Sino no nos creemos el centro del mundo, no corremos el riesgo de vaciarnos. Reco-rrerse es seguir nuestra línea vital, la unión entre vida y escritura, lo que podría ser el estilo, la personalidad.
Ayer, de casualidad, caí sobre un libro de Alain Badieu, sobre el nuevo gobierno francés y me impresionó lo que decía sobre el coraje como virtud. Hacía referencia al diálogo de Platón "Los cobardes", y se extendía para hacer un análisis más contemporáneo. Yo no creo en la heroicidad, pero sí en la fuerza del deseo como un motor de búsqueda y de encuentro. De trascendencia. A la manera de Levinas, por eso es un texto que recomiendo siempre: Totalidad e infinito. Las posibilidades son infinitas si el deseo nos lleva a todos esos juegos de alteridad. Tú y yo como principio de la existencia, empezando por el lenguaje que empieza por dirigirse a otro, ese Tú, tordo o no.
Hay una luz impresionante y yo debo trabajar. Ricardo Sumalavia, a quien no veo desde hace años, la última vez fue en Madrid, me dice para ir esta tarde al Marché de la poésie de Burdeos. Es bonito encontrarse con amigos en ciudades tan diferentes. Y yo he renunciado a una cata de vinos por trabajar.... no es que sea tan determinada, es que estoy de veras muy bien con mis libros, escribiendo. La vida sabe entregarnos lo que le pedimos si sabemos recibir. Todo radica también en el Recibir. Y como nadie hace caso a mi querida Flora, traduzco un fragmento (ah, ayer vi que se había reeditado Paseos por Londres en la colección de 2 euros-una de las más leídas-, se habrá puestod e moda??, y vi al menos 2 títulos de Millet en Gallimard, el muy... salop, no me ha dicho nada!). Aquí va Florita:
Peregrinaciones de una paria
El Mexicano (Bordeaux), cap. I
El 7 de abril de 1833, día de mi cumpleaños y de mi nacimieno, fue el de mi partida. Sentía una agitación tan intensa al ver que ese instante se aproximaba, que no dormía desde hace tres días. Tenía el cuerpo cortado, aunque me levantaba con el día para terminar mis preparativos. Esta ocupación calmaba la emoción febril que me inspiraban mis pensamientos. A las siete, el señor Bertera vino a buscarme en coche para partir con todo mi equipaje al barco a vapor. Qué cantidad de reflexions no habré hecho en el corto trayecto de mi casa al puerto! El ruido creciente de las calles anunciaba el retorno de la vida activa; yo sacaba la cabeza por la ventanilla, ansiosa por ver todavía esa hermosa ciudad, en la cual, en otros tiempos, había pasado días tan serenos. El soplo tibio de la brisa me pegaba en el rostro haciéndome sentir una sobreabundancia de vida, mientras que el dolor y la aflicción anidaban en mi interior: parecía ese paciente que llevan a la muerte, envidiando la suerte de esas mujeres que venían del campo a vender a la ciudad la leche, de los obreros que se dirigían a sus trabajos, como una testigo de mi propia carroza fúnebre. tal vez veía por la última vez esa población trabajadora. Pasamos delante del jardín público y me despedí de los árboles, recordando mis paseos bajo su sombra. (...) Diez veces, en esos largos instantes de espera, hice un movimiento para tomar la mano del señor Bertera, tratando de hacer un ruego, pero la presencia de toda esa gente me recordaba como un espectro terrible la sociedad que me había rechazado de su seno. Cuando lo pensaba, la lengua se me petrificaba y un sudor frío me cubría el cuerpo, y, usando lo último que me quedaba de fuerzas, rogaba a dios la muerte, la muerte como único remedio a mis malestares!
(Mi traducción)
Este es un fragmento en el que Flora describe su partida al Perú desde el puerto de Burdeos, en el que describe su miedo con todos los detalles, su sensaicón de sentirse repudiada y sola. Sin embargo, embarca y se queda casi por dos años en el Perú, entre Lima y Arequipa. Es justamente en ese reconocimiento en tanto que un ser limitado, pero con una determinación a prueba de fuego, que Flora Tristán se construye una autobiografía en el sentido más vital del término, una de las primeras personas en emplear el pronombre personal para nombrar...
