menos, hice eso. Mi abuela paterna, Oma, como le gustaba que la llamaran por coquetería aprovechando el hecho de tener dos nietos que hablaba alemán -el hermano de mi padre se había casado con una alemana- siempre fue una mujer muy fuerte, quizás un poco endurecida por la vida. Se hizo sola, crió sola a sus hijos, trabajó mucho y siempre estuvo orgullosa de ello. Pero, en el fondo, siempre sentí mis distancias con mi abuela, distancia de valores y de contenidos. Me daba mucha pena no poder compartir ciertas cosas con ella que era tan pragmática y tan decidida. Pero, mi oma, me regaló el primer viaje a París y fue en parte, artíficie de lo que vivo ahora. No me siento muy bien hablando de este tema, tal vez por la proximidad, pero, por una vez, es una ausencia que había aceptado, por el tiempo, con serenidad. Me vienen instantes de mi abuella llegado a Chaclacayo con bolsas de frutas en un auto negro (con su chofer de la UNI, porque trabajaba allí como jefa del departamento de escalafón), también los pellizcones en las mejillas y su colorete que me marcaba las mejillas. O aquella que reía fácilmente. Prefiero pensar en todo eso, en esas tardes en su casa de Miraflores oyendo una canción de Joe Dazan o en sus conversaciones. A veces, en verano, íbamos a pescar a Pucusana con mi padre y luego llegábamos donde nuestra oma cargados de bolsas de pescado fresco que ella entregaba a la empleada para limpiarlos. La veo, muy bien, y eso es lo que matendré como imagen de ella.

Trato de leer la novela Bolaño 2... y no puedo entrar. Me pregunto si no se debe al hecho de que es una realidad textual más que vivencial, demasiado litraria para implicarme. Intentaré de nuevo, pero presiento que...

ganas de ir a caminar por la Place de Vosges y ver la casa de Víctor Hugo (me da valor y energía, es una hermosa casa de escritor), pensar un poco en lo que vivo, esas cosas que escribo... Todo va muy rápido. A estas horas parís está vacío, salvo las panaderías que siempre abren muy temprano.

2 commentaires:

XIGGIX a dit…

Algunas veces suelo posar la mano sobre la pantalla, como intentando tender un puente sobre la lejana cercanía de lo virtual...

Unknown a dit…

Mi más sentido pésame por el fallecimiento de tu abuela. Ojalá no te desestabilices...
Lo mejor de parte de Ricardo Alfonso.