Si me preguntaran qué siento en estos momentos, diría: una enorme vulnerabilidad. Siento que está en todo y me sele tocar de cerca. Me he quedado impresionada, por segunda vez, del culto a la juventud que hay en nuestros países y del desprecio por los más ancianos, de la situación de las mujeres que se le acerca y de la necesidad de seguir creando objeto culturales. Un país sin diáspora cultural en el plano internacional está condenado a la oscuridad, a dar lugar a todo tipo de arbitrariedades, dictaduras, olvidos. De una cosa estoy segura, y me da pena confesarla: en Lima no puedo trabajar. La realidad concreta me invade tanto que la ficción se fija y la necesidad desvaloriza las cosas haciéndome sentir inútil, o peor, culpable.
Ese dedo que me señala desaparece en la distancia porque todos somos responsables de alguna forma de lo que le sucede al otro, de alguna forma sí. Si esa fuera una especie de imperativo, las cosas serían menos rudas...
Voilá, partir... Canción ad hox, Limbergh
http://es.youtube.com/watch?v=P_LZnaxX6zE
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