Cuando leo a Simone Weil me doy cuenta de cuánto desencanto hubo en ella por no poder construir un mundo a su altura. Esa frase suya: nadie se da cuenta, pero hay oro en mí, revela su vulnerabilidad, su necesidad de ser querida, justamente hablando de la ternura...
Su desencanto surge también cuando constanta que somos como prisioneros de nuestros límites, sunlectura de Antígona es genial, búsquenla. O cuando decide enrolarse del lado de los republicanos durante la Guerra civil española y como obrera en Marsella, su decepción es enorme, la crueldad en ambos campos en la guerra, la insensibilidad del sistema de explotación en el mundo industrial. No quiere decir que haya banalizado nada, es que comprendía que parte de nuestra Maldad (así, con mayúscula) es el resultado de la carencia de un mundo espiritual.... me parece clarísimo, y qué duro, qué difícil es encontrar personas que deseen esa misma riqueza. Creo que ahora, mi querida Simone, se hubiese escandalizado todavía más... De ahí que me conmueva mucho su vida, porque a fuerza de querer dar, de desear llegar al otro, se agotó... Y eso nos puede suceder a todoas... cuando vemos esa necesidad y no la reconocemos...
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