Justamente, vviendo la tema de las sociedades donde se crean y se forman individuos, he pensado cómo en cada esfuerzo por comunicar existe un gesto (la palabra) que busca poseer un deeterminado significado. Por ejemplo, cuando Anais Nin habla de personas que están presentes antes sí mismos (refiriéndose a los franceses), sucede que a veces nos encontramos con el reverso de esto. Pienso por ejemplo en la auforia española, en lo que se llamó antes "la movida" y que ahora persiste bajo otro modelo, pero siempre es esa necesidad devasión, esa especie de estar "desposeídos" o ausentes de sí mismos para no asumir ciertas cosas. En cada relación de afecto, hay una exigencia de presencia, estar presentes y dar respuestas cuando nos las piden, incluso sin estar seguros de lo que decimos. Es el riesgo de toda vida humana. Reconocerse en esos límites, en esos abismos de nuestro propio lenguaje que no abarca todo, es también construir; Pienso en que los desfases encierran o someten (ayer tuve una conversación sobre Pierre Bourdieu sobre la violencia simbólica con una persona muy mayor que fue más una confrontación de ideas que conversación) y pienso en mis constantes desfases con Manuel, que es español, por ejemplo. Presiento que entre personas que escriben, se crean vínculos de lealtad inmediatos por eso de sentir que la otra persona también asume la vida como un riesgo, o como una trascendencia, o como algo a lo que nunca nos adaptamos, y por eso se escribe, para llenar ese vacío. Pero sucede que a veces también esas relaciones son complejas, porque en algún momento de nuestra vida se nos exige estar presentes ya no a través de la ficción sino de las palabras que tienen que mantienen una relación directa con nuestra experiencia, es decir con ese deseo innato de comunicar. Y entonces, cuando se produce la relación de persona a persona, cambia la situación. Toda relación con "otroa" pone a prueba las capacidades de comunicación de nuestro lenguaje. Millet diría que la comunicación es imposible, y quizás también Lacan, pero yo sí creo que las palabras cambian el sentido y viceversa. No todo se resuelve por una operación lógica tipo Descartes: yo pienso por lo tanto soy. Es más una operación de deseo, de afecto como lo entendía Lévinas. Es decir que nuestro deseo de trascender, sino lo hemos anestesiado de alguna forma, hace que deseemos ver el rostro del otro, ese rostro que emerge también en el lenguaje, en el diálogo. No es complicado, en la vida, todo es cuestión de apuestas, como lo decía también Pascal, y escribir lo es. Es una pauesta ciega. Pero es una apuesa por el otro, por la comunicación. Sin eso, es como si la cadena se rompiera y eso es terrible. Es también un don. Au contrario no construiremos nunca nada. Y se trata de obrar, somos seres de obrar, de hacer, de construir siempre, en cualquier circunstancia.
Foto: cubierta de la novela de Manuel, publicada en Anagrama, Lo importante es perder. Yo apuesto por esa voz sugerente, que espero siga estando presente, contra viento y marea, ch.
Aucun commentaire:
Enregistrer un commentaire