Me despierto con un sabor a infancia muy fuerte, imágenes de Chaclacayo, la espera en la para del bus que nos llevará al colegio, los chicos de la escuela, el "New kid in town" de entonces, que yo imaginaba sobre su tabla hawaiana sobre el mar, sorteando olas y cubierto de espuma, como una especie de Prometeo. Me acuerdo que corría a los quioscos para comprar los cancioneros con las letras de mis grupos preferidos (sic), para cantarlas trepada en un árbol. y ver al "New kid in town, bronceado, de rulos largos, atravesar la calle (re.-sic)...
tal vez he regresado a mi infancia porque he empezado a leer los libros que leía en mi infancia por imposición de mi papá. En la Feria internacional del libro de Caracas, he comprado todo lo que ya he leído alguna vez y que que pienso releer: Sobre héroes y tumbas, de Sábato, Paradiso, de Lezama Lima, un libro, de ensayos que contiene un texto de Luis Loayza sobre Mario Vargas Llosa, ensayos de Rubén Darío, Los 7ensayos de Mariátegui...etc...
La feria, siendo pequeña, estaba repleta de gente que salía con libros en las manos, y a precios regalados... Por ahora, la edición, las revistas críticas de literatura (gratis), me sorprende, además del interés de los venezolanos por la lectura. La gente salía contenta, reconfortada moralmente al sentirse valorada como alguien que tiene derecho a la cultura. Y eso, que un gobierno haga sentir a su población que es un derecho, es importante. Al margen de los quioscos ideológicos, la idea de que la Feria sea gratuita y reciba apoyo del Estado (ediciones subvencionadas, reediciones de libros que en general no circulan), crea una situación de armonía, ahí donde hay libros, donde existe imaginación, soy feliz.
Y no estoy sola en eso...
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