Y bueno, gracias a Lisboa tengo un fenomenal dolor de piernas, caminata más caminata en el barrio de la Alfama, la Kasba de Lisboa, o un pannier (barrio de Marsella con quine le veo un parecido, la verdad que Lisboa se parece un poco a Marsella), luego por la Baixa, tratar de llegar a la Torre de Belén en un tranvía de antología, no puedo caminar más. Soy una pésima turista, carezco de esos valores colectivos y me pierdo fácilmente lo que siempre duplica mi esfuerzo. Pero valió la pena subir hoy al Castillo de San Jorge donde vivió Don Manuel, el rey afortunado que recibió de Vasco de gama el descubrimiento de una nueva ruta a las Indias y el Brasil... era un afortunado... desde ahí, vista del puente sobre el Tajo, las casas blancas, con tejas rojas de Lisboa, un silencio inmenso (que tiene que ver, leo, con una despoblación) y fuera de época, fados en las calles, una guitarra que se lamenta suave... almorzamos en A Brasileira, el café con la estatua de Pessoa en la entrada. Le dije a Olivier: no es cruel que tantoas escritores y escritoras, siendo tan ignorados en vida se conviertan en la gloria y el orgullo de un país. Salvo excepciones, sus vidas son rudas, solitarias, desesperadas... Balzac soñando con sus princesa Hanska, Kafka con una mujer que lo comprenda, Anais Nin y Catherina Mansfield, con sentirse menos solas...
Detenidos en estación del tren, de ese estilo gótico portugués, arabizado, contemplamos el cielo azul y pensamos que somos afortunadoas de estara aquí, en esta ciudad...
Casi una Brasileira..
Foto: el tranway de Lisboa, una pieza de museo....
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