Sigo creyendo que el lenguaje es como un espejo : hay un efecto recíproco. Vuelvo a incidir en el estudio de Lévis- Strauss sobre los indígenas del Brasil y el poder traumático y liberador de las palabras. Cada unoa de nosotros trata de decirse en un texto y se trata de buscar lo que nos pone en duda más que de lo que nos reconforta. Seguir alienados es como vivir ciegos o en una caverna. La luz siempre será el lenguaje. Lo que sucede es que al tratar de construirnos con él, entramos al proceso de socialización, es decir entramos a la Cité, al ágora pública, y ahí es cuando empiezan los problemas. Siempre he sentido que en em instante en que me decido a usar la palabra en público, empezó el conflicto porque tenía que ser aceptada con mis contenidos y no siempre lo lograba. Yo creo que una educación conservadora está dirigida a desautorizarnos como personas independientes, a hacernos un lavado de cerebro. Yo he sentido muy pronto esa sensación de asfixia. Si yo hubiese nacido en Francia, ¿sería menos reactiva? No lo sé, la inquietud siempre me ha invadido, la de comprender qué sucede, y cómo, para así poder sentir que algo se justifica, para darle sentido a mi vida.
Yo creo que mi idea sobre el lenguaje, no es original. Puede ser una salida a muchas cosas, a muchos conflictos individuales, pero también sociales. Si, desde pequeñoas nos enseñaran a hablar con nuestras propias palabras y a darnos confianza en lo que somos, tal vez seríamos menos torpes en nuestras relaciones con los demás. Donde hay desconfianza, miedo, siempre hay destrucción.
Ayer cogí la versión original del diario de André Gide que fue el único libro que robé de casa de mi abuelo como recuerdo. Abrí a azar. Encuentro:
Condiderar a los pesimistas como enemigos. Son justamete ellos, que ensombrecen la vida, los que más se aferran a la vida.
La indignación, sí, pero nunca el odio. Soy y seguiré siendo incapaz de odiar. Incluso en los peores tiempos de guerra. Sin duda es una debilidad y podría serlo cuando se trata de actuar, pero nada qué hacer. De hecho escribí un día: Familias, las odio!, se trataba de todas formas de instituciones y no de personas, y no es la misma cosa. Es así que podemos odiar la guerra, un regimen opresor, etc... Pero apenas se trata de personas, para odiar, tendría que haber más intolerancia de la que poseo, y desinteresarse del por qué, o cómo, y dónde está la explicación, si no es la justificación de las peores cosas.
Desde hace un tiempo no puedo sino pensar en voz baja. Es una forma de mentir.
He ahí unos fragmentos, habría que recordar que André Gide publicó su diario en vida, como Julio Ramón Ribeyro, ¿por qué? Si el primero era vitalista, creyente, pero además un gran escritor, su diario era una construcción en vida de su imagen. Y Gide quería estar a la altura. No falló, se le puede recrimina cualquier cosa a Gide, nunca entendí su fobia hacia Nietszche, pero no incoherencia. Gide siempre decía, por principio, que se tenía la obligación de ser feliz. Y sí, a veces lo creo. Cuando veo a tanta gente que lucha por vivir, y vivir dignamene, me digo, me repito a manera de mantra, que es una frivolidad y una necedad quejarse de su suerte. Gide llevó su diario hasta su muerte, siempre del lado de la vida, con una mirada de rapaz. El diario de Ribeyro es, para mí, lo mejor que ha escrito. Eso lo coloca al lado de Gide. Allí es insobornable, consigo mismo, y hacia los otros. Recuerdo que una vez una amiga se negó a que le presentase a JRR: Yo no entendía, yo no tenía nada de miedo, me sentía ajena a esos sentimientos de reverencia, pero ella me dijo: Cómo me describiría en su diario?
La tentación del fracaso de JRR es la tentación de la autodestrucción sistemática. Yo me pregunto si no tenía que ver con un enorme sentimiento de frustración, de impotencia y del desarraigo. Su diario es importante para hablar de sí mismo desde una búsqueda de lucidez, pero tambié para entender por qué decía que escribía para dar voz a los mudos. Nos pasamos la vida tratando de ser mejores, Nosotros, que somos tan arriesgados... escribió Rilke.
Anoche, cena de despedida de Helene y Vadri, música de piano para terminar, Anette, alemana afincada en Francia. Esta mañana sino me hubieran llegado las correcciones del nuevo libro, me hubiese deprimido. Yo me entendía muy bien con ellos dos. Ahora, me quedo huérfana.
Los acompañé hasta la bajada del monasterio, ahí donde esperaba Jean-Jacques para llevarlos a Niza. Yo también tengo que ir a Niza ahora, o sea.... que sigo más tarde.
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