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mardi, juin 10, 2008


Hoy ha salido un sol espléndido y le prometí a Monique que la acompañaría a San Remo, o sea que salimos en 20 minutos.... Ayer leí de un tirón un libro de un autor Persa, desaparecido a una edad temprana, 30 años, en 1950 en París: La lechuza ciega. Una vida dura, sin ninguna confianza en la ella, desesperada ante la ausencia de certezas. Difícil juzgar, pero es una pena que alguien, así, este Sadegh Hedayat, gran escritor, se suicidase. Me preguntaba en qué consiste su fuerza, esa fiebre un poco alucinada. Hay algo que se escapa a lo previsible, una visión que atraviesa la realidad y la hace distinta. Y sin embargo descubro que hay una cosa cultural en los escritores de origen árabe, creo que era musulmán, aunque de Irán, en su relación con la muerte y que esto ha llegado a España a través los siglos de dominación mora. Es una relación con la muerte constante, un poco exagerada. Incluso sus imágenes son exageradas. La muerte, no como en la cultura cristiana, como un paso a una vida mejor y la vida como un camino que recorrer, una ascésis en el mejor de los casos, sino la muerte como una amenaza que impide vivir y la vida como un castigo. Todo es cultural, incluso el miedo y la consciencia de muerte. En México, por ejemplo, es distinto de Perú, la muerte se integra a la vida colectiva, es su lecho, pero un lecho deseado... también exagerado... Hablando de lo colectivo, pienso que ciertos escritoreas pueden ver a través de lo individual, de la escritura más personal, algo que a todos se les escapa y esa es su fuerza. Veamos este fragmento y luego me voy a san Remo. De paso, no he encontrado el fragmento del diario de Catherine Mansfield donde cuenta su estadía allí. Mansfield quien escribió: escribir es una cuestión de personalidad.
Ah, y Hedayat está cerca de Mohamed Chukri, traducido en Debate. Lean el Desayuno desnudo, genial.

Traduzco un fragmentito de Hedayat... pensándolo bien... mnnn....esa música la he oído antes:

Mientras más entraba en mí mismo, igual que esos animales que, en invierno, se encierran en su hueco, más mis oídos penetraban de manera distinta la voz de los otros y de la misma manera escuchaba mi propia voz resonar en mi garganta. La soledad pesaba en mí y se parecía a esas noches sin fin, espesas, densas, y llenas de una oscuridad tenaz, compacta y contagiosa que se preparan a descender sobre la ciudad desierta donde pululan los sueños de lujuria y de odio.

¿Qué esperas entonces: La botella de vino no está aquí en tu habitación? Bebe un trago. Muere puesto que ya estás muerto por dentro, imbécil!

Y de veras murió. El alcohol, el desarraigo, neurosis galopante. Me hace pensar en cientos de personas que no pueden escribir y que incluso haciéndolo no logran trascender esa sensación de futilidad y de muerte espiritual. Se trata de una muerte espiritual entonces, pero siempre puede haber resurrección, sobre todo si hay sol....

Es curioso porque mi humor es luminoso, solo pensar en Italia, en el sonido del italiano, en las calles y en las atmósferas que veré, me lleno de una impaciencia jocosa....

3 commentaires:

Rocamadour a dit…

¿Cómo estás? Hablando de "trascender la Futilidad y la muerte espiritual", que comparto contigo como uno de los obstáculos más grandes para escribir, queria preguntarte, ahora que he leído varios libros tuyos, si la recurrencia a las relaciones de pareja de tu narradora protagonista, ¿de qué manera entraría en ese tema ese tipo de transcendencia? Porque para que sea un tema diría hasta casi obsesivo en tu escritura, debe ser muy importante para ti. Saludos.

Patricia De Souza a dit…

Digamos, Rocamadour que la trascendencia no sé si se logra, pero que es un movimiento que es imposible hacer sola. El otro es el "tú" del que siempre hablo (el hombre, el padre, el hermano. Género masculino). Y la única manera cómo se genera ese movimiento es cuando hay algo que necesitamos comprender, en resumen esas relaciones son su punto de partida. No sé si todas mis novelas hablan de eso, Stabat Mater habla de las relaciones de familia, en general, Electra también, incluso El útimo cuerpo de... Los Otros son el espejo y, frente a ellos, nos sacamos la máscara.

Rocamadour a dit…

Alguna vez creo que hablamos, o yo te comenté, que la máscara era en realidad una sucesión de espejos, es decir, el yo y el otro reflejando, imitando, creando una máscara, y todavía peor, en función de una fiesta, de una parodia social en el que uno debe hablar, repetir, "hacer suyos" varios lugares comunes, porque al final no se puede ser todo el tiempo un crítico, un descolocado, un fragmento, al final de todo la necesidad de la búsqueda de la empatía conlleva a la máscara, una máscara tan bien hecha, que para buscar el rostro real, hay que traspasar y traspasar estos espejos infinitos, yo no sé si al final se logra ver el rostro real, si uno mismo encuentra su rostro, porque qué es uno mismo si no un cúmulo de deseos, motivaciones, obsesiones, caprichos, a veces pienso que solo basta que una persona te diga, me gustó lo que dijiste, tocó mi sensibilidad,para sentir que al fin se abre una puerta, se establece una comunicación de verdad.