Escrito poco, escenas sobre un príncipe Cuauthémoc imaginario..... A veces, por instantes fugaces, sed de la aridez de la sierra peruana, sensación de la niñez que me devuelve a un estado de armonía intacto... ganas de sonidos de quena, de viento, de zampoña... He confiscado cierta pureza en ellos, o a lo mejor algún recuerdo con mi padre en lo alto de una meseta o en la cresta de la cordillera de los andes y el frío mordiendo los labios y los riñones, unas niñas que caminan bajo ese frío, ese cielo azul y puro, soñando con un futuro, con una vida... Solo así comprendo que esa experiencia es inédita, a lo mejor única, y en vías de desaparición. Lo he comprendido un día mirando esa geografía mejestuosa, al construir una biografía lejos de ese paisaje, de ese mundo, de toda una serie de vínculos, y sabiendo, que un día tendría que enfrentarme con mi desarraigo, que tendría que escribir y escribir para no desaparecer o para comprender que la vida es justamente desarraigo, alejarse, renuncia, simplemente esa comtemplación beata y sorprendida. Pensar que podemos sorprendernos, que no sabemos nada sobre nada, es una primera forma de combatir nuestra vanidad, humilitas... miremos esa montaña... O, mi montaña!! Extraño mi Perú, tal vez...
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