Cuando Marcel Proust escribe La prisionera, piensa en un personaje femenino que su protagonista debe encerrar para conocer, màs que para poseer... Conocer aquellas personas que nos rodean es lo más complicado, lo más enredado, el reto más arduo y arriesgado...
reconozco dos etapas en mi vida como escritora, la primera en la que el lenguaje luchaba por hacerse un lugar, poseerme de alguna forma, y yo, o la persona que cree ser yo, se peleba con él, y salía un poco dañada, cojeando. Ahora, con el francés de soporte, siento que pongo un poco de armonía, de ser un grito, aunque siempre esté esa posibilidad, a ser un canto más sereno, no resignado, si no simplemente sereno. He aceptado un poco más a los demás y a mí misma. Sigo en lucha, y toda la vida será así, pero acepto ese estado, lo vivo sin miedo, sin huída...
lluvias y lluvias, bajo esa lluvia, descubro una ciudad cosmopolita en Caracas, gente de Italia, de Portugal, de Irán (claro, eso es más obvio) de la China (y claro del caribe), sus costumbres, sus comidas, incluso muchos restaurantes excelentes del Perú. Hay un conglomerado humano heterogéneo, vital, muy interesante.... un hallazgo...
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