He tratado en vano de concentrarme tratando de avanzar un texto, me encuentro en un terreno de tránsito, entre un lugar y otro: entre México y Lima. Ayer, vi una película sobre la vida de Paul Gauguin, quien abandonó todo (una vida con familia, la seguridad de un empleo, etc) para seguir su sueño de artista. Un encuentro fue fundamental, ir a dar por casulidad on Pisarro, el pintor que va a marcar esa ruptura en su vida. El es quie le dice, al mirar un cuadro de amteur de Gauguin, que tiene talento. Después de haber pasado por Port Aven, Gauguin parte a las Islas marquesas, allá vive una revolución en su vida. Su revolución. Cuando encuentra su vía, su propia huella en la pintura de sus cotemporáneos, decide regresar a París a hacer una gran exposición que resulta todo un fracaso. Su esposa Mette es la única que lo sostiene, la única que lo empuja a regresar a Papete para seguir su camino, solo. Todo un gesto de amor. Amar es siempre querer la felicidad del otroa aunque esta sea dolorosa...
Releo Franz y Francois de Weyergans, que no deja de gustarme. Es casi lo opuesto a mí, sin embargo, es un melancólico crónico, de una ternura infantil. Por ejemplo cuando me escribe: beso nuestros sueños en México. Cómo me hubiese gustado que mi padre me escribiera esas frases... estoy en un pasaje en que W sueña con escribir en la casa de Balzac. Yo he vivido a 5minutos de la casa de Honoré en el barrio XVI. Me bastaba con tomar la rue Ranelagh, bajar por la Rue de Passy hasta dar con la entrada de su casa. Ahí está su famosa mesa donde escribió la Comedie, y W piensa como yo cuando soñaba con escribir en la casa de Hugo: si me dejasen quedarme por las noches a escribir sobre esa mesa, no molestaría a nadie. Seguro que no.
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