Entre otras cosas, este fin de semana, leía un artículo de Enrique Vila-Matas en Babelia, sobre el fracaso, y donde en alguna parte dice que en esta época de mediatización del éxito, fracasar era más rotundo. Cierto, de alguna forma, es más visible, pero creo que el fracaso puede ser interpretado de dos maneras; una de ellas es darle el valor que los demás le dan, el valor mercantil, masivo, e impuesto. El otro, es el íntimo y el privado, y creo que es el más importante.
Escribir y puiblicar, no tiene mucho que ver con la aceptación o no de un trabajo y el éxito o el fracaso de esa propuesta, (en una época globalizada, en la que conocermos mejor nuestros límites, sabemos también de qué esconde un supuesto éxito) da lo mismo, lo que importa es lo que nos da a nosotroas mismoas. En ese sentido es muy egoísta. Escribir se inscribe en una trayectoria humana, es una línea con subidas y bajadas, con curvas, y precipicios, lo importante es lo que encontramos en esa trayectoria, qué hallazgos hacemos para vivir mejor, y vivir de forma íntegra, sin convertir a las palabras en fósiles. Es decir, el éxito de nuestro trabajo depende de hasta qué punto seamos capaces de inscribir, e inscribirnos, en el lenguaje de manera visible, asumiendo nuestra vida al lado de otroas, y el fracaso verdadero es no poder asumir, abarcar con nuestro lenguaje cosas como la vejez, esl sufrimiento y la falta de sentido en nuestras vidas. Es a nosotros mismoas que nos devuelve esa fracaso del idioma (esa falta en un lenguaje que no dice, que esconde) ese peso del mundo, esa deuda con lo demás. Por eso, escribir es más un don, es algo que se entrega, como un acto de amor, que no se explica pero que sucede, lo que venga después, reconocimiento o no, no transformará esa epifanía en mármol frío, si es que sabeos entregarnos, que es siempre, el deseo de realizarse, de existir, de ser. El "fracaso", tal como lo comprendió Julio Ramón Ribeyro, tiene que ver con una valorización social, muy exterior a lo que somos nosotroas... Yo conocí bastante a Ribeyro y aceptaba mi irreverencia con paciencia, yo estaba muy chica, e ignoraba muchas cosas que ahora voy aprendiendo, y sé que él se asombraba de su "supuesto éxito", cuando había hecho todo lo posible para fracasar en términos convencionales. Pero también sé que diferíamos en el concepto de lo que es "fracasar", si no tal vez hubiese escrito más libros, con menos desconfianza y menos escepticismo. Su desconfianza (que también era una sabiduría) no lo dejaba actuar y sobre todo creer en el gesto porque tal vez Ribeyro sentía, como Walser, como Bernhard, que escribir puede ser banal. Yo diría que escribir no nos hace soberbioas, sino humildes, nos lleva a comprender que escribir no es nada del otro mundo, que todo el mundo escribe pero que muy pocas personas se salvan escribiendo, o salvan su bienestar interior. Pocas personas han deseñado el éxito social (lo he leído, en el caso de Rimbaud, o Claude Simon, y Blanchot, encerrados en sus casas), la mayor parte de las veces, comprendo que todoas valorizan ese reconocimiento. Pero, honestamente, ¿qué cambia el reconocimiento a ciertos dramas fundamentales? Creo que no mucho, a lo sumo, nos ayuda a enfrentarlos y asumirlos en compalñía de los demás. Por eso, insisto la literatura solo existe (para mí) en el instante en que se realiza, se junta con sus lectores, no antes ni después. La fama siempre es un malentendido. Pero el fracaso también, lo peor es que no lo entendamos así.
Sigo leyendo el libro de Sophie Fontanel (Grandir, Robert Laffont), entre mi ruma de libros, y, sin ser un libro ambicioso, hay partes de una belleza innegable, por ejemplo esta en la que una amiga le escribe hablándole de la compasión por su madre: "Eres tú en ese instante, cada vértebra minúscula que sale de la espalda de la persona de edad, espinas de hipocampo, que duelen si olvidamos ponerle los cojines. Es tuya esa decadencia, ese peso de la persona anciana, es tuyo ese final de vida, la suavidad de sus manos... Yo sé a qué exilio te somete eso..."
he ahí lo que hace escribir...
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