Escribo desde el aeropuerto de San Salvador, donde hago una escala larga y no puedo evitar ponerme a escribir en un café donde la conexión es gratis. Salí de Lima enfadada porque una azafata no quería que saliera rumbo a México sin una destinación final a Francia, donde resido, pero, cómo explicarle que Olivier vive en México, que soy nómada y que soy peruana pero también francesa y que me da igual no ser nadie sino yo misma... etc...
En el avión, lectura del libro de López Soria (junto con Simone Weil, frases valiosas que transcribiré mañana o pasado), Adiós a Mariátegui que me ha reconciliado un poco, aunque eso no cambie nada al hecho de sentir esa vulnerabilidad en carne propia... terrible. Se me ocurre escribir algo sobre Los invisibles...
bueno, me voy yendo a embarcar (cuando termine de oír el programa de radio de Alain Vanstein, sí, es impresionante lo que puede el Internet), hace un calor canicular y extraño Lima con toda la neurosis que eso convoca...
Ps: me doy cuenta de algo que desresponsabiliza un poco a las personas, todos somos responsables de la alienación. El hecho de que no podemos parecernos sino a los personajes que nos ofrecen. Recuerdo la sensación de tristeza que me inspiraba oír a una animadora de TV, ella no se parece a sí misma sino a lo que la sociedad le ha ordenado que sea. Y es casi una caricatura, una especie de borrón de sí misma, por qué? Porque la sociedad no propone otros modelos valorizantes que sean más ricos y complejos, nada sino chatura. Y estar condenadoas a vivir ausentes. Se habrá vivido así, cuál es el balance que haremos de nuestras vidas? Suena moralista, lo sé, pero es inevitable. Juzgar puede sentenciar. Y el cielo es muy hermoso en San Salvador, no lo imaginaba ta tropical.
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