Haciendo referencia a uno de los posts, ayer he visto por la televisión un reportaje que habla del nivel de contaminación del planeta en ciertas regiones. Hay una cosa evidente, y es que los países industriales tendrán cómo hacer frente a todos los estragos del recalentamiento del planeta, pero, los países pobres, los que tienen que ocuparse de otras necesidades más urgentes? Qué va a suceder con todos esos descuidos como el de La oroya (no era cinismo, es que es cierto que cuando yo veía los yacimientos mineros estaba lejos de imaginarme la catástrofe ecológica y el drama social y veía eso como una película de Antonioni) o el de Yanacocha?
El clima, en Europa, se ha vuelto más que temperamental, pero la gente sigue su vida, demasiado ocupada para pensar que no se encontrará una solución, segura de que un país rico tendrá siempre cómo defenderse, y, esa necedad, me aflige. Ayer salía del cine, luego de ver una película de Sophie Marceau sobre el incesto (La desaparecida de Deauville), que nadie, nadie ha mencionado en todos los comentarios y entrevistas que he visto sobre el tema (cuando pienso que Anais Nin se atrevió a decirlo cómo lo hizo y que eso le significó el olvido). La fui a ver porque intuyo en ella una rebelión contenida, una exigencia, un reclamo y una protesta hacia una condición que no va con ella, la de esrella de cine. Y creo que la película se merecía comentarios más arriesgados, pero quería también decir esto, es que saliendo del cine, luego de un calor horrible en el instante de entrar, cuando salí, llovía a cántaros. El cielo de París estaba rojo, como suele ser el de México D.F. y que me impresionó la primera vez que lo vi. Nadie, nadie, se detenía a ver el cielo, todo el muno estaba apurado, pendiente de su teléfono celular, sumergidos en otras cosas, y yo pensaba que ese cielo era extraño, que no era muy normal un color así. Esta mañana salgo a caminar por el parque de Chateaubriand, en el Valle e los lobos. Había bruma,, como en Lima, algo, igualmente inédito para mí , y el canto de los pájaros era intenso. Estoy releyendo Las memorias de ultratumba, tratando de entender qué me había impresonado la primera vez que las lei (algo que nunca logro entender es la asimilación de CH a la derecha francesa, eso me manteiene a distancia) en esa edición de Oveja Negra... Fue su infancia en Combourg y el mar de Saint-Malo, qué? No lo sé porque ahora confundo con la versión en francés que es mucho mejor. Releo la parte en que llega a esta casa y describe la entrada, el interior iluminado con velas, el ruido de los obreros que trabajaban en su restauración, porque era como un rancho abandonado (sin exagerar!), luego, cómo camina en el jardín con sus suecos que se hunden en el lodo, cuando va a plantar sus árboles.... Mnnn.... Estas memorias las empieza a los 35 años y las termina a los 60, que es cuando las tiene que vender que para CH fue como haber "hipotecado su tumba". Sí, sé lo que me gusta en Chateaubriand, es su espontaneidad, su forma de exponerse, de decir, de estar presente en el texto con todos sus límites y todas sus pasiones. Cuando se lee a CH, se lee él, él en persona. Incluso en un libro como El ensayo de las revoluciones que está juto con el Genio del Cristianismo (y yo no soy creyente), el prólogo es impresionante, decir que mantendrá el manuscrito con sus errores y todos sus defectos de composición, es audaz, más que nada, un gesto de integridad total... Y eso, ese lado apasionado de CH, me fascina. Cada libro suyo está lleno su marca vital, no hay elaboración milimetrada, artificio, (como en Voltaire), es realmente como si estuviese al frente y se le pudiera tocar la mano (Ma main ne me revient pas, je meurs par morceux, yo puse ese epígrafe en uno de mis libros). Es una próximo, sin máscara, auténtico. Ese tipo de escritura estaba muy adelantada para su tiempo, recién hoy podemos ver eso, y recién hoy entiendo por qué me gusta el escritor más allá del personaje político. Con cada línea, Chateaubriand se recorre, es un cuerpo abierto. Un día, en una contratapa de uno de mis libros, puse: Recorrer la vida como una gota de sangre sobre una espada, y esa imagen, aunque barroca (no la pondría ahora), es fuerte. Produce una sensación, algo así diría de las Memorias de Ch...
Suena raro, siento que lo conozco, y es lo más importante cuando se lee un libro, pensar que hemos conocido a los que integran ese texto.
La neblina, ahora, despeja, de pronto, no sabemos cómo vestirnos, al menos, yo no sé... Es, de todas formas, un clima tempesteuoso.
Y esta persona tiene que salir...
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