Ayer he tenido una discusión, con una persona que conozco bastante bien. Una de esas discusiones hirientes en las que el que ofende no toma en cuenta el poder ofensivo de sus palabras, o simplemente no se hace responsable de ellas. Yo puedo ser así, pero cuando sucede, suelo regresar sobre mí misma y trato de explicarme y de encontrarle un sentido a lo que he dicho. Hay agresiones que no sabemos cómo incsribirlas en una secuencia armoniosa, que rompen el hilo conductor porque simplemente son muy ofensivas, demasiado terribles e indiferentes. Me recuerda a ciertas ofensas que oía en boca sobre todo de hombres, cuando era pequeña, y que me dejaban sin identidad, como desorientada porque no sabía cómo asumirlas. Me sigue pasando aún ahora, que si una persona en la que he depositado la confianza, la traiciona, ofendiéndome, no sé cómo reaccionar ( o sí, en el caso de que sea un hombre me defiendo), o cómo decirlas sin sentirme mal conmigo misma por haber elegido a personas que, posiblemente, no se merecían esa confianza. Siento que me he traicionado por no haber hecho caso a ciertas alarmas que nos iban diciendo qué podíamos esperar de ellas. Y así, hay amistades, relaciones que terminan desapareciendo para siempre. Las palabras son el límite de toda relación, ellas expresan, significan, no están en vano a no ser que nos veamos como primates. En fin, tiene que ver con lo que he escrito en mi post anterior: la estupidez puede hacer mucho daño.
En la edición de El país del día de hoy sale un texto de Mario Vargas Llosa dedicado a Gabriel García Márquez y su novela mas importante: Cien años de soledad. Es el prefacio a una nueva edición que forma parte del libro de MVLL, Historia de un deicidio. Es un libro que había leído hace muchos años y que vale la pena volver a leer porque es muy rico en su análisis y es un excelente texto crítica. MVLL describe los diferentes niveles de representación de Cien años de soledad. Es una crítica que invita a leer esta novela, después de un tiempo considerable, a ver qué sucede. Yo la leí a los 16 años, de un tirón, casi si salir.
Ayer noche también he probado las delicias de la comida canboyana en el barrio de Republique... fideos, nens, langostinos y una sopa suculenta, con este frío, cae bien...
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