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mardi, juin 27, 2006


Siempre le he temido a la sedentarización. Es como si el hecho de estar en un solo lugar me amenezara con petrificarme. No creo que sea muy extraordinario, Lawrence Sterne, Montaigne, George Sand, André Gide, eran lo que se dice unos inquietos, siempre moviéndose de un lugar para el otro, hasta llegar a muy viejos. Lo que me fascina de esta época es su movimiento, su combustión. Hablando de esto, el otro día discutía con Richard Millet sobre el rock mientras almorzábamos, música que considera sin valor (sic). Si a alguien no le gusta el rock, no le gusta su época. Es como no entender que en las películas de Antonioni hay una estética de la época industrial, una crítica y también una celebración... Millet es un hombre muy inteligente, un estupendo escritor, un Puro, como dice Pierre Assouline, pero es una especie de François Mauriac o Drieu La Rochelle, un sol negro que puede llegar ensombrecer el día. Bueno, no hablemos de Millet a quien traduzco, y vaya, vaya que es complicado...

Acabo de terminar la tesis sobre Flora Tristán y Lautréamont y me ha gustado escribir al final: Vallée aux loups, 26 de junio....

Ayer vi la película de Bigas Luna, Jamón Jamón... Es curioso, las relaciones familiares, las amistades, los códigos estéticos, son muy distintos de los nuestros, los latinos, que somos más mestizos, más desapegados, en fin, creo. Hay algo de sordo en todo eso, algo que recorre subterráneamente la tierra española, algo trágico, porque esa parte velada, tan espontánea y tan inconsciente (la fiesta, la movida), tiene que ver con una especie de alienación, de locura que ignora al mismo tiempo la precariedad y busca algo imposible, una especie de extásis, de catarsis, pero sin contenido, y eso, me parece trágico. Camus, decía que el sol de España era cruel, y un amigo escritor me decía que España le hacía pensar en tánatos... tal vez de ahí viene la corrida, pero sobre todo la negrura de los cuadros de Goya. Ahora que se juega el partido de fútbol entre Francia y España. Dos culturas tan distintas, Francia es sosegada, pero también en su sosiego, a lo mejor por la indulgencia de su naturaleza, hace que los franceses sean indiferentes, menos sensibles a este sentido de lo trágico. Creo que lo primero que me sorprendió llegando a Francia fue el hecho de que la gente visitase los cementerios como museos. Que además se hablaba de la muerte con simpleza, sin drama y sin superstición. Ahí está, no es una sociedad supersticiosa, es clara, y al mismo tiempo, eso, puede quitarle misterio. No es catárcica, es menguada. Si España podría ser un cactus, Francia es una orquídea! Y esa belleza puede llegar a ser cruel. Claro, todo esto, son generalidades, hay gente estupenda en cualquier lugar, pero hablo de factores culturales, fabricados... o sea que no duran.

Me gusta escribir: voy a la biblioteca de La Sorbona, a la librería universitaria PUF, luego a la brasería Balzar a tomar un café... el día está perfecto: 25 grados.

Me gustaría ser como Jean Genet: pasearme con un cepillo de dientes en el bolsillo.

Justo, canción de Manu Chau, sincretismo entre Francia, España, y América Latina, incluso el África, ese es le futuro...


Foto: patio interior de La Sorbonne, es agradable sentarse a pensar ahí...

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