Este mediodía, a la hora de almuerzo, fui a comer con una amiga a un restraurante del Canal Saint Martin. El día estaba precioso y me gustan los lugares que están cerca de este canal que también gustaba mucho a Cortázar. De pronto vi que entraba Pascal Quignard acompañado de una persona. Se sentaron delante y pidieron vino. Decidí mandarle una nota escrita para no molesarlo, pero cómo vi que no entendía mi escritura, por lo que decidí, luego de respirar hondo, decirle que era yo la persona que le había enviado la nota. Me saludó afectuosamente (apretón d manos), con la mirada limpia y azul. Le conté que me gustaba mucho Michel Leiris, que lo había traducido, y me dijo que habían sido muy amigos. Hablamos un poco de París, de la vida en París, de Millet, con quien no son más amigos, luego me pidió mi dirección para mandarme su próxima novela. Por supuesto, yo estaba feliz. Después hemos ido a una librería y ahí he encontrado un libro que habla de Madame de Stael y Madame de Souza, quien tuvo un famoso salón litrario en París, durante el siglo XIX. Y es por Quignard, por uno de sus famosos tratados, que me enteré de eso. Es decir, el día se cerraba armoniosamente, en el Palacio de Tokyo y el Museo de Arte moderno, adonde fuimos a ver varias exposiciones de arte contemporáneo, sobre todo la de Dominique Gonzalez, una de las artistas más interesantes en Francia. Comimos en el Palais de Tokyo entre los chicos ligeros que circulan por allí y que también van al Point ephemere, lugar alernativo, frente al canal. Muchas cosas en una sola tarde. Esta mañana estaba frustrada porque quería hablar de la impresión que me produjo un hombre que caminaba bajo la lluvia, delante del Point ephemere 8justo el día anterior9, frágil, delicado, rarísimo.
En la instalación de Dominique Gonzalez, me llamó la atención los libros que había puesto a manera de instalación: La vida de Henry Brulard, de Stendhal, Borges, Bioy Casares, y Winnicot... curioso...
sigo limitada con la computadora. Mañana escribiré sobre Unica Zurn.
En la instalación de Dominique Gonzalez, me llamó la atención los libros que había puesto a manera de instalación: La vida de Henry Brulard, de Stendhal, Borges, Bioy Casares, y Winnicot... curioso...
sigo limitada con la computadora. Mañana escribiré sobre Unica Zurn.
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