Pages

jeudi, mars 06, 2008

La invasión


Decidí borrar un mensaje escrito anoche porque me pareció muy precipitado. Tendría que pensar un poco más en la capacidad que yo misma poseo de ponerme en el lugar de los demás. Pensaba en el concepto de respeto (muchas veces se me ha increpado ser irrespetuosa, o invadir), y me he hecho la pregunta: ser respetuosos es estar concernidoas por los otros, implicadoas, comprometidoas, o es simplemente la prudencia, el no meterse, no mezclarse, no decir lo que se piensa? Muchas veces hay una búsqueda en la catarsis en el lenguaje e incluso en frases que parecen hirientes, para lograr una cierta sensación de autenticidad. Si le decimos a alguien que es un necio o un tonto, estamos abarcando la totalidad de su persona? No, no lo creo, estamos adjetivando en una circunstancia concreta: es un fatum pero también un pensum. Incluso si fuese un elemento que lo define, estamos mostrando que estamos implicadas, al decirlo arriesgándonos a que nos aparten. Luego pensé, a propósito de Marsella, en Simone Weil y encontré el texto siguiente. Es un pensamiento que está inspirado en la religión cristiana (de ahí las ideas de pureza, mal, etc...), pero que lo trasciende. Recuerdo haber puesto un post donde describía una reunión de Weil con un amigo que la describía con muy mal carácter... Aquí va :


“La vida, tal como es, solamente resulta soportable a los hombres por la mentira. Quienes rechazan la mentira y, sin rebelarse contra el destino, prefieren saber que la vida es intolerable, acaban por recibir desde afuera, desde un lugar situado fuera del tiempo, algo que permite aceptar la vida como es.
Todo el mundo siente el mal, le tiene horror y quisiera librarse de él. El mal no es ni sufrimiento ni pecado, es una y otra cosa a la vez, algo común a ambos, pues los dos están ligados: el pecado hace sufrir, el sufrimiento engendra maldad, y esta mezcla inseparable de sufrimiento y pecado es el mal en el que estamos, a pesar nuestro; y estar en él nos horroriza.
Parte del mal que está en nosotros lo arrojamos, lo proyectamos sobre los objetos de nuestra atención y nuestro deseo. Y esos objetos nos lo devuelven, y parece como si el mal viniera de ellos. Por eso llegamos a sentir odio y asco por los lugares en que nos encontramos sumidos en el mal; nos da la impresión de que esos lugares nos aprisionan en el mal. Es así como los enfermos llegan a odiar su habitación y su entorno, aun cuando esté formado por seres queridos; así también como los obreros llegan a odiar su fábrica, etc.
Pero si dirigimos nuestra atención y nuestro deseo sobre una cosa perfectamente pura, la parte de nuestro mal que arrojemos sobre ella no la manchará; seguirá siendo pura, no nos devolverá el mal y así nos libraremos de él. Somos seres finitos, y también es finito el mal que hay en nosotros; así pues, si la vida durara lo bastante, podríamos tener la certeza de que llegaría el día en que, por este medio y en este mundo, nos veríamos libre de todo mal.
Nada hay puro en este mundo, salvo los objetos y los textos sagrados, la belleza de la naturaleza (si se la contempla en sí misma, sin tratar de alojar en ella las fantasías propias) y, en menor grado, los seres humanos en los que Dios habita y las obras artísticas surgidas de la inspiración divina.
El único obstáculo a esta transmutación del horror en amor es el amor propio, que hace penosa la operación de llevar nuestra mancha al contacto con la pureza. Sólo se puede vencer al amor propio si se tiene una especie de indiferencia respecto de la propia mancha, si se es capaz de ser feliz con el pensamiento de que existe algo
puro” (2).
Yo siempre digo que no existe la maldad, solo sinos ponemos tontoas, hacemos daño... Por eso, es importante no desvaloralizarnos, creer, confiar en que podemos ser distintoas. O mejores. Perdonarnos nuestras faltas, creo que Weil lo dice en este texto.


Y sobre anoche, fue una reunión rara, en la casa del Embajador que es muy bonita, él es un hombre bondadoso, agradable. Al principio, esos ambientes me inspiran hostilidad. Luego, si pienso, logro encontrar simpatías, porque me gusta la gente, y sin embargo, también huyo un poco del ruido que producen. Villoro, simpático , sobre todo que encontré una frase suya que me gustó y que tiene que ver con el hecho de hacer lo contrario de lo que se desea, es de un texto, Los culpables, dice: Estoy tan a disgusto con la realidad que los aviones me parecen cómodos. Me entrego con resignación a las películas que no quiero ver y la comida que no quiero probar...


Y retomando la frase de Beauvoir, de estar dotada para ser feliz, habrá que hacerlo con resignación o rebeldía, pero habrá que hacerlo, no creen?


Recomiendo leer Las ensoñaciones de un paseante solitario, de Jean-Jacques Rousseau, es un libro muy hermoso, escrito a edad tardía... O las Memorias de un hijo de su siglo, de Alfred de Musset (uno de los pocos textos donde un hombre habla de una mujer con total empatía), quien fue pareja de George Sand . Debe estar en El Aleph, que suele tener textos clásicos franceses.







1 commentaire:

Rain (Virginia M.T.) a dit…

Me gustaría creer que la maldad no existe. La veo como una enfermedad, una purulencia del espíritu. Ya no se trata de tonterías, si no de crímenes premeditados, físicos, psicológicos. Y no me refiero a la maldad que sale como poderosa recreación. pensemos en Cantos de Maldoror, por ejemplo. Med refiero a la maldad por la maldad con sus destrucciones y su institucionalización.