Hace unos instantes pasé por el centro de Toulouse, tomé una Orangina en el Florida, de la Place Capitole, fui a Ombres Blanches y encontré la librería llena, creo que es uno de los países donde están siempre concurridas. Me puse a leer el Magazine Littéraire, que es una joyita siempre. Dossier sobre la Duda,!ah!, la duda... Y este texto de introducción que tiene mucho que ver con aquel que comenté ciñéndome al de mi presentación... era una forma de dialogar conmigo misma.
"...Por más imponente que parezca la convicción y la certeza, no es más que un abandono y una pereza. La convicción obedece incluso a una definición negativa: es aquello que no se discute. Pero el ser humano no es sino un ser social que siempre busca la polémica. En consecuencia, vivir seguro de los que somos y seguros de lo que somos, es vivir de forma inhumana. Es ser como un animal. Porque ¿quién no duda? Con las certezas no existe estilo, anotaba Cioran: ni arte, ni filosofía, ni humanidad.
Medimos el nivel de un individuo de acuerdo a la cantidad de incertidumbres que puede soportar, afirmaba Kant, y relacionaba inteligencia y desarrarigo (ojo), porque pensar es dudar. Construir es destruir. La gloria del ser humano es pensar; ningún acto es más violento ya que este significa poner en duda todas las certezas establecidas por la crítica o los sistemas filosóficos anteriores. Pensar es dudar sobre el mundo que nos rodea, del lenguaje, del que pensamos servirnos día a día, de la misma literatura, y de los esquemas que ella puede perpetuar cuando es mediocre.
No pregunten que autores hay que poner del lado de la duda, todos lo merecerían si fuesen completamente honestos. Escribir, más allá de ser un pacto o un acto de fe, es dudar de la lengua común hasta hacer brotar una palabra única, un idiolecto que valga por su desafío, por su desconfianza. Inquietar, ese es mi rol, decía Gide, que constantemente lo recordaba entre lágrimas: No soy igual a los otros!! No es una maldición, pero no pueden escribir más que aquellos que sienten esta distancia frente a los demás y frente al mundo, y esa resistencia prodigiosa frente al lenguaje. Reconocemos de esta manera a los malos escritores que aman sin reserva las palabras, acordándoles un valor abosoluto. Negándose a dudar. Pero, negándose a dudar, rechazan el inconsciente, la historia, el mito, y hasta el rol de su lector. Niegan la división del sujeto como la comprendió Lacan, y desconocen el lugar desde donde hablan. Desconocen en qué sentido el lenguaje "es fascista", como lo dijo Barthes, o lo aceptan cobardemente. Ignoran así todos los libros que escribió Foucault.
Los verdaderos escritores no son aquellos que dicen qué quieren, sino aquellos que no llegan a decirlo y que luchan con el lenguaje en medio de un sistema lleno de restos y de aproximacione y usado por otroas (la "a", es mía). Algunos abandonan, y sucede entonces la huida de Rimbaud, el suicidio de Pavese, el desmoronamiento de Fitzgerald, porque la duda no es exactamente inherente la literatura francesa. Pero a veces ciertas obras surgen de ese desarraigo y es La ilusión cómica, El hombre sin cualidades, el Discurso del método. Esa es la imagen que acosa este dossier: de un lado el silencio, del otro, el hecho de escribir, la utilización instrumental y poco peligrosa de escribir. El escritor(a) sería ese sonámbulo que está a punto de caer pero que avanza siempre al filo de su escritura y de las páginas hacia lo que va a ser el otro lado de la duda, el sabor sombrío de la escritura.
Laurent Nuñez
Mi traducción.
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