vendredi, juin 23, 2006
perder-se
Leo un ensayo de Marcianne Blévis (Seuil 2006), sobre las delicias y tormentos de los celos. Y claro, hay cosas que parecen obvias y sin embargo no lo son, por ejemplo, que los celos disimulan y exhiben al mismo tiempo el terror y el sufrimiento del abandono (...) Para cada uno de nosotros los vínculos amorosos nos hacen frágiles porque implican esperanzas del pasado y que cada uno busca la reparación de heridas invisibles... Esto me recuerda a la idea "huella", de marca y de necesidad de reconocimiento que le da Paul Ricoeur, pesadísimo en sus interpretaciones, pero interesante porque crea una convergencia de interpretaciones: piscoanálisis, filosofía del lenguaje, literatura, etc... Pensaba en un libro muy bonito de Annie Erneaux, poco traducida al español, Se perdre(Perderse). En él ella nos da cuenta de una entrega sin miedo, de una confrontación íntegra con una persona que nunca abarca la totalidad de esta experiencia. Es posible que lo que más miedo dé en la relación con el otro, es la pérdida de la propia identidad, la pasión puede crear esta impresión y sumir al que la vive en el más profundo de los desarraigos, entonces, se necesita ser valiente, como para toda experiencia humana, perderse, alejarse de sus centros. Y saber regresar. En el Genio del cristianismo, en el libro III, Chateaubriand escribe: Esta enfermedad del alma se declara con furor. Porque amar es buscar la felicidad en lo que se ama, es querer encontrar en el objeto amado todo lo que le hace falta a nuestro corazón; es pedir auxilio a ese vacío atroz que sentimos en nosotros mismos, y pensar que será capaz de llenarlo; es mirarlo como la fuente de todas nuestras necesidades, el remedio a todos nuestros males, el autor de nuestros bienes... pero ese amor por las criaturas está marcado por crueles incertidumbres: dudamos siempre si amamos como amamos, somos talentosos para hacernos infelices y alimentar en nosotros mismos dudas y sospechas, celos. Mientras más actuamos de buena fé, más sufrimos y somos los mártires de nuestras propias desconfianzas: ustedes lo saben y no es a mí a quien corresponde hablar sobre las pasiones. Dicho de paso Stendhal tiene otro libro sobre este tema, De l amour.
Interesante ver que un hombre de poder como Chateaubriand, un hijo de la Ilustración, escriba con tanta pasión siobre ese mismo sentimiento. Ahora sí, creo que la frase del diario de André Gide puede encajar: hay una cierta obligación de ser feliz, con la rebeldía de un Nietszche o la humildad de San Francisco de Asís... Y André Malraux decía: la mejor forma de celebrar la vida es ingresando en el misterio de su parte oscura, el reino de la noche, en la que la vida asume su irreductible dimensión de milagro. Al final, la piedra que deseamos mover puede hacerse ligera, es cuando logramos trascender esos miedos y cantar en medio de la oscuridad que nos liberamos,
O simplemente aceptamos ser los "rehenes" levinianos (por Levinas) de nuestros sentimientos... Al final de cuentas, la libertad solo se conoce cuando sabemos lo que es ser rehén , sin lo que la vida sería una línea recta y aburrida. La vida creativa siempre ha implicado el riesgo, la caída, el golpe, el error, es eso lo que la hace interesante. El miedo paraliza, no crea, fulmina. El poema de Rimbaud, Los sentados (Les assis) , es un poema perfecto sobre esta parálisis.
Ayer almorcé en el Train Bleu, el restaurante bar que está en el Gare de Lyon, y desde donde partía el Tren azul en los años 50, rumbo a la Costa Azul. El lugar, del que hablo en uno de mis libros, mantiene esa opulencia de una época dorada (hay una escena de la película Nikita, de Besson, filmada allí, aquella en la que le da el arma), frescos en los techos, ventanas labradas, inmobiliario en cuero y fierro, servicio impecable. Dentro, algunas personas esperan la salida de su tren hacia Niza, Marsella, Cannes, ansiosos por la partida, con esa sensación de estar de paso que a mí siempre me ha gustado. Creo que es uno de los lugares más bonitos de París, no está recomendado por las guías y solo se sabe de él por amigos. Pues bien, ahí está.
foto: Imagen del salón del Train Bleu
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