Esta mañana, antes de ir a la playa, quería hablar de la presencia del mar en Lima. Es que está por todas partes (al menos aquí, en San Isidro), huele, se mueve, golpea. Uno de mis grandes placeres es pasar por la Costa verde (que la han puesto verde a fuerza de riego), mirar el acantilado, imaginar elefantes dormidos, un parentesco con Alejandría, en Egipto, y mirar a los tablistas (que además suelen ser -solo- hermosos) deslizarse sobre una ola luminosa, pelear, salir a flote hundirse y salir de nuevo. Es extraordinario ver ese mar que vive, acoge. Y ahora, j enfile por la costanera! Pero hay cosas menos agradables de las que también quiero hablar, pero ahora no puedo: me falta el tiempo...
Regreso..
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