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samedi, septembre 30, 2006

Comprender


Creo que la comprensión es una cuestión de lenguaje, de su lógica, incluso, diría, de su sintaxis. Como solo comprendemos a través de las palabras, nuestra manera de comunicarnos, de vivir y estar en el mundo, tiene que ver con lo que somos capaces de construir con ellas. Hay lenguajes cerrados, aforísticos (no por nada, Pascal, en sus Pensamientos, usó el aforismo), y otros porosos, abiertos y en movimiento. Los primeros buscan la verdad y necesitan estar en ella (es como creer que Dios existe), los segundos, no buscan verdades, viven las cosas y las dejan respirar. Esto tiene que ver con la escritura, con la forma en que se da vuelta a una idea. Me atrevo a decir que mientras nuestra escritura quede como una obra abierta, más estaremos en capacidad de enriquecerla. Desconfío de los creyentes, en todos los planos, de la rigidez en el lenguaje, de toda necesidad de verdad. Yo creo que cuando escribo lo que me interesa es el ensanchamiento de los planos semánticos de mi lenguaje, no su clausura. Ninguna escritura me parece acabada sino algo en perpetuo movimiento. He estado leyendo un pequeño librito de Levinas, sobre Paul Celan, el poeta muerto en un campo de concentración. Si Celan continuó escribiendo es tal vez fuese porque el signo se transformó en gesto: No veo diferencia entre una mano y un poema, escribió Celan a su amigo Hans Bender. He ahí el poema, convertido en una expresión tan poco articulada como una guiño, un signo destinado al otro. Esta es, como escribe Levinas, una comunicación elemental y sin revelación, una balbuceante infancia del discurso, porque qué nos revela el lenguaje sino los límites de nuestra capacidad de pensar, una humildad impuesta, y pese a eso, la necesidad, la utopía de trascenderla. En todo acto de escribir hay una creencia, a veces heredada, cuando conocemos nuestras deudas con otros autores y sabemos que no hemos inventado nada nuevo. Pero también existe la necesidad, humana, de impregnarle a lo escrito un soplo personal, una forma de movimiento que solo nosotros poseemos. Y ese movimiento, mientras más libre, más ditirámbico, más interesante...
En fin, esta idea no está del todo moldeada, pero intuyo que las cosas van por ahí.
Cuando escribimos recorremos todas las fallas de nuestro propio lenguaje impregnado de experiencia, todos sus traumas e imponderables, por eso, tal vez, Duras decía que escribir un libro era demasiado traumatizante. Hay personas que están dispuestas a tocar la herida, hay otras que les ponen cemento. Son opciones, composiciones distintas. No sé si irreconcilibles, preferiría pensar que son complementarias. Abajo, poema de Celan.


HABLA TAMBIÉN TÚ

Habla también tú
sé el último en hablar,
di tu decir.

Habla-Pero no separes el No del Sí.
Y da a tu decir sentido:dale sombra.

Dale sombra bastante,
dale tanta
cuanta en torno de ti tú sabes extendida entre
medianoche y mediodía y medianoche.

Mira en torno:
ve cómo alrededor todo se hace viviente
¡En la muerte! ¡Viviente!
Dice la verdad quien dice sombra.

Pero se estrecha ahora el lugar donde estás:
¿Adónde ahora, despojado de sombra, adónde?
Asciende. Tanteante, asciende.
Te haces más sutil, más irreconocible, más fino.

Más fino:
un hilo por el que quiere descender la estrella
para abajo nadar, al fondo,
donde se ve brillar: sobre móviles dunas
de palabras errantes.


Versión de José Ángel Valente

PS: esta noche Barry Wallenstein lee poemas acompañado de un jazzman de Niza, Serge Pesce. Barry está un poco nervioso, desplazándose por los corredores.

1 commentaire:

Anonyme a dit…

ejem... "Yo creo que cuando escribo lo que me interesa es el ensanchamiento de los planos semánticos de mi lenguaje, no en su clausura." No abuse.