Mi amigó Rocamadour me envía una canción de Domique A, cantautor francés, raro, fuerte, poderoso... Justo una canción sobre Marina Svétaeva de quien vengo de terminar sus cuadernos de notas, recientemete publicados en Francia (todavía me veo subiendo las escaleras del edificio en París, el olor a madera, una cierta asuteridad), constatar que ninguna vida intensa se hace sin riesgo y sin exilio, ningún pesamiento auténtico, sin verdadera soledad. Svetaevaconoció el exilio de forma trágica, la literatura no pudo nada, en el fondo no puede hacer nada en ciertas situaciones. Pero siempre le otorgo una capacidad de salvación, pienso en Robert Antelme, o Lévinas.. Cuelgo un artículo de lo que debería salir en algún lugar... Más una canción de Dominique A, en concierto...http://fr.youtube.com/watch?v=aCH-PvXuKko
Marina Staeva, una vida al borde del precipicio
La reciente publicación de sus Cuadernos de notas, luego de sus Confesiones, recuerda el dolor de la guerra encarnada en una persona...
La vida de Marina Svetaeva (1892-1941), atravesó su época como un cometa, a toda velocidad y de forma incandescente. Esta poeta rusa, en quien todo el mundo reconoce una de esas pérdidas trágicas que produjo la guerra, es el símbolo de la vitalidad creativa, de la insumisión individual, y de los límites de la acción frente a lo irreversible del exilio a una tierra inhóspita que arrojó a esta ecritora de lo que consideraba como un valor supremo: la capacidad de pensar y de escribir. La poeta viaja muy pronto al extranjero. Destino: París. Su padre es un profesor de letras y su madre una reconocida pianista que muere muy joven dejando a Svetaeva la primera impresión de desamparo y de conocimiento de su propia vulnerabilidad. A los dieciocho años publica su primer libro de poemas, luego vendrá el famoso Lanterna mágica, con poemas incandescentes y fulgurantes, apasionados en mostrar una manera de concebir el mundo, una especie de divisa que mantendrá hasta el final de sus días como la dignidad de la creación. No se trata de una creación como resultado de la vida, sino la creación para engendrarse a sí misma. Como ecribe Tzvetan Todorov en su prefacio a la publicación de sus Confesiones (Robert Laffont 2005), es una biografía en el sentido literal, una vida escritura la que se nos entrega en esta recopilación de cartas, anotaciones, y textos. Si la poesía de Svetaeva es apreciada por su intensidad, sus escritos en prosa revelan los contornos de esta vida sacudida por experiencias violentas que atravesaron su vida en varias direcciones, transformadas más tarde, por las manos de la poeta, en huella personal. Svetaeva escribe: No amo la vida como es, para mí no comienza a significar, es decir, a tener peso, sino es transfigurada en el arte. Ese amor apasionado por vivir una especie de carpe diem constante, hace de ella un personaje trágico, decidida como estuvo a no ser ua una escritora epigonal de ninguno de los escritores de su época, Maiakovski, Pasternak (su gran amor, un poco ficticio), Pushkin, e incluso, Rilke, con quien mantuvo una apasionada correspondencia. Marina se insurgió contra esas herencias que la acompañaron en su travesía europea, y durante catorce años en París, antes de morir a su regreso a Rusia, en 1941.
Todo empieza por un matrimonio (1912) con un joven oficial ruso de la armada blanca, Serguei Efron, muy pronto involucrado en los hechos sangrientos de la revolución bolchevique, más tarde deportado, por lo que Marina se ve obligada a seguirlo, debido a unas condiciones de vida miserables. Una de sus hijas ha muerto de hambre y cuando ella decide ir a reunirse con su esposo en la ciudad de Praga, el caos y el infortunio han empezado a tejer sus redes. En 1925, la poeta decide fugar con Serguei y su hija Alia a París y así huir de la pobreza y la precariedad en que se había sumido su familia luego de los acontencimientos de octubre. Sobre París ella había escrito en su primera visita a los dieciséis años: Rumor de boulevares nocturnos/ El último rayo de sol se extingue/ Por todas partes parejas y parejas/ El temblor de los labios y la audacia de los ojos/ Durante toda su vida, Svetaeva no dejará que ese fuego, ese ardor, se extinga: Todo en mí es fuego, escribe a una amiga, atrapada. Atrapada en la lucha entre el mito de Phyque y Eva, dos puntos de tensión: pensamiento y cuerpo. El cuerpo para Marina siempre pasó después del alma. Con Boris Pasternak, esa tensión encontró su medida, entre poeta y poeta, entre el amor amical y la pasión amorosa: Deseo un hijo de él, para que viva a través de mí. Si eso no se realiza, mi vida no será completa, ni su proyecto (pero s casi no se conocían!!). Nada de eso se realiza, ni sus ganas de ver editados sus libros, que después de su fuga de Rusia han caído en el olvido, el desdén del medio literario ruso transfigurado por los nuevos valores de la revolución que nada tienen que ver con la literatura, ayudan al silencio y Marina ve su obra marginada: El poeta no puede servir al poder porque es él mismo el poder, el poeta no puede servir al pueblo, porque él mismo es el pueblo. El día en que Svetaeva ve declinar esas fuerzas de escribir, su único refugio, su único amor, más allá de todas las pasiones fulgurantes por las que ha estado marcada su vida, sabe que dejará de existir. Su hija Alia, su esposo, y su hijo nacido en Francia, a quien llamaba Mour, deciden su regreso a Rusia, poco antes del estallido de la Segunda Guerra. Alia será deportada en el Goulag, Serguei, convertido en espía soviético durante sus últimos años en París, arrestado y también deportado, y Mour, fascinado por la Unión Soviética, no verá el peligro. Cuando Svetaeva decide volver, se produce la invasióna alemana obligándola a refugiarse en un lugar abominable en la campiña rusa, lugar que le recordará su triste vida en las afueras de París. Esta vez, intuye el final. El trabajo y el hambre se imponen muy rápido. La síntesis de esa situación es una carta desesperada al dueño de un bar para conseguir trabajo lavando platos. Este será, como dice Todorov, uno de los escándalos de la literatura rusa y, como lo revelan sus cuadernos, 15 en total, que reúnen de todo, notas, apuntes para nuevos libros, impresiones... etc, todo lo que ella pudo arrancarle a la vida. Es el corolario, poco después, Marina Svetaeva termina con esa vida de la cual había escrito el epitafio: Y mi ceniza será más cálida que su vida.
Bibliografía: Marina Tsvetaeva, Les carnets, Edition des Syrtes, París, 2008.
Tzvetan Todorov, Vivre dans le feu, Ed. Laffont, París, 2005 :
1 commentaire:
excelente blog....me gusta mucho DELIGNY...
lo cita el amigo postmoderno
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