De lo único que estoy segura es de que yo no me hubiese podido quedar encerrada en el fatum de haber nacido en una sociedad tan conservadora, dominante y dominada, masculina (y aquí incluyo a las mujeres que son las que transmiten los valores de forma activa) y castradora. Si de algo puede servir mi propia experiencia, es para hacer saber que desde muy pequeña dudé de los prejuicios de clase, de las ideas adquiridas, de todo. En esto mi madre me apoyó, no censurándome sino dándome libertad para actuar. No he seguido ningún esquema, mis estudios han sido desordenados y a la carta, si se puede decir. No soportaba el colegio, porque me parecía una educación militar, pacata, por religiosa, y pobre porque no nos enseñaba a interpelarnos sino a imitar, a copiar y a alienarse. Recuerdo muy bien las veces en que una profesora me ha maltratado por mostrar ideas independientes, en cuantas veces, podía pasar por excéntrica porque no hacía lo mismo que las chicas de mi edad, cuántas veces ha habido, y la hay, la mirada de desconfianza por desafiar las reglas de la tribu. En una mesa redonda sobre Simone de Beauvoir, una mujer decía: yo siempre he sido misógina, recien ahora me doy cuenta. Las mujeres, como todoas, se alienan con el poder por miedo a perder una situación social o verse condenadas a la exclusión. Esto no lo descubro yo, vuelvan a leer el Segundo sexo, y verán. Es decir, yo consideraba, y sigo apostando a ello, que la única manera de des-alienarse es leyendo, moviéndose, asumiendo el riesgo del viaje y el desarraigo. Para poder existir en tanto que persona tuve que alejarme de todos mis referentes afectivos, volver a inventarme en otro idioma, el francés, de ahí que escriba ahora en él que es como una segunda piel, es el Palinsesto (figura querida para Proust de la escritura que emerge).
Esta mañana oía una entrevista a Pascal Quignard, a quien vi un día en un café (lo cuento en un post), y me impresionó por su mirada y la forma como me apretó la mano, con intensidad; un hombre raro, de una sensibilidad fuera de lo común. Pues bien, Pascal dice textualmente: Qué es la política sino quitarles a las mujeres la reproducción social?
Toda escritura, hecha por una mujer, me parece política, en mi caso, es respuesta que busca la dialéctica y no la encontró en su espacio natural. Por eso, como decía también otra mujer, en su diario que es extraordinario, Anais Nin: hay que saber moverse, irse, abandonar lo que no nos enriquece ni nos hace movernos interiormente... algo así.
A los dieciocho años yo me fui a París, muriéndome de miedo aunque con ansiedad y emoción, y ahora me doy cuenta que sin eso, sin esa partida, no sería quien soy, no escribiría, sería tal vez una amargada, o no sé, o una nihilisa completa!
Leo las memorias de Philippe Sollers (esposo de Julia Kristeva), que son la ligereza perfecta, el allegro de vivir en armonía y en la creación. Anoche también pensaba que esa morosidad típica de las sociedades cerradas, esa falta de oxígeno, es una forma de padecer la dominación, la locura del capitalismo, su esquizofrenia. Vivimos en un mundo completamente comunicado pero con personas incapaces de asimilar toda esa información, de acordarse con nuevos contenidos culturales, condenándonos a un desarraigo constante que produce los nacionalismos y las fobias. El desarraigo no es únicamente personal, es de todoas...
Una última anécdota de Sollers, el encuentro con Dominique Rolin, otra escritora. El tiene 22 años, ella 45. Coup de foudre, amor productivo, complementario, porque sí, sí existen esas situciones y cuando suceden, hay que celebrarlas. Por qué no, escribiendo para compartirlas.
Esta mañana oía una entrevista a Pascal Quignard, a quien vi un día en un café (lo cuento en un post), y me impresionó por su mirada y la forma como me apretó la mano, con intensidad; un hombre raro, de una sensibilidad fuera de lo común. Pues bien, Pascal dice textualmente: Qué es la política sino quitarles a las mujeres la reproducción social?
Toda escritura, hecha por una mujer, me parece política, en mi caso, es respuesta que busca la dialéctica y no la encontró en su espacio natural. Por eso, como decía también otra mujer, en su diario que es extraordinario, Anais Nin: hay que saber moverse, irse, abandonar lo que no nos enriquece ni nos hace movernos interiormente... algo así.
A los dieciocho años yo me fui a París, muriéndome de miedo aunque con ansiedad y emoción, y ahora me doy cuenta que sin eso, sin esa partida, no sería quien soy, no escribiría, sería tal vez una amargada, o no sé, o una nihilisa completa!
Leo las memorias de Philippe Sollers (esposo de Julia Kristeva), que son la ligereza perfecta, el allegro de vivir en armonía y en la creación. Anoche también pensaba que esa morosidad típica de las sociedades cerradas, esa falta de oxígeno, es una forma de padecer la dominación, la locura del capitalismo, su esquizofrenia. Vivimos en un mundo completamente comunicado pero con personas incapaces de asimilar toda esa información, de acordarse con nuevos contenidos culturales, condenándonos a un desarraigo constante que produce los nacionalismos y las fobias. El desarraigo no es únicamente personal, es de todoas...
Una última anécdota de Sollers, el encuentro con Dominique Rolin, otra escritora. El tiene 22 años, ella 45. Coup de foudre, amor productivo, complementario, porque sí, sí existen esas situciones y cuando suceden, hay que celebrarlas. Por qué no, escribiendo para compartirlas.
A veces necesitamos que nos acompañen: Weyergans me escribe: Chiquilla, ando ocupadísimo, pero pienso en ti Y te leo. Ese, te leo, me empuja a seguir escribiendo, no todos los hombres son misóginos, ni las mujeres.
foto: Portada del último libro de Pascal Quignard, La noche sexual, y foto suya. y video sugerente de Alain Souchon:http://fr.youtube.com/watch?v=M5RcTEwemWU
2 commentaires:
Mujer, no me cabe duda que eres parte de esa noche tan intensamente descrita por tu madre...
Creo que es importante que se den estas conversaciones o "confesiones si se quiere" pues cuantas veces hemos dudado o nos ha faltado la confianza para hacer algo aun cuando estamos seguros de tener la razon y por miedo o por falta de algo o alguien que nos impulse nos detenemos y nos quedamos atascados en la incertidumbre de no saber cual es nuestro verdadero camino...
Nuestros instintos, si los seguimos, tal vez nos engañan menos que algunos modelos autoritarios que la sociedad nos impone.
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