Pages

samedi, mai 28, 2011

La ceremonia de adiós, la indignación

Casi termino La ceremonia del adiós, de Simone de Beauvoir, libro escrito después de la muerte de JP Sartre, donde hay una larga entrevista con él, precedida de una introducción en la que SdB cuenta los últimos años de Sartre, sus actividades, sus sueños, sus ganas de vivir, conviviendo con la enfermedad y y la muerte. Sartre muere sin quejas, sereno, como dice ella, sabiendo que había hecho lo que tenía que hacer. Ese día ella llega al hospital, le anuncian que ya se ha ido, se queda dormida a su lado, se pregunta si debió haberle dicho que estaba realmente grave, pero resuelve moralmente su problema: no hubiese sino ensombrecido sus últimos días de vida. Y escribe esto: Su muerte nos separa. Mi muerte no nos reunirá. Es así; es ya bastante hermoso que nuestras vidas se hayan acordado por tanto tiempo.

Esta frase que me ha removido completamente, es ese poder acompañarse, acordar-se pese a las  diferencias, que me parece extraordinario... a veces, resuena esta otra frase, la última que Sartre le dice a SdB: je vous aime mon Castor, vous savez?

La vida de Sartre y Beauvoir se ajusta a su idea de vida compartida, con la generosidad que supieron afrontarse en sus límites y en sus momentos más extraordinarios, con el apoyo mutuo, la complicidad, y la amistad. Un recorrido. Sartre nunca dejó sola a Beauvoir y ella, jamás dejó a Sartre, su relación tiene múltiples lecturas, ninguna la petrifica y por eso están siempre vivos.

mIro el mar de Sete, pienso que una vida vivida así, vale la pena vivirse varias veces... hay que ser valientes para vivir intensamente... recibo un mensaje de un amigo escritor que está en México, hay generosidad en él, eso hace que también sea un excelente escritor...

Indignación por un pequeño comentario aparecido en la prensa de ayer en el Perú, donde descalifican a mi amiga Tatiana Berger, firmante de la carta de escritores que no desean un nuevo gobierno fujimorista. Ella me lo dice, tiene el valor de decírmelo. El reproche viene del hecho de que ella trabajó con Martha Hildebrandt, en ese periodo Presidenta del congreso, durante el segundo gobierno de Fujimori.  Hay que recordarle a Sandro Mariátegui que en ese momento muchas personas ignorábamos la corrupción instalada en el gobierno (los vladivideos, etc..) y que Tatiana trabajaba en el área de cultura, que es el último bastión que interesa a una dictadura, y que seguíamos hablando de un gobierno legitimado por el voto popular por Alberto Fujimori. Cuando las cosas se empezaron a mostrar inadmisibles, ella, y muchas personas, asumieron una distancia, incluso se formaron grupos de resistencia civil como el "colectivo sociedad civil".  Hay en esos ataques algo muy cobarde y misógino: el de desestabilizar a alguien por su lado vulnerable. Nada me parece más indignante que negarle a una mujer su derecho a hablar, a expresarse, un derecho fundamental que en ciertas sociedades es negociado con cuotas y servilismos con los que ejercen el poder, en su mayoría hombres. Cuando una mujer no se pliega a esos poderes es señalada y apartada del grupo. Se convierte en un peligro, y la manera más fácil  de desautorizarle es decirle que no está en capacidad de hablar. Es una forma oportunista, fácil y poco generosa de actuar, pero funciona siempre. Son reflejos de una dictadura que encuentra su analogía en un poder masculino arcaico, prepotente y ansioso por no perder el poder, que, lamentablemente, aunque queden algunos ejemplares (esperemos no reproducibles) terminarán por desaparecer.

Aucun commentaire: