Me es difícil pasar un solo día sin leer alguna cosa que me estimule. Es como el "pan de cada día", sin él muero de hambre y aburrimiento. Además de los libros que leo mezclando al azar: correspondencias, novelas, ensayos, tengo los blogs, los periódicos y las informaciones que llegan por Internet. Entro al blog de Assouline, en el diario Le monde y encuentro un artículo muy interesante sobre Robert Walser. Assouline escribe: Walser fue quizás un loco, pero un loco de la digresión, como se llama a los habladores con genio. Walser precede para Assoline a Kafka con una literatura del aburrimiento, de la desaparición del autor, y del silencio, que no es un interior sombrío sino uno casi jubilatorio. Walser escribió entre el encierro del sanatorio y la libertad de la caminata solitaria, tanto así que murió en la navida del 1956, mientras caminaba. Assouline también nos recuerda la deuda inmediata de ciertos autores como Jelinek, Vila-Matas y Coetzee con el autor del Instituto Benjamenta y los Hermanos Tanner...
A mí siempre me ha interesado el pathos de los autores alemanes, esa ausencia de artificio, que es un esfuerzo por devolverle al lenguaje su fuerza vital. Leer a Bernhard, es sentirlo, más que imaginarlo o pensarlo.
A veces, tengo la impresión que doy la vuelta a ciertas cosas y me quedo, al final, con las manos vacías. Estar siempre a la caza de ideas y situaciones que nos sorprendan, incluso en su banalidad.
Cerca, la música suena y suena, música de tierra y de barro, o de una arena que siento caliente hundirse bajo las plantas de los pies.
foto: un micrograma de Robert Walser
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