Acabo de salir a pasear por La condesa, la vida ha retomado su curso nromal, solo he cruzado algunas personas con máscara, muy pocas en resumen. Ayer que dejé Lima mi sensación era de distancia, de distancia con lo que se vive allá, y un cierto desánimo porque he percibido estructuras más rígidas, menos porosas, y eso aumenta mi sensación de aislamiento. Traje conmigo un ejemplar de Le monde diplomatique en su edición peruana en el que hay un especial sobre la Tentación facista en el Perú (número 25, mayo del 2009), he leído algunos de los artículos y uno de ellos de Alberto Adrianzén me ha hecho sentir menos aislada en mi lectura del Perú. Adrianzén hace referencia a los ataques recientes a la congresista Hilaria Supa, que fue satanizada por su analfabetismo desatando todo un movimiento de protesta por no poseer instrucción. Para Adrianzén este es un punto de inflexión que marca un nuevo talante en la elites del país, es decir la consolidación de un pensamiento monolítico y racista que se ha formalizado en el poder y legitima una dominación que parece irreversible. Yo creo que esto se nota en todas las esferas. Adrianzén analiza esta inclinación de la facinación facista en la política, la simpatía que inspiran las propuestas nacionalistas o ultrapopulistas y conservadoras, como las de Keiko Fujimori, y creo que cuando dice que los años que vienen serán años de una minoría política dominando el país, un poder que maneja códigos semifeudales sobre el ejercicio del poder, no es una intuición, es un hecho concreto. Y entonces, yo leo el mismo fenómeno en la literatura. Hay un correlato que extraer de allí, es decir que lo que está pasando en la política está pasando también en la creación. Yo no veo ningún espacio oxigenado. Siento que las alianzas de clase, es decir de una burguesía que, como dice Adrianzén teme por su seguridad, es protegido por los sectores culturales que no remueven esquemas ni los ponen en duda, si no que pintan un paisaje limado, esterotipado, amanerado y cursi de lo que es el Perú. La alianzas, intuyo hace que nadie critique lo que viene del mismo sector porque se reconcoe en el y se multiplica como imagen fotaleciendo una sola lectura de la realidad. Por eso películas como La teta asustada (que ganó el Oso de oro en Berlín), crean controversia: porque no están enviando la imagen que las clases dominantes desean ver y por eso yo no creo que sea fácil crear nuevos espacios. No creo que la literatura tenga que estar en analogía con la realidad, que es un debate del XIX!, pero sí es terrible que solo la decore, que se convierta en un ornamento, que no transpire, no se mueva, no viva con su época. Hay otra realidad que ignora, que reprime, por cobardá o por acomodamiento. Escribir se ha convertido en una profesión y no en vocación, y quizás eso hace que sea un obrar desde la orilla, sin mojarse los pies (por miedo a esa exclusión de la que habla el autor del artículo y que sería identificarse con las masas, es decir, con los perdedores, los pobres, los marginados). En fin, son opciones y no puedo imaginarme una sociedad moderna hecha solo de escritores ultra conservadores que nos muestran siempre los mismos modelos de mujer boba y aculturada, o la mestiza marginal y de carácter y el blanco despaisado que mira su país como un colono que acaba de llegar (sic). Mi idea ha sido ofrecerles a los lectores otro lado del espejo, movible y más abierta. No sé si esas ideas pasen porque han cerrado filas! No existe crítica y sí la hay, es tan pobre, lo sigo diciendo, que es para ponerse a llorar. Hay un modelo que domina y los que preteden removerlo, son expulsados. Aunque.... en el fondo, dudo que dure mucho. Yo creo que los espacios se han multiplicado y que, por falta de crítica, por falta de rigor (que es también resultado de querer dominar a cualquier precio) en ella, dejan espacios abiertos que permiten plantera nuevas lecturas y movilizan a ciertos lectores, quizás los más jóvenes que necesita leerse de otra forma. Pero, queridoas, la alienación empieza por ser conscientes de esa alienación, si todo el mundo la celabra con una inocencia digna de un libro escolar, no sé. Me pongo a pensar... Se podrá oxigenar, cuántas personas tenemos que decir que la literatra sí es política, que no se separa de la vida ordinaria y pública, que es actuar también además de imaginar? Si no dejaríamos las cosas en el cajón, opción también válida. No es la mía porque me es necesaria la interacción y ese es mi dilema, los pocos interlocutores que encunentro. A veces un artículo como este en una revista o algunas voces aisladas. Sorprendente que en América latina dominen formas tan uniformes, que las opciones sea tan extremistas, que los insultos y las agresiones abunden, que la vanidad cursi domine el ámbito literario? No, no lo creo, podríamos empezar a hacernos la pregunta. Tal vez la madurez es aceptar también esas estapas, lo que sucede es que dura mucho y daña la creación, la vuelve conformista, soberbia, sorda. Et voilá.
Y una última idea, creo que las que escribimos observamos la realidad, la desmenuzamos, la analizamos, la desmontamos y la volvemos a recrear, pero desde el ejercicio de la libertad y desde la crítica, no desde el conformismo, porque si se trata de eso, esa fiesta no es la mía. Y sí.
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