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mardi, septembre 12, 2006

Traduzco un nuevo fragmento de Camille Laurens, de una lucidez impresionante, siempre del libro Ni toi n moi (Ni tú, ni yo). Me hace pensar en parte en el texto de Madame de Stael, escrito en el siglo XIX, sobre la literatura escrita por mujeres...


Mensaje dirigido a un hombre:

Usted es como Orfeo, es quizás por eso... No ama a las mujeres más que en la ausencia. De todas formas, ¿qué podemos esperar de un cineasta? Ama a las mujeres imágenes, a los iconos, las estrellas. ¿Cuántas han muerto por no estar mas que vivas sobre el papel de aluminio? ¿Cree que Marilyn quería ser querida así? ¿Que no hubiese preferido ser amada en persona, llena de recuerdos y de dolores, de lecturas, de deseos y de niños muertos, de placeres y secretos, en lugar de ese nombre inventado donde cada quien inscribe lo que quiere, donde no es más lo que ella pone?
Hay muchos, muchos hombres que no aman a las mujeres, pero a lo mejor es necesario ser una mujer para saberlo. La mayoría lo ignora porque su reticencia toma una forma amable y amante, su odio tiene los rasgos de la adoración. Las adulan desde lejos temiendo que se aproximen y se les presenta muy a menudo como buscadores de la presencia femenina, sea por su belleza, su conversación o su encanto, o las dos cosas juntas. Se dice que los hombres están más interesados en el sexo, más concretos que las mujeres, menos soñadores. En realidad, muchos se las arreglan para alejar de ellos a las mujeres, poner distancia, aunque tengan que halagarlas y embalsamarlas en las frases. Lo que desean muchos hombres sin saberlo, es hacer desaparecer a las mujeres. Los medios son múltiples y variados: las ponen en un pedestal, haciéndolas inaccesibles, o les huyen, haciéndolas intocables, o las cubren, haciéndolas invisibles, o las desfiguran, haciéndolas indeseables, o las matan, puesto que son invivibles. Aman a las mujeres ausentes, silenciosas, maravillosas, sin rostro, desaparecidas o muertas. No aman sino de lejos. Cuando se aproximan los brazos se les caen. Todo se hace en nombre del amor cuya estrategia se resume en esta pregunta: ¿Cómo volatizar la mujer que amo para poderla amar? ¿Cómo hacerla desaparecer para que esté para siempre presente?
Ah! Habría que banalizar el verbo amar, contribuiría al progreso de la verdad: yo te odio, he ahí la verdad.


He ahí, que, a veces, las mujeres nos vemos transformadas en arpías sin saberlo. En disidentes, subversivas, parias, peligrosas. Me hace pensar también en otra película: Besos volados, en la cual toda mujer que reclama su libertad es considerada como una histérica. Autorizarse a ser reconocida no solo como un cuerpo, sino como una persona, humana, parece que contiene la respuesta: no existes, no estás. Vigilar y castigar, ese parece ser el rol de la sociedad, no veo otra forma de interpretación por el instante. Este libro está escrito en el siglo XXI y lo que el personaje femenino dice no difiere mucho de la situación del otro siglo, ni de la de muchas mujeres que se callan, aceptan el juego, renuncian...

Otra frase interesante: Matamos lo que amamos para no morir nosotros... porque tenemos miedo de todo, miedo de la persona que amamos, de amar y de ser amados, de no reconocernos en la mirada del otro, de no ser nosotroas mismoas, de no llegar a estar a la altura, en suma, miedo y miedo. Entonces, creo, que pasamos a somatizar nuestra existencia, a sentirla como un peso y sin valor. Pasamos a ser devalidos, pueriles, incapaces de generosidad. Como la época nos expone más, como no nos deja pensar más que lo indispensable: cómo subsistir, no empleamos más que lo mínimo de imaginación en comprender nuestras relaciones emocionales. Nuestra vida espiritual, interna, está arrasada.

nota bene: la fusión oa, es a propósito.
Ps: Hoy llegaba Doris Lessing al festival de literatura de Berlín. Me hubiese gustado saber qué pensaba sobre esto, me hubiese encantado...

1 commentaire:

Anonyme a dit…

Me viene a la memoria la relación de Virginia Wolf y Leonard...

No estoy muy segura de que en esas relaciones tan insatisfactorias haya que cargar con toda la responsabilidad a los hombres, aunque es evidente que sí en mayor porcentaje.

De cualquier persona se debería esperar que la autoestima, o la tan maltraída dignidad, acompañara el proyecto de su vida. Y la realidad nos muestra, en cambio, seres que se acomodan con cierto fatalismo a las expectativas de los vientos de la historia, aunque ello signifique la mayor traición a la propia supervivencia.

Y claro, también cabe preguntarse si en realidad se renuncia a 'algo' en todos los casos. Marilin, por ejemplo, fue amada por Miller, y quizá no supo valorarlo. Lo difícil no es conseguir las cosas sino desearlas.

Gracias, Patricia, sus artículos son muy estimulantes, y escritos con tal excelencia que no dejan de deleitarme siempre.

Un cordial saludo