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lundi, mai 02, 2011

Mi madre

Hay una evidencia que todos y todas afrontamos un día: la de separarnos definitivamente de nuestra madre y nuestro padre. Aquel que sabemos que un día llega, sigiloso, anunciado, temido, esperado, ignorado involuntariamente, un día, como sucederá con nosotros, ya no están. Lo que es casi imposible, es pensar que ese día no suceda, que eso nos pase a nosotroas. Yo me fui un día de Lima a París, dejando un vínculo muy fuerte con mi madre, la de ser una especie de compañía, de promesa de un futuro distinto del que a ella le había tocado. Ambas hemos vivido vidas complicadas, que han deseado ser una vocación, y no un destino (mi madre siempre quiso ser médico y de allí que no tema a las operaciones, es parte de su mitología, la medicina, cura), intensas, construidas sobre la voluntad y la confianza de poder, de hacer, de obrar; mi madre en una vida familiar que ella construye, apoya, protege, y yo, escribiendo. Por eso tengo la intuición que ella, mi madre, la persona que nombro sin lograr describirla en su totalidad, saldrá bien de este momento. Me duele saberla frágil o sufriendo (no hay nada más duro que saber que alguien que queremos tanto, sufre), sin que pueda verla y sonreírle y decirle que las cosas van a ir bien. Sin embargo yo creo que ella ama la vida tanto como yo, y que esa fuerza, ese amor por la vida, los otroas, es importante. Por eso, espero, y sea lo que sea, yo sé que soy la hija de alguien que hará todo lo posible para mantenerse viva. Yo estoy en París, pero no estoy menos presente en su biografía, y ella en la mía: Vita vixit...

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