Después de un viaje larguísimo, por el mal tiempo, Lima y todo lo que representa. Regreso de ver a mi padre, de haber curado su manita, de haberme conmovido hasta las lágrimas con sus rostro pálido, reclinado sobre la almohada, ese padre que conozco poco y que sin embargo, está tan cerca. Luego vi a mi madre, y nuevamente la vulnerabilidad y las ganas de proteger, de tener casi mil brazos y mil manos que calienten, que den cariño. Y mil ojos para mirar. Esta mañana me sentía como la espía de mi propia ciudad, que facilidad para entender todo, para dejarlo fluir por el interior...
Tristán me lleva a Ayacucho, esta noche, en un largo viaje.... No quisiera alejarme, pero debo hacerlo por razones de trabajo y, porque la vida está hecha de estos instantes de ternura, de com-pasión, frustración, de tristeza y alegría, de lo que dura, y lo que se termina, de esos comienzos eternos... de esos dados que lanzamos al infinito...
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