Sí, ahora también caminaba por París con Millet, otro escritor, otra mirada sobre ese Pont neuf (a las 6 de la tarde lleno de gente) y sobre Le pont des arts, de Rayuela. A Millet no le gusta y m dio pena, porque no entendía por qué me gusta a mí. La rue Vivienne ha cambiado, ya no debe ser la misma que vio Cortázar, pero está ahí y evocarla a través de su mirada es bonito, hace a esta ciudad humana.
Yo nunca había soñado con París. La primera vez que vine, no entendía mucho una ciudad con tanta historia y además, estaba muy gris y encima, me pareció muy vieja (mi noción de belleza eran los espacios geometricos y sobre todo con luz, la luz de Lima). Recuerdo que me quise ir y culpé a Cortázar, a Bryce Echenique y a Mario Vargas Llosa de haber hablado tan bien de una ciudad tan gris. Me veo: estaba totalmente desubicada y solo quería regresarme a Lima. Por supuesto, cada ciudad es un espacio afectivo, tan íntimo, tan ligado a experiencias personales, que es imposible ser objetiva. La mirada se acostumbra a todo y termina por ignorar un poco la belleza. Tal vez la sensación de belleza sea un estado, un estado de gracia, de conjunción entre nosotroas y el exterior. Instantes efímeros en que nuestra mirada produce una epifanía.
Visto la película de Catherine Breillart, con Asia Argento, una decepción, aburridísima.
Hay una película hermosísima de Leo Caraz sobre París: Los amantes de Pont Neuf, alguna vez la he mencionado.
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