Ayer, de casualidad, caí sobre un libro de Alain Badieu, sobre el nuevo gobierno francés y me impresionó lo que decía sobre el coraje como virtud. Hacía referencia al diálogo de Platón "Los cobardes", y se extendía para hacer un análisis más contemporáneo. Yo no creo en la heroicidad, pero sí en la fuerza del deseo como un motor de búsqueda y de encuentro. De trascendencia. A la manera de Levinas, por eso es un texto que recomiendo siempre: Totalidad e infinito. Las posibilidades son infinitas si el deseo nos lleva a todos esos juegos de alteridad. Tú y yo como principio de la existencia, empezando por el lenguaje que empieza por dirigirse a otro, ese Tú, tordo o no.
Hay una luz impresionante y yo debo trabajar. Ricardo Sumalavia, a quien no veo desde hace años, la última vez fue en Madrid, me dice para ir esta tarde al Marché de la poésie de Burdeos. Es bonito encontrarse con amigos en ciudades tan diferentes. Y yo he renunciado a una cata de vinos por trabajar.... no es que sea tan determinada, es que estoy de veras muy bien con mis libros, escribiendo. La vida sabe entregarnos lo que le pedimos si sabemos recibir. Todo radica también en el Recibir. Y como nadie hace caso a mi querida Flora, traduzco un fragmento (ah, ayer vi que se había reeditado Paseos por Londres en la colección de 2 euros-una de las más leídas-, se habrá puestod e moda??, y vi al menos 2 títulos de Millet en Gallimard, el muy... salop, no me ha dicho nada!). Aquí va Florita:
Peregrinaciones de una paria
El Mexicano (Bordeaux), cap. I
El 7 de abril de 1833, día de mi cumpleaños y de mi nacimieno, fue el de mi partida. Sentía una agitación tan intensa al ver que ese instante se aproximaba, que no dormía desde hace tres días. Tenía el cuerpo cortado, aunque me levantaba con el día para terminar mis preparativos. Esta ocupación calmaba la emoción febril que me inspiraban mis pensamientos. A las siete, el señor Bertera vino a buscarme en coche para partir con todo mi equipaje al barco a vapor. Qué cantidad de reflexions no habré hecho en el corto trayecto de mi casa al puerto! El ruido creciente de las calles anunciaba el retorno de la vida activa; yo sacaba la cabeza por la ventanilla, ansiosa por ver todavía esa hermosa ciudad, en la cual, en otros tiempos, había pasado días tan serenos. El soplo tibio de la brisa me pegaba en el rostro haciéndome sentir una sobreabundancia de vida, mientras que el dolor y la aflicción anidaban en mi interior: parecía ese paciente que llevan a la muerte, envidiando la suerte de esas mujeres que venían del campo a vender a la ciudad la leche, de los obreros que se dirigían a sus trabajos, como una testigo de mi propia carroza fúnebre. tal vez veía por la última vez esa población trabajadora. Pasamos delante del jardín público y me despedí de los árboles, recordando mis paseos bajo su sombra. (...) Diez veces, en esos largos instantes de espera, hice un movimiento para tomar la mano del señor Bertera, tratando de hacer un ruego, pero la presencia de toda esa gente me recordaba como un espectro terrible la sociedad que me había rechazado de su seno. Cuando lo pensaba, la lengua se me petrificaba y un sudor frío me cubría el cuerpo, y, usando lo último que me quedaba de fuerzas, rogaba a dios la muerte, la muerte como único remedio a mis malestares!
(Mi traducción)
Este es un fragmento en el que Flora describe su partida al Perú desde el puerto de Burdeos, en el que describe su miedo con todos los detalles, su sensaicón de sentirse repudiada y sola. Sin embargo, embarca y se queda casi por dos años en el Perú, entre Lima y Arequipa. Es justamente en ese reconocimiento en tanto que un ser limitado, pero con una determinación a prueba de fuego, que Flora Tristán se construye una autobiografía en el sentido más vital del término, una de las primeras personas en emplear el pronombre personal para nombrar...
foto: escritorio en Burdeos y música adhoc..http://es.youtube.com/results?search_query=partons+vite&search_type=
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire