mercredi, novembre 01, 2006
Piamonte
Los paisajes por la montaña hacen que recupere un estado de bienestar: tiene que ver con los espacios, con la voluptuosidad del bosque y los colores: rojo, amarillo, de nuevo rojo y luego verde. Mientras caminaba pensaba en los textos escritos en caminata, influenciados por los paseos y la dimensión de la naturaleza, lo que se llamaba sentimiento de sublime durante el Romanticismo (Boileau había escrito antes su famoso tratado), peregrinaciones a Los Pirineos (adoraba ver la cadena de los Pirineos desde Tarbes, donde vivíamos con Olivier), a Los Alpes, etc...
Disfruto cuando puedo pisar la tierra a mi ritmo, pasar la mano por una roca, o un árbol, creo que recupero mi lado más salvaje. Entonces pensé también en cómo Francia se ha impuesto en mi vida, sin que yo haga mucho para que fuera así: pasar por París antes de ir a Barcelona! Venía imaginando que un día le diré a Yuni para ir a comer al hotel Negresco de Niza, si es que... invito a todos, incluyendo a Luc que anda un poco extraño conmigo.
Por teléfono, con mi amiga Elba, hablábamos de una fiesta criolla en Lima, con música y canciones, descripciones suyas de una mujer muy vital muy pequeña, la ternura con que Elba la describía, ganas de estar allí, y al mismo tiempo en la montaña del Piamonte francés, de techos humeantes, casas de piedra, con autos pasando mucho más abajo, en la autopista que va a Italia, y lugo, la imagen del mar de Lima, sus aromas, la voz de Elba y luego la de mi madre, o la imagen inicial de mi primera separación del Perú: yo dentro del avión pensando en que voy a ser incapaz de separarme de mi familia y de mi casa, a punto de desmayarme de miedo, pero avanzando en el aeropuerto con una sensación de desarraigo que no me abandonará, las ganas de ver otros países, de vivir, el miedo y la pasión, todo junto, incluso veía mi departamento en la Avenida Kennedy, frente a la Torre Eiffel, de París, ese departamento y las luces de los Bateaux Mouches sobre el rostro mientras me despierto asustada en la noche porque no sé si estoy en Lima, o en París, y oigo la voz de mi madre, la de mi hermano, Dante, y de nuevo los techos de Saorge, los gatos vagabundos...
Todo eso...
Me conmovía, inspirándome un sentimiento entre la exaltación y la melancolía. Y luego seguí avanzando (el paisaje tiene un poco del paisaje de la montaña de Barcelona, donde la familia de Manuel tiene una casa. A mí me gustaba dormirme en la habitación de arriba con las ventanas abiertas para ver las montañas, La montaña del hombre) recordando algunas frases del diario de Anais Nin, mirando los diferentes tonos de luz sobre las montañas, con el deseo de mostrárselo a Patricio, mi sobrino y compararlo con el que veíamos cuando nos íbamos a caminar por El cuadro, en Chaclacayo. Tal vez no era tan bonito, pero a mí me parecía hermoso y porque se lo mostraba a Patricio, que solo tenía dos años, con toda su inocencia, sin comprender casi nada...
Pensaba en la frase de Henry Miller, en el diario de Anais: Eres una mujer extraordinaria y temo adorarte. Y siento envidia de un hombre así, de sus noches juntos en el departamento de Miller en la Place de Clichy, de nuevo sentimiento de exaltación (cómo podría describir mejor todo esto?): oh, sí es posible una relación así, es posible que cada persona pueda sentirse autorizada a existir en la mirada de otra, entonces, todo sería más fácil...
Un dos, sigo la marcha... Cuando regreso al monasterio, Silvia me dice que han anunciado nieve para mañana. Y yo he estado en la terraza en ropa de baño tomando el sol! Un primero de noviembre, día de la Toussaint. Y ahora veo las nubes avanzando sobre la montaña... Y sí, tal vez nieve!!!
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1 commentaire:
en la montaña, sobre todo, ese silencio q se impone es sublime y que solo acompaña, contrito, el sonido de nuestro andar sobre la tierra, la roca,el barro, el agua que nos rescata...desearia a veces, ser un pastor de ovejas en nueva zelanda
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