Como he revisado la nueva edición de Ellos dos, que debe salir en México el mes que viene, he escrito una introducción, que es algo que me salió de manera espontánea. Lo cuelgo, y luego regreso con el post de Helene Bessette.
Nota de la autora a la presente edición
Necesito decir algunas cosas sobre esta edición de Ellos dos en México: hasta ahora me veo caminando por un pasadizo largo y oscuro, sin detenerme a mirar atrás. Perseguía una imagen, algo en mí que no deseaba que desapareciera, pero sobre todo, me dominaba el deseo de comprender qué pasaba a través de ellas, esas imágenes y escenas que me acosaban; qué me revelaba el tiempo, la ausencia de ciertas personas, y la huella que se impregna en la memoria. Y late. Me he detenido y he mirado hacia atrás mientras corregía esta nueva edición que además coincide con la reedición de El último cuerpo de Úrsula en Lima (Seix Barral 2000). Lo que veo es un esfuerzo individual por reconstruir un pasado, una biografía encarnada en una exposición arriesgada en la que no temo poner el dedo en ciertas heridas, utilizando la primera persona. He querido construir un rostro de mujer para tocar sus contornos, reconocerlo, hacerlo humano, ponerlo a la altura del de un hombre, y para eso, he necesitado la mirada de los otros. Me doy cuenta de que en los últimos libros, El último cuerpo de Úrsula, Electra en la ciudad y Ellos dos, me convierto en un instrumento de exploración. Tal vez pude hacer que la escritura fuese más sistemática, más impersonal, pero no elegí ese camino, sino perderme de alguna manera en ese buceo por entre los signos de un pasado que no identificaba y que los otros me revelaban con una dimensión más rica, más trascendental. Son escenas que significan más allá de la experiencia y que me llevan a explorar otros significados, detalles, signos, que nosotros mismos somos incapaces de ver sino es apoyándonos en la mirada de los demás, es decir, ese puente de un Yo como otra. No como una vidente ni una predistigitadora, sino como alguien que une por unos instantes su sensibilidad a la de los demás, se abraza a ella y logra avanzar por el pasadizo. Es la razón por la cual, cuando reviso de nuevo este texto, siento que han pasado muchas voces en la mía, que he prestado también mi voz, que, escandalosamente, he tomado prestada la de otros, y otras, y que ese es justamente el lado inmoral de toda creación. Porque, aunque parezca un gesto egoísta, me movía algo que me identifica como ser humano: la curiosidad y la necesidad de comprender.
Ciudad de México, 26 de marzo del 2009.
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