Si hay una zona que me encanta del D.F, es aquella donde está el Museo de Antropología, muy cerca del Museo de arte moderno y el Tamayo Vargas, el zoológico, la casa del lago y, en lo alto, el Castillo de Chapultepec (donde sucede una escena de Bajo el volcán). Sucede que las exposiciones en México son muy frecuentadas, y que hay muchas: sigue la Magritte en Bellas Artes, la de James Ensor, y se abre el Museo de la ciudad con una gran exposición de Pierre Soulages. Pero ahora vi la de Oceanía que es temporal en el de Arqueología y he quedado realmente fascinada con los objetos. Claro que ya he visto antes algunas cosas en el Quai de Branly, y primero, en el Louvre, pero esta, que pertenece a insituciones mexicanas, gracias a la iniciativa de algunas personas, es hermosísima. Justo terminé Malestar en la civilización, pensando en qué se puede haber roto en el momento en que pasamos a ser civilizados, organizados, normados, y nos separamos de nuestros instintos y de nuestros deseos. Esa neurosis moderna que Freud describe tan bien. Y miraba estos objetos, y me preguntaba cómo ese refinamiento nos pudo pasar desapercibido. Los incas y los aztecas tenían una cosmovisión más amroniosa entre els er humano y su entorno, y bien, los habitantes de Oceanía, también!! Lo que sucedió es que la inca y la azteca han sido potencias guerreras, dominantes y militares.
Yo siempre he sentido una atracción magnética hacia esa forma de vida (porque en el Perú está muy presente, la culturas andinas, las amzónicas, no han sido dominadas completamente por el pensamiento Occidental, han producido su propia síntesis) y me he fascinado con personajes como Gauguin por haber sabido dejar todo y partir, mucho antes de esta moda alter, alter, que hace que todo se vuelva virtual porque es una forma de consumo, más que un encuentro.
Y bueno, no podemos retroceder en el tiempo, pero hay otra mirada hacia esas culturas tan ignoradas y maltratadas (ayer veía Indochina, otro encuentro). Me encanta que en México los museos estén llenos de gente, de niños, mujeres, hombres... es una cosa familiar y los domingos todo se llena. Me encanta que México ofrezca a su población exposiciones de calidad, que la cultura sea una preocupación, por más que el desprestigio de la situación política y el narcotráfico, también les alcance. De todas formas, México tiene un pasado y un presente que quiere, desea, comprender. Esa es la inquietud que percibía mientras regresaba caminando por la avenida Reforma, pasando por el Zoológico, el vivero (adoro ese lugar lleno de cactus), bajando por Cozumel, hasta Sonora, y llegar a Amsterdam. El calor intenso y el cielo siempre azul, pero además de comprar un amuleto Nahorí, precioso, tenía las imágenes de todos los objetos que acababa de ver: remos ceremoniales, tocados, pectorales, objetos rituales y sagrados (porque tienen un valor que representa un valor espiritual) y objetos artesanales, lanzas, redes para pescar... etc...
Y otra cosa bonita que no mencioné, fue oír a Néstor Braunstein (psiconalista lacaniando que ha escrito cosas interesantísimas sobre algunos escritores, Leiris, Cortázar, entre otros) hablar de Rulfo en una presentación sobre el sonido en él. Es que es cierto, la prosa de Rulfo posee sonidos, murmullos, silencios... Es|ese oído el que hay que volver a educar...
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