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mercredi, novembre 26, 2008

Solo interesan las huellas

Me impresiona lo compleja que puede ser la experiencia estética, su lado más sensible, más espiritual: la Huella. Creo que para que se produzca es necesario ese estado de concentración del que ya hablé, "anidado" o en gerundio, anidando....

Basta con que encuentre un interlocutor, alguien que desee escuchar la misma música, para que me sienta feliz. Cependant (para no dejar morir al francés), siempre me sorprende más la complicidad entre hombre y mujer que vinculo a esa relación hermano-hermana, de complemento, de encuentro.... idea que, además, le copié a Deleuze. Y porque esa relación mantiene algo de mitología, de fundadora, como Adán y Eva, Tristán e Isolda, Romeo y Julieta... Sartre y Beauvoir... Basta con que un rayo de luz, como en la música de Debussy, Claro de luna, ilumine a esa persona para que se produzca esa epifanía. Ayer, durante la conversación miré las manos de mi interlocutor y eran tan bonitas, estaban tan suavemente puestas sobre el celular, inclinando un poco la cabeza, que se produjo ese impacto. Me conmueven esos gestos aparentemente banales como coger un celular. Luego la conversación fue profusa.
O yo estaba muy impregnada de mí misma, aunque no creo, no hice sino despotricar contra todo como una infante, una genisse enfadada... Pero la conversación y la porosidad con que se me escuchaba, me hizo sentir que mis discursos, mis palabras, resonaban con otro contenido, sintiéndome bien... Mnnnnn... definitavamente ciertas relaciones nos ennoblecen. Me sucede también con otras personas. Será Proust???, oh mon dieu!!
Ya no utilizaré más el fránces, por ahora, lo prometo, es casi un aliento boca boca!

Me sorprende el sol de México, ahora entiendo por qué se dice: águila o sol. Es que brilla, brilla en medio de un cielo azul cerúleo, y ahora, mientras caminaba y escuchaba El claro de luna (que cuelgo para que también lo escuchen y se aniden), sentía que los autos corrían suavemente por la calzada, que todo discurría en un tiempo lento, prolongado, dilatado al máximo. Y era agradable cruzarse con vendedores de flores en las esquinas, de tortillas frescas, de atoles, de jugos de frutas, y seguir caminando, sin frío, sin sentir el cuerpo, con una intensa sensación de libertad. Oh, sí, a veces creo que soy afortunada.
http://fr.youtube.com/watch?v=BzeCUlZz5aE

2 commentaires:

Declarado Demente a dit…

Es interesante lo que dices, me parece que ese rayo de luna que ilumina, esa música que puede transfigurar el presente, o que muestra a las cosas y a las personas bajo una luz diferente, sólo es posible si el actor (el observador, tú) se desdobla y se observa a sí mismo y a su entorno.
Es un momento especial en que se podría aferrar el concepto de escritura en ciernes, en estado embrionarios, y es la que posibilita ese tipo de observación.
No?

Patricia De Souza a dit…

digamos, que es el único instante en que el lenguaje abandona su calidad de bastardo y se arroja a los brazos de ese instante que parece coinciliar todo dándole un sentido. No sé por qué se me ocurre esa idea. Pensaba en Beckett y su lamento de la presencia divina, ese tono proberbial, profano y sagrado que tienen sus textos (que además escribió en francés!). Es decir, como lo dices, que ahí empieza a escribirse un texto interior, silencioso... luego viene el concreto, el que podemos leer y mostrar a los demás. Voila.