Leyendo un libro de correspondencias entre Julia Kristeva y la filósofa Catherine Clément, me doy cuenta de cuán importante es establecer una diferencia entre zóe (el animal biológico que somos)y bio (escribir nuestra biografía), en el sentido más amplio, no solo en ficción, es decir novelado, representado, sino en el día a día. Poder decir, contar nuestra historia en tanto que mujeres, que personas. Lo que Julia Kristeva y C. Clement perciben en Francia, es un retroceso al oscurantismo del siglo XIX! Una parálisis social de parte de las mujeres alarmante... qué podemos decir de nuestro lado? No lo sé, creo que ese sentimiento de aislamiento, de no tener acompañantes que por instantes me acosa, no es una idea, es una constatación un poco dolorosa. La frivolidad ha invadido todos los ámbitos y es difícil, salvo excepciones, que celebro, poder hablar de verdad, sin sentir que no nos estamos perdiendo en un diálogo de sordos.
Ayer pensaba en la anécdota que cuenta Cortázar sobre un viaje suyo a Veracruz, en el que se hace lustrar los zapatos por un niño que no sabe dónde queda la Argentina. Cuando se lo explica, el niño, con una inocencia increíble, le pregunta: Y le costó muy caro el taxi desde la Argentina hasta Veracruz? Quién es reponsable de que este niño no sepa representarse geográficamente un país además del suyo? Ése tipo de gestos son muy conmovedores porque son la prueba tangencial de que hay personas que no tienen ninguna responsabilidad de estar en la ignorancia, que son completamente inocentes, como aquellos que no encuentran trabajo, para volver al tema anterior...
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