Recuerdo que una vez hubo una lectura en Saorge y que sepresentó alguien que se llamaba Charles Juliet, un hombre de expresión grave que leyó unos fragmentos muy hermosos de un libro suyo escrito en ese mismo Monasterio. Hablaba de sus paseos, de su vista a Ventimiglia, la primera ciudad en Italia, amistades con Beckett y Bergman, etc... Pero su mirada era intensa y fértil. Recuerdo que una frase suya me marcó: "Durante mucho tiempo he tolerado la compañía de gente mediocre por miedo a la soledad..." Esa frase la he repetido cada vez que sentía que no encontraba interlocutores. Luego de esa lectura pude conversar con Juliet. Me pareció una persona muy modesta, muy observadora y con una gran dificultad para vivir. Ahora Juliet publica un nuevo libro, nuevo volumen en una obra autobiográfica que mezcla la prosa y la poesía, "La opulence de la nuit", o La opulencia de la noche, un libro que parece la culminación de un recorrido, la madurez: Libérate/Retira de ti/Todo aquello que te molesta y te limita/Luego abandónate/Entra en la pasividad/El estado en que conoces la más alta densidad/La más vasta extensión.
Veo que la colección Quarto, de la editorial Gallimard ha publicado la obra completa de Karen Blixen, escritora danesa de quien no he leído nada, solo sé de ella por la película con Meryl Streep y Robert Redford. "Africa" habla de su vida allá, una vida apasionante, inestable, vertiginosa: Vivere non est necesse, navigare est necesse..., escribe alguna vez.
En estas fechas la bulla, el stress del miedo a los robos, las diferencias sociales, los ánimos exaltados, entran en su opus magnum. Me doy cuenta de que no comparto nada, o casi nada con la mayoría de la gente: no me gusta el pavo, no me gustan las navidades, no creo en la familia, ni en los lazos familiares, ni en la patria, ni en el pasado, no más que en el presente. Si todo el mundo baja por una escalera, yo subo, si todo el mundo se calla, yo hablo. Creo que esa distancia aparece el día en que decido escribir: yo estoy aquí, yo suscribo lo que vivo. También noto algo que siempre sospechaba: mientras más consumo, mientras más se crece enconómicamente, más frustración con respecto a las carencias que se hacen más visibles. A mi modo de ver hay dos movimientos, el del crecimiento económico y el crecimiento espiritual. Si no se crece en ese sentido, lo primero, no sirve de nada. Por supuesto es difícil saber dónde se detienen las necesidades en un país con tanta pobreza. ¿A qué aspiramos si no es a una vida digna? Una vez conseguida, ¿qué hacemos con ella? Esa es la pregunta fundamental. En una sociedad en crisis constante, la generosidad, la alternancia, son casi imposibles, las reemplazan el miedo y el resentimiento. Y si volviésemos a una sociedad de trueque... No lo sé... Lo más importante, lo fundamental, es saber que estamos para partir diciendo esa frase de Sócrates: Yo solo sé que nada sé.
Y no desespero.
Hoy paseo por el malecón, pulmones anchos, la impresión que el mar viene hacia ti. La herradura era una playa muy bonita, ahora está deshecha, abandonada. Algunos obreros tratan de impedir que la piedras las invadan, pero ellas están allí. Antes, en Caplina, había un galeón encallado, uno de esos galeones que el mar, a través del tiempo, había terminado por expulsar, cuando un loco que soñaba con todo el oro del Perú, atravesaba el Atlántico.
Leyendo a Blanchot, me doy cuenta de que comparto los esfuerzos de Rilke por hacer sentir que la conciencia de la muerte es necesaria para valorar la vida, que si rechazamos los aspectos difíciles de la vida, como si de la vida no buscáramos más que las partes más pequeñas, nuestros placeres también serán mínimos, escribe M.B. Y citando a Rilke: "Quien no consiente a lo más consternante de la vida, quien no lo saluda con gritos de alegría, aquel no entrará nunca en posesión de los poderes indecibles de nuestra vida, se queda al margen y no habrá sido ni un vivo, ni un muerto".
Veo que la colección Quarto, de la editorial Gallimard ha publicado la obra completa de Karen Blixen, escritora danesa de quien no he leído nada, solo sé de ella por la película con Meryl Streep y Robert Redford. "Africa" habla de su vida allá, una vida apasionante, inestable, vertiginosa: Vivere non est necesse, navigare est necesse..., escribe alguna vez.
En estas fechas la bulla, el stress del miedo a los robos, las diferencias sociales, los ánimos exaltados, entran en su opus magnum. Me doy cuenta de que no comparto nada, o casi nada con la mayoría de la gente: no me gusta el pavo, no me gustan las navidades, no creo en la familia, ni en los lazos familiares, ni en la patria, ni en el pasado, no más que en el presente. Si todo el mundo baja por una escalera, yo subo, si todo el mundo se calla, yo hablo. Creo que esa distancia aparece el día en que decido escribir: yo estoy aquí, yo suscribo lo que vivo. También noto algo que siempre sospechaba: mientras más consumo, mientras más se crece enconómicamente, más frustración con respecto a las carencias que se hacen más visibles. A mi modo de ver hay dos movimientos, el del crecimiento económico y el crecimiento espiritual. Si no se crece en ese sentido, lo primero, no sirve de nada. Por supuesto es difícil saber dónde se detienen las necesidades en un país con tanta pobreza. ¿A qué aspiramos si no es a una vida digna? Una vez conseguida, ¿qué hacemos con ella? Esa es la pregunta fundamental. En una sociedad en crisis constante, la generosidad, la alternancia, son casi imposibles, las reemplazan el miedo y el resentimiento. Y si volviésemos a una sociedad de trueque... No lo sé... Lo más importante, lo fundamental, es saber que estamos para partir diciendo esa frase de Sócrates: Yo solo sé que nada sé.
Y no desespero.
Hoy paseo por el malecón, pulmones anchos, la impresión que el mar viene hacia ti. La herradura era una playa muy bonita, ahora está deshecha, abandonada. Algunos obreros tratan de impedir que la piedras las invadan, pero ellas están allí. Antes, en Caplina, había un galeón encallado, uno de esos galeones que el mar, a través del tiempo, había terminado por expulsar, cuando un loco que soñaba con todo el oro del Perú, atravesaba el Atlántico.
Leyendo a Blanchot, me doy cuenta de que comparto los esfuerzos de Rilke por hacer sentir que la conciencia de la muerte es necesaria para valorar la vida, que si rechazamos los aspectos difíciles de la vida, como si de la vida no buscáramos más que las partes más pequeñas, nuestros placeres también serán mínimos, escribe M.B. Y citando a Rilke: "Quien no consiente a lo más consternante de la vida, quien no lo saluda con gritos de alegría, aquel no entrará nunca en posesión de los poderes indecibles de nuestra vida, se queda al margen y no habrá sido ni un vivo, ni un muerto".
foto: Charles Juliet
1 commentaire:
Mejor esta otra frase que cita Pessoa: "No sé si nada sé".
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