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mercredi, octobre 25, 2006


Texto de Marguerite Duras hablando de su libro El Vice-cónsul. Es así el proceso de escribir en ella, y de ahí, su fuerza, ese ímpetu del lenguaje que parece que nos pone ahí, al frente de una acontecimiento.

MD:

Estoy aquí para escribir una novela. La vida de un hombre que he inventado. Un héroe silencioso e ingenuo y sin audacia, y que deja pasar sus oportunidades para ser feliz. Lo he hecho Vice-cónsul de Francia y Calcuta, Vice-cónsul, profesión mediocre, pero segura y engañosa, Calcuta, ciudad infinita de la lasitud del ser.
En el punto en que me encuentro en mi historia de mi héroe, debo hablar del lugar donde se encuentra, Calcuta. Contar su derrota, su sueño aplastado y cómo Calcuta, lentamente, pondrá a plena luz su soledad, su banalidad, su angustia tan corta y por nada. Debo inventar Calcuta completamente, su calor, sus ventiladores por todas partes, sus ruidos de pájaros asustados, el amor de una mujer. Estoy aquí para jugarme la suerte, la más grande. Si no lo logro, no me mataré. Regresaré a París y continuaré haciendo lo que siempre he hecho. Nadie lo sabrá. ¡Qué dificultad! Cómo atacar esa fortaleza... Las palabras existen en algún lugar, escondidas por ahora, pero los conozco todas, todas y me regresarán a la cabeza. Reducir esta ciudad, que regrese a mí, completamente. La mujer que encuentra es Calcuta, la mendiga, es también Calcuta. El Vice-cónsul de Francia, también. ¿Qué es entonces lo que quiero describir, cuál es su naturaleza? Madame Bovary ha pasado entre sus ruedas. Albertine también. Las playas, muerta Albertine, y este estado en que estoy yo misma, todo irá en ese libro. No sé qué es lo que será ese libro, lo que sé es que está en mi lugar. Yo no soy nada.
Describir.
Interminablemente la noche de Calcuta. Un huevo enorme, negro, pestilente. Nubes que se amasan en lo alto de la desembocadura del Ganges en un Himalaya. Una mendiga piojosa arrodillada en el agua de las riberas, cerca de los establos donde duermen las carpas. Ella las acecha y las come crudas. Calcuta, ciudad mala, mala. Miseria por todas partes, el olor de orines que remueve el ventilador. Ella pasa por la mañana con sus hijas para ir a jugar tenis. Ella atraviesa el parque que rodea la oficina de la Embajada. A veces se cruza con el Vice-cónsul de Francia. Nunca le habla. Perder su tiempo, su juventud, expresión ingenua de la cual ella se servirá. Quisiera decir su desesperanza, larga marea, movimiento lento que los atraviesa. Es ayer que el amante se be haber ido. Su nombre es Jean, lo he oído. La mujer de Calcuta es rubia, la inventaré mañana. Ella debe estar muy bella sobre una cama cerca de su amante. No será el Vice-cónsul de Francia. ¿Quién se está muriendo en esta habitación? El Vice-cónsul de Francia en Calcuta. Perdió su oportunidad, su oportunidad fui yo. Yo no sé escribir este libro, ya no lo sé. Calcuta muere también. El Ganges no arrastra nada. A lo mejor me equivoco, hay que empezar lentamente, mañana, escribir todos los días. Encontraré el vínculo entre todas las cosas que digo. Empezar por el comienzo, ser razonable. Contaré todo, puedo, puedo todo. ¡Qué fuerza, que felicidad!.

Comentario interior, Noche negra, Calcuta, 1964.

Leyendo este texto de MD, entiendo cómo se mezcla la ficción y la propia vida. Ganas de dar vida a visiones de México, la esquina donde paseaban estudiantes salidos del colegio, con un fondo de muro pintado de colores muy vivos. La sensualidad de sus comidas, su lentitud, y sus códigos estéticos. La ciudad ruidosa, enorme y envolvente. Me gustaría ir a la India y ver el Ganges, me gustaría hablar de muchas cosas y por eso admiro la capacidad para elegir de MD y para creer en ella. Al despertar, la sensación de un cuerpo sólido, largo, tomo desayuno atravesada por esa sensación y sé que de ahí surge el fragmento, en ese no querer contar la historia si no en percepciones más o menos separadasy en bloque, es renunciar a la continuidad, es acpetar la desaparición de una persona y la mía. Es lo que me decía Eric: ¿Por qué voy a elegir una sola cosa si hay una multiplicidad? y de ahí su dispersión y el lado arrollador de sus libros. Estando presente su habitación, con la puerta siempre abierta, parecía una especie de torbellino. Mirando una noche el paisaje de Saorge, dijimos que se parecía al de “Cumbres borrascosas” y sí, hubo una tensión constante, tempestuosa durante esos días. Fuerzas contrarias, personalidades encontradas y miedo en algunos residente por una especie de caos general. ¿Esa fuerza, cómo describirla? Yo tengo una novela comenzada, en francés. Allí hay un hombre, recién aparece, no lo veo del todo, o no sé, necesito tiempo para verlo. Lo veo, a veces, a través de la música, a través de un támiz todavía impregnado de sensaciones... Con indulgencia y como si fuera yo. Hay que pasar esa osmósis, hacer que el otro sea realmente otro... bueno, ya estuvo bueno por ahora.

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