Luego de despotricar sobre las fiestas navideñas, por un profundo sentimiento anti-religioso y anti-clerical. Todo lo impuesto es sentido como una camisola de fuerza. Me deprime todo comportamiento gregario y colectivo, es decir, que solo lo acepto si esto permite una cierta calidad en el intercambio, el diálogo. Estoy exhausta y me pregunto sino son los esfuerzos que hago para mantenerme en dos planos: el de estar abierta al exterior y el de mantener mi centro. La estructuras familiares, en Europa, están organizadas, permiten reposar sobre ellas. Es decir, que no son tan vulnerables, puesto que enconómicamente están protegidas. Aquí afrontamos contrastes enormes, situaciones que no son fáciles de asumir. Entonces, como sea, sobreviene un sentimiento de culpabilidad, siempre me sucede. Mi trabajo se impone, pero me hace sentir egoísta.
Leo que en dos años Rilke se mudó 50 veces. Un record...
